
Título original: A Quiet Place: Day One
Origen: EE.UU. / Inglaterra
Dirección: Michael Sarnoski
Guión: Michael Sarnoski, John Krasinski, Michael Sarnoski
Intérpretes: Lupita Nyong’o, Joseph Quinn, Alex Wolff, Djimon Hounsou, Eliane Umuhire, Takunda Khumalo, Alfie Todd, Avy-Berry Worrall, Ronnie Le Drew, Benjamin Wong, Michael Roberts, Gavin Fleming, Elijah Ungvary
Fotografía: Pat Scola
Montaje: Andrew Mondshein, Gregory Plotkin
Música: Alexis Grapsas
Duración: 99 minutos
Año: 2024
7 puntos
UNA PORCIÓN DE PIZZA
Por Mex Faliero
Primero, mis diferencias con la película de Michael Sarnoski. El dispositivo creado por los guionistas Bryan Woods, Scott Beck y John Krasinski -también director- para las primeras dos películas de la franquicia Un lugar en silencio era perfecto, pero a la vez escondía un problema: la puesta en escena era tan precisa, que en el caso de pensar en secuelas y precuelas obliga a que todo el universo que quiera integrarse deba ser narrado de la misma manera. Y, lo sabemos, no todo se puede contar de la misma manera. Por eso Un lugar en silencio: día uno falla en un par de asuntos. El primero y fundamental es que la idea de precuela resulta absolutamente inútil, porque finalmente acá no se cuenta cómo es que pasó lo que pasó, sino que se narra una historia más, atomizada, individual, climática, en primera persona, de un personaje (o un par de personajes y un gato) intentando sobrevivir. Es decir, lo que cuenta esta película podría ser tranquilamente una nueva secuela y no necesariamente la promesa de mostrar el origen de todo. Y de ahí saltamos al otro gran problema: Un lugar en silencio funcionaba en la síntesis, en la aglomeración de un grupo pequeño de personajes en un casi único espacio, con un conflicto que se presentaba en apenas minutos. A partir de ahí entendíamos todo lo que les pasaba. Al estar ambientada en Nueva York, entre muchedumbres de una ciudad que genera no sé cuántos decibeles según reza un letrero en el comienzo, Un lugar en silencio: día uno nos hace pensar en el cine catástrofe y nos prepara para el horror masivo. Pero, otra vez, Un lugar en silencio no sería Un lugar en silencio sin su puesta en escena, entonces la película se obliga a construirse desde los primeros planos cuando de pronto varias secuencias quedan desperdiciadas por no animarse a un plano general o conjunto. Como ejemplo va esa gran secuencia de masas escapando por la calle y el ataque de los extraterrestres, que termina achicándose a Lupita Nyong’o -la protagonista- ocultándose debajo de un auto. Cuando la escena nos pedía a los gritos ver más, Sarnoski responde a las exigencias de la franquicia y nos encierra. Y ahí nos viene a la memoria el Steven Spielberg de Guerra de los mundos y su habilidad para pasar de los pequeño a lo masivo, incluso en una misma secuencia.
Hechos estos reparos, hay que reconocer que Un lugar en silencio: día uno es una película que, incluso en sus fallas, funciona. Lo hace un poco a los tumbos, pero confiada en que tiene un público potencial con la paciencia suficiente como para esperar que se junten todas las piezas y se termine armando el panorama completo, algo que va a contramano de la mayoría del cine acelerado del presente. La protagonista es Samira (Nyong’o), una mujer con cáncer que vive en un centro de atención hospitalaria con una actitud entre cínica y arrogante, aunque progresivamente descubriremos que eso no es más que un escudo que usa para sobrevivir. Y sobrevivir será la palabra clave una vez que vaya al centro con otros pacientes a ver una obra de títeres y termine en medio de la invasión alienígena. En lo concreto, Un lugar en silencio: día uno es el viaje de ese personaje desde la desconfianza y el desinterés inicial por el mundo a una suerte de paz interior y acuerdo con ella misma y su pasado. Claro, todo esto, que es básicamente un drama, se cruzará con los extraterrestres y con secuencias de suspenso que demuestran la creatividad de los guionistas y el director para hacer de un único recurso (el silencio y los extraterrestres híper sensibles al sonido) un muestrario de posibilidades. Si la protagonista tiene como único objetivo ir a comerse una porción de pizza, progresivamente iremos descubriendo qué se oculta detrás de ese gesto. Y ahí, en una secuencia en un bar que olvida casi por completo todo el contexto, Un lugar en silencio: día uno hace más evidente que nunca que los extraterrestres y la invasión no son más que un McGuffin, un elemento distractorio para ir a lo que importa: la historia de una mujer perdida que encuentra en medio del desastre y la destrucción una forma de sanar las heridas.
Si Krasinski demostró haber aprendido varias lecciones de diferentes directores, pero lograba darles vuelo propio a las ideas de puesta en escena, Sarnoski es apenas un alumno correcto que lleva a buen puerto las ideas que pregona la franquicia. Que aquí, además de la precisión en la generación de clímax, confirma que el gran tema de fondo son las historias paterno-filiales, en la senda de Spielberg, de Shyamalan y unos cuantos.