
Título original: A family affair
Origen: EE.UU.
Dirección: Richard LaGravenese
Guión: Carrie Solomon
Intérpretes: Nicole Kidman, Zac Efron, Joey King, Kathy Bates, Liza Koshy, Wes Jetton, Ian Gregg, Sarah Baskin, Zele Avradopoulos, Vince Pisani, Sherry Cola, Olivia Macklin, Vee Bhakta
Fotografía: Don Burgess
Montaje: Melissa Bretherton
Música: Siddhartha Khosla
Duración: 111 minutos
Año: 2024
Plataforma: Netflix
5 puntos
BASTANTE MENOS QUE LA SUMA DE LAS PARTES
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
A priori, una comedia con nombres como Nicole Kidman, Zac Efron y Kathy Bates era algo muy prometedor. Incluso también por la participación en uno de los protagónicos de Joey King, una actriz con potencial a la que todavía le falta hacer una película realmente buena. Sí quizás generaba algo de ruido que estuviera a cargo de la dirección Richard LaGravenese, que supo ser el guionista de Los puentes de Madison, pero que en las décadas posteriores nunca repitió ese nivel de brillantez, y que como director tiene pocas películas destacables, más allá de las sobrevaloradas Posdata, te amo y Escritores de libertad. Y es precisamente la dirección lo que más falla en Un asunto familiar (disponible en Netflix), además de un guión, escrito por Carrie Solomon, bastante desabrido.
La verdadera protagonista de la película es Zara (King), una joven que sueña con hacerse una carrera como productora dentro del mundo del cine, pero que por el momento debe conformarse con ser una asistente todoterreno para Chris Cole (Efron), un taquillero actor que se comporta de forma engreída, superficial y hasta cruel en casi todo momento. Si ya ese panorama lucía agotador para Zara, el asunto se complica mucho cuando, contra todo pronóstico, Chris conoce a Brooke (Kidman), una escritora bastante exitosa y madre de Zara, y entre ellos surge un romance que trasciende las diferencias de edad y formación. A partir de allí habrá tensiones, malentendidos y un reconfiguramiento identitario para todas las partes involucradas, que entran en un progresivo redescubrimiento de ellos mismos y quienes los rodean. Todo esto con el universo artístico -en particular la industria audiovisual- como telón de fondo.
Hay en Un asunto familiar atmósferas que recuerdan al mundo de Nancy Meyers, ese de películas como Alguien tiene que ceder y Lo que ellas quieren, donde los protagonistas son exponentes de las clases altas profesionales y casi siempre relacionadas con las industrias culturales, que son retratadas con bastante superficialidad. En el film de LaGravenese el abordaje sobre los ámbitos laborales y sus interacciones con las esferas personales es casi siempre vacuo, pero quizás ese sea el menor de los problemas que atraviesan al relato. Casi todo lo que ocurre es entre obvio y previsible, en buena medida porque los personajes son esencialmente portadores de discursos sobre el amor, la pérdida, la vejez y el aprendizaje, entre otros tópicos. A la película le cuesta una enormidad desarrollar los conflictos con fluidez y, en cambio, los fuerza a cada momento.
En Un asunto familiar el romance nunca adquiere vitalidad ni crea empatía, los choques afectivos no salen de estereotípico y casi todos los momentos cómicos son fallidos, en gran medida porque la puesta en escena no puede salir del piloto automático. Eso lleva a que Kidman, Efron y King no puedan lucirse tanto individual como grupalmente. Ni siquiera Bates, en su rol de suegra y abuela recontra gamba, tiene la plataforma para mostrar sus innegables dotes interpretativos. Por eso lo que tenemos es una película que está lejos de reflejar adecuadamente la suma de todas sus partes.
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