Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Nicolás Galliano
Guión: Nicolás Galliano
Intérpretes: Ailín Salas, Nicolás Goldschmit, Leticia Bredice, Diego Alonso, Malena Luchetti, Daniel Pacheco, Gustavo Pardi, Irene Castel, Yasu Peltzer, Chucho Fernández, Nacho Toselli
Fotografía: Alejandro Lobbe
Montaje: Lobbe estudio
Sonido: Gonzalo del Peón
Duración: 73 minutos
Año: 2023
3 puntos
NO ENTENDÍ
Por Marcos Ojea
Un cruce de sensaciones toma cuerpo en este redactor al momento de escribir la crítica de El rectángulo de Angeles, la ópera prima de Nicolás Galliano. Enojo, hastío, duda, desconcierto. ¿Qué es lo que acabamos de ver? Una película que apenas rebasa la hora, filmada en Gualeguay, Entre Ríos, con una galería de actores de renombre, unidos por una característica que salta a la vista: salvo un par de excepciones, todos están muy mal. Y ahí vuelve la duda, la pregunta de si están mal a propósito, o si la propuesta los limita y hacen lo que pueden con lo que tienen. Quizás lo mejor sea explicar un poco, para no caer gratuitamente en la injusticia.
La historia arranca con Rafa (Nicolás Goldschmidt) y Nina (Ailín Salas), una pareja joven con algunos problemas a cuestas. El milita en un partido de izquierda; ella trabaja haciendo visitas en una fábrica de leche, lo que motiva los chistes de los amigos de él. Los conflictos son los clásicos: la plata, el tiempo dedicado a la pareja, la proyección a futuro. Galliano filma las discusiones, más algún momento de intimidad, echando mano de ciertas decisiones formales que resultan inexplicables. Por ejemplo, los repetidos planos de los pies, que deben querer decir algo, pero -mal por mí- se me escapa. Goldschmidt y Salas son dos intérpretes sólidos, con una vibra generacional que contribuye a sus personajes; sus arcos narrativos parecen ir hacia ningún lugar, pero compramos, aceptamos el recurso indie de una cámara inestable retratando las dinámicas de pareja.
Después… ¿qué pasa después? Tanto la película como sus invitados, nosotros, ingresan en un terreno pantanoso, indescifrable, que tiene como escenario el bar de un amigo de la infancia de Rafa. Ahí las voces se multiplican y aparecen los rostros inesperados (aunque anunciados por el póster, sí): Leticia Brédice, Diego Alonso, Daniel Pacheco, incluso, más adelante, el querido Nacho Toselli. Una aburridísima secuencia de presentación de los personajes da lugar a una trama criminal que irrumpe y descoloca. Tipos con máscaras, toma de rehenes, intereses cruzados, muertes. Se nombra al rectángulo del título. Se teje un misterio por detrás. Y todo está compuesto de manera tan arbitraria, que el resultado oscila entre lo absurdo y lo inentendible. Hay un concepto acá, pensamos. Una búsqueda, tal vez, justamente, de ese absurdo. Un espíritu bizarro, lúdico, que toma del teatro y de la performance y sólo busca divertirse, ser berreta a conciencia. No lo sabemos. En los papeles, puede que esa fuera la intención. Lo que devuelve la pantalla, y me permito citar un tango, da ganas de balearse en un rincón.
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