
Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Tim Burton
Guión: Alfred Gough, Miles Millar
Intérpretes: Michael Keaton, Winona Ryder, Catherine O’Hara, Jenna Ortega, Justin Theroux, Willem Dafoe, Monica Bellucci, Arthur Conti, Nick Kellington, Santiago Cabrera, Burn Gorman, Danny DeVito, Sami Slimane
Fotografía: Haris Zambarloukos
Montaje: Jay Prychidny
Música: Danny Elfman
Duración: 104 minutos
Año: 2024
7 puntos
¡ESTÁ VIVO!
Por Mex Faliero
¿Alguien esperaba una obra maestra a esta altura? Tim Burton tiene 66 años y dio lo mejor de sí hace mucho tiempo atrás. Su nombre define un estilo y se usa para definir el estilo de otras personas, y a esta altura parece un aprendiz de sí mismo. Ahora bien, tendemos a pensar que su carrera está decididamente muerta hace dos décadas, y es verdad que en este lapso filmó flojeras como Alicia en el país de las maravillas, Big Eyes y Dumbo, pero también que mostró algunos rastros de su talento en Miss Peregrine y los niños peculiares y Sombras tenebrosas, y nos maravilló con Frankenweenie. Es decir, todavía hay algo de vida en el director de La leyenda del jinete sin cabeza, lo que queda claro en Beetlejuice Beetlejuice, su mejor película en mucho tiempo, no tanto por los resultados en sí, sino por la multiplicidad de ideas y el desparpajo de muchos de sus pasajes, lo que pone en primer plano otra vez a ese chico de ideas retorcidas con la capacidad de reírse y jugar. Un poco como el propio Beetlejuice, un personaje descontrolado y vital que Burton recuperó en el momento justo.
Una de las inspiraciones más extendidas a lo largo de la filmografía de Burton es la de Frankenstein, la que incluso ha reescrito en películas como El joven manos de tijera o la citada Frankenweenie, o como aquí en la que un personaje, la villana interpretada por Monica Bellucci, ensambla las diversas partes de su cuerpo usando una engrapadora. De la misma manera, Beetlejuice Beetlejuice es un poco un Frankenstein fílmico escrito a cuatro manos por los guionistas Alfred Gough y Miles Millar, que se va armando a medida que encaja todas sus piezas, lo cual le lleva demasiado tiempo y no sabemos si lo termina logrando o no. Sin embargo lo que importa aquí, antes que la solidez narrativa, es la recuperación de un sentido del humor y una inventiva por parte del director, que parecían extraviadas entre la docilidad de Disney y el exceso de CGI. De hecho, aquí Burton tira algún palito para Disney y recupera tradiciones honorabilísimas como la del stop-motion para ilustrar pasajes claves, como ese en el que narra la muerte del personaje de Jeffrey Jones, actor condenado por posesión de pornografía infantil que no fue convocado para esta secuela, pero cuya presencia es clave en el relato y se lo usa de una manera sumamente creativa.
Y si la película resulta necesaria para este momento de la carrera de Burton, lo es más para un espectador con algunas décadas encima, que añora aquel entretenimiento mucho menos cuidadoso o lavado que representaban producciones como Beetlejuice. En ese sentido la película es un poco desprolija y barroca, pero en contrapartida ofrece diversión de la buena, especialmente cuando entra el Beetlejuice de Michael Keaton, al que tuvieron la dignidad de no aligerar en lo más mínimo en su conducta reprobable. Si el título apela a la repetición, Burton parece divertirse en grande con una película que tiene guiños a sus pasiones, pero también a sus películas anteriores, en una mescolanza de estéticas y tonos que si no terminan por arruinar todo es porque el protagonista absorbe ese caos y lo vuelve sentido. Beetlejuice Beetlejuice es juego hasta el último minuto, en un final que esconde varios finales dentro de sueños que sueñan pesadillas como las de un final idílico y perfecto. No sabemos si da para la exageración y confirmar que volvió Burton, pero sí al menos para decir todavía tiene la capacidad de sorprendernos.
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