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Venecia rojo shocking (1973)



EL QUIEBRE DEL HOMBRE RACIONAL

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Cuando recibió su Oscar honorífico como premio a su trayectoria, en el 2017, Donald Sutherland finalizó su discurso diciendo “no merezco esto, pero tengo artritis y tampoco merezco eso”. Esa frase, desprovista de toda ceremoniosidad, describía en buena medida el estilo interpretativo del actor, recientemente fallecido a los 88 años de edad. Es que Sutherland no fue casi nunca un actor “intenso”, de esos que parecía dejar la vida en cada papel: incluso hasta había un aire relajado en sus performances, una liviandad que no dejaba de ser muy humana y que en muchas ocasiones se reconvertía en un profesionalismo muy sólido, donde incluso lo dramático adquiría connotaciones muy precisas y medidas. Quizás eso explique -al menos en parte- por qué, a diferencia de compañeros generacionales como Dustin Hoffman, Gene Hackman, Jack Nicholson, Al Pacino o Robert De Niro, nunca tuvo siquiera una nominación al Oscar.

Su protagónico en Venecia rojo shocking, de Nicolas Roeg, es posiblemente una de sus actuaciones más intensas, al menos en momentos puntuales, aunque nunca llegue al desborde fácilmente oscarizable. Y eso que estaba todo servido para eso, a partir de la historia de John y Laura Baxter (Sutherland y Julie Christie), un matrimonio que, tras la trágica pérdida de su hija en un accidente, viaja a Venecia para que él trabaje en la restauración de una Iglesia, donde se encuentran con dos ancianas, una de las cuales es psíquica y les trae una advertencia que viene del más allá. Por fuera de lo sobrenatural, el film es una reflexión sobre cómo las huellas de las pérdidas pueden inscribirse en el pasado, el presente y el futuro, como hilos que atraviesan toda la senda temporal, incluso desafiando lo racional. Ahí tenemos, por caso, la terrible -y perfecta- secuencia inicial, donde a través de un magnífico trabajo de edición, lo rutinario estalla en mil pedazos, mientras lo realista se da la mano con lo sobrenatural.

A Roeg no parece interesarle tanto construir un drama sobre la pérdida -como sí lo sería Gente como uno (1980), film ganador del Oscar donde Sutherland volvería a interpretar a un padre que pierde un hijo-, sino indagar en cómo la memoria, la presunción, la intuición y las vivencias previas inciden en los traumas, presentes y futuros. Y en cómo el cine puede ser una maquinaria temporal y audiovisual para cimentar estos análisis, con un montaje a hachazos como herramienta principal: desde el primer hasta el último minuto, Venecia rojo shocking se constituye en un dispositivo donde cada objeto, suceso o sonido cobran relevancia, convirtiéndose en indicadores de lo que pasó antes o tendrá lugar. Todo es inestabilidad, falta de certezas y desconcierto, tanto para los protagonistas como para el espectador. O, más bien, una sola certeza: que hay una especie de poder mayor que se impone, progresiva y amenazantemente, arrastrando a los personajes.

La inquietud en Venecia rojo shocking es una muy particular, una que se cimenta sobre la falta de respuestas concretas, de pistas falsas o momentos súbitos donde el peligro se hace presente de forma concreta y a la vez elusiva, como la estupenda y angustiante secuencia donde John casi muere a raíz de un accidente en la construcción donde trabaja. En ese contexto, el espacio urbano de Venecia, junto con el idioma italiano, son herramientas adicionales que contribuyen a la desestabilización: lejos de lo pintoresco, exótico y turístico, son factores reconvertidos para el lado de lo siniestro y ajeno, de una otredad cuasi laberíntica. Y esto explota en los últimos minutos, donde la tensión va creciendo hasta lo insoportable, con John como eje del suspenso y marioneta de un destino al cual no logra escapar. Una de las claves, más allá de los logros formales y narrativos de Roeg, para que el horror crezca a partir del quiebre de los marcos convencionales de la realidad, es la performance de Sutherland: en su John Baxter vemos a un tipo aferrándose hasta último momento a lo racional, hasta que lo sobrenatural lo arrastra a una nueva tragedia.


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