
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
En su momento, Monk fue una de las series que me pasó de largo, quizás porque estaba explotando la edad de oro del cable y había muchas opciones disponibles. Pero la vida (y Netflix) da nuevas oportunidades y por suerte acá estamos, comentando una experiencia muy agradable, que incluso ofrece lecciones para el presente televisivo. Es que Monk es una serie híper amable que, a pesar de tener a un protagonista neurótico a más no poder, con una historia trágica que se suma como una gran mochila a su existencia diaria, se las arregla para ser extremadamente tierna y humorística, sin por eso dejar de coquetear con algunos tópicos oscuros. Creada por Andy Breckman, se centra en Adrian Monk (un inmejorable Tony Shalhoub), un brillante detective, con una memoria prodigiosa y un ojo atento a cada detalle, que sin embargo no puede ejercer como policía debido a que padece un trastorno obsesivo compulsivo que le impide desempeñarse adecuadamente no solo en esa profesión, sino en el mundo en general. Es por eso que no le queda otra que trabajar como consultor para el Departamento en casos complejos, siempre bajo la supervisión del Capitán Leland Stottlemeyer (Ted Levine) y el Teniente Randy Disher (Jason Gray-Stanford), que son sus principales respaldos cuando las cosas se complican, pero también sus más inmediatos beneficiarios cuando su inteligencia lo lleva a resolver enigmas sumamente desafiantes. Para todo lo demás, Monk cuenta con una secretaria todoterreno -primero Sharona (Bitty Schram), luego Natalie (Traylor Howard)- y un psiquiatra -inicialmente el Doctor Charles Kroger (Stanley Kamel), después el Doctor Neven Bell (Hector Elizondo)-, que están para ayudarlo, bancarlo, escucharlo y también quererlo. Es que Monk es un tipo muy querible, por más que despliegue un sinfín de obsesiones, miedos, paranoias y caprichos de todo tipo, además de un comportamiento que frecuentemente roza lo antisocial. Lo suyo -a diferencia de, por caso, el Doctor Gregory House- no es intencional y calculado, sino puramente instintivo, que es contrarrestado por su gran ética profesional. A todo eso se agrega la pérdida de su esposa en circunstancias sospechosas y resolver, lo cual se constituye en el caso que lo perseguirá durante todo el trayecto de la serie. Y claro, no hay que olvidarse del “caso de la semana”, sucesos delictivos donde la mayoría de las veces el espectador puede intuir fácilmente quién es el verdadero culpable, por lo que el dilema pasa a ser “el cómo”, o más bien, de qué forma Monk dilucidará la verdad. Aunque en parte todo eso es un telón de fondo para que podamos ver distintas vías y circunstancias por las cuales el protagonista lucha contra el mundo. Por algo cada episodio arranca o incluye el término “Mr. Monk”: todo se trata de indagar en sus características personales y cómo chocan con un contexto repleto de matices, donde San Francisco, la ciudad donde vive, juega un papel crucial. Con esa premisa narrativa y temática es que la serie se transforma en una gran comedia, aún incorporando momentos muy dramáticos. Por ejemplo, el décimo episodio de la quinta temporada, Mr. Monk and the Leper, donde Adrian debe lidiar con un sujeto ya curado de lepra, rebosa de una saludable incorrección política. En tanto, el onceavo capítulo de la séptima temporada, Mr. Monk on Wheels, en el que Monk le hace la vida imposible a Natalie, luego de sufrir un disparo en la pierna y quedar momentáneamente en silla de ruedas, es una obra maestra de la comedia física. Pero esos son apenas dos ejemplos dentro de una gran cantidad de episodios con una llamativa lucidez y consistencia. Con un elenco que se mantuvo mayormente estable y siempre con un gran desempeño actoral, un puñado de personajes simpatiquísimos y arcos narrativos muy coherentes, Monk es una muestra de que con poco se logra mucho, que a veces algunas ambiciones dramáticas no son tan indispensables y que puede alcanzar con plantearse la chance de un mundo mucho más divertido. Uno donde la neurosis puede ser encantadora y enriquecedora, porque alimenta la amistad, la lealtad y el cariño entre las personas.
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