THE EDDIE MURPHY SHOW
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
El impresionante éxito de Un detective suelto en Hollywood (hasta el estreno de Matrix recargado, fue la película de calificación Restringida más taquillera de la historia) fue un poco sorpresivo, pero también lógico. Puede pensárselo como un complemento del éxito de ese mismo año de Los Cazafantasmas (a la que Eddie Murphy rechazó para hacer esta película), en el sentido de que ambas representaron el salto definitivo del universo cómico de Saturday Night Live a la pantalla grande. Claro que el film de Ivan Reitman era un esfuerzo de equipo, mientras que la película de Martin Brest es puro individualismo.
Una de las claves para entender la popularidad alcanzada por Un detective suelto en Hollywood está en su largo y tumultuoso desarrollo. Originalmente fue pensada como un vehículo estelar para Sylvester Stallone, pero este no se sentía cómodo con el tono de la película (no se veía a sí mismo como un comediante) y terminó haciendo ese canto al fascismo y la justicia por mano propia que es Cobra. Murphy, que era una estrella televisiva pero ya tenía un par de éxitos cinematográficos encima (48 horas y De mendigo a millonario). Sin embargo, el guión, que ya había tenido una gran cantidad de versiones, no estaba realmente terminado y el que se utilizó fue una mixtura de los borradores previos. Cuando no sabían cómo seguir, ahí aparecía el que terminó siendo el instrumento fundamental de la película: la improvisación, con Murphy como líder de todo el proceso. Brest, más un artesano relativamente competente que un realizador con mirada propia, prácticamente le entrega las riendas del film a Murphy, quien es el verdadero autor de muchos diálogos y secuencias, y que compuso al protagonista, el detective de Detroit Axel Foley, a su medida.
O más bien, a la medida de una audiencia masiva. Si pensamos en las performances de Murphy en algunos sketchs de Saturday Night Live, el especial Delirious o comedias como la mencionada De mendigo a millonario o Un príncipe en Nueva York, lo que vemos acá, por más que sea una película para adultos, es “apta para todo público”. Por eso Foley es, más que un rebelde o rupturista, un vivo, un atorrante simpaticón -aunque también algo irritante-, que se aprovecha un poco de la ingenuidad de los habitantes de Beverly Hills para salirse casi siempre con la suya. Un ejemplo de esto es la famosa secuencia de la banana en el escape del auto: es simple y efectiva en su ejecución, pero también algo perezosa y requiere que no se la piense demasiado dentro de la estructura del policial.
En Un detective suelto en Hollywood vemos a un Murphy de taquito, arreglándoselas para confirmar que podía balancearse entre la comedia y la acción sin grandes inconvenientes. Algo que no podía decirse de la puesta en escena de Brest, que filmaba todo a reglamento y hasta con temor a equivocarse: no hay ni una secuencia, tanto humorística como de peleas o tiroteos, que se apartara de lo esperable. Todo se trata de Murphy construyendo frente a nuestros ojos a Foley, al que se lo podría pensar como la idea que tenía el actor/autor sobre lo que podía/debía ser un policía afroamericano. El resto del elenco -desde Judge Reinhold y John Ashton, pasando por Ronny Cox y Paul Reiser, y hasta el villano encarnado por Steven Berkoff- acompañaba en sintonía con un ritmo frenético y a la vez superficial, marcado por un intérprete en pleno ascenso.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: