NO SOMOS TAN DISTINTOS
Por Mex Faliero
En 1983 Louis Gossett Jr. ganó el Oscar como mejor actor de reparto por Reto al destino y, para la estadística, se convirtió en el primer actor negro en ganar esa estatuilla. Ya por aquel entonces la Academia resaltaba estos logros, como quien dice que le caen bien los judíos porque tiene “un amigo judío”. Lo cierto es que Gossett Jr. se convertiría en uno de los actores negros más prestigiosos del cine norteamericano, por más que su trayectoria posterior pareciera indicar lo contrario, entre películas discretas y otras que resultaron absolutamente fallidas, o incomprendidas en su tiempo. En este lote se encuentra Enemigo mío, la película de ciencia ficción dirigida por Wolfgang Petersen (que venía de La historia sin fin) en la que el actor interpretaba a un alienígena que terminaba perdido en un extraño planeta junto a un humano con el rostro de Dennis Quaid. Lejos está Enemigo mío de ser una maravilla, pero es una película mucho más libre y osada de lo que aparenta a simple vista, y de lo que vieron los críticos en su momento.
Los humanos y los dracs mantienen un conflicto sin tregua, y precisamente ambos personajes representan a un integrante de cada especie. Si bien los protagonistas terminan habitando la inmensidad de un planeta, la película adquiere casi un carácter de film de encierro, con Davidge (Quaid) y Jareeba (Gossett Jr.) primero ejerciendo sus diferencias y sus ganas de matarse, para progresivamente ir dando lugar a un espíritu comprensivo y de aceptación del otro. Enemigo mío es una película pacifista, de unión entre diferentes. Un relato concentrado en el vínculo entre esos dos personajes que se sostiene gracias a la imaginación de Petersen, que construye un espacio visualmente atractivo y recurre a efectos visuales y prácticos que recuerdan -en una época donde el cine comenzaba a dar lugar a la tecnocracia de lo digital- a la ciencia ficción clásica. De ese encanto, que es visual y artesanal, Enemigo mío pasa a otro encanto, que es el de algunas ideas que se exponen con ánimo Clase B. Por ejemplo, Jareeba está embarazado (los dracs son masculinos y femeninos al mismo tiempo) y el nacimiento del pequeño es uno de esos momentos divertidos que la película dispone con cierta seriedad. No estoy del todo seguro que Petersen haya notado el carácter absurdo de algunas secuencias, pero vistas a la distancia resultan decididamente desopilantes como cuando Davidge sostiene en brazos al pequeño bebé drac y en secuencia de montaje le enseña diversos rituales paterno-filiales.
Más allá de unos giros hacia el final que sacan a la película de ese tono intimista que se había logrado, básicamente Enemigo mío es casi una película de cámara y de personajes, sostenida en las actuaciones de Quaid y Gossett Jr. El primero representando, como lo hizo durante buena parte de los 80’s, a ese tipo de humano algo canchero, extrovertido, al borde de la sobreactuación. El segundo, haciendo valer ese Oscar con algunos momentos unipersonales donde busca la emoción del espectador, aún detrás de kilos de maquillaje. Es de destacar aquel momento en el que canta una canción y enciende la pantalla de una manera mágica. Gossett Jr. tenía un porte que le daba presencia, pero a la vez una sensibilidad que le permitía trabajar una cuerda sensible poco habitual. Ese viaje que va en pocos años, por ejemplo, del duro sargento Foley de Reto al destino al querible Jareeba de Enemigo mío.
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