Título original: Richard the Stork and the Mystery of the Great Jewel
Origen: Alemania / Bélgica / Noruega
Dirección: Benjamin Quabeck, Mette Tange
Guión: Reza Memari, Philip LaZebnik, Mette Tange, Benjamin Quabeck
Voces originales: Jay Myers, Kyra Jackson, Simona Berman, Blake Farha, Jeffrey Hylton, Tim Heller, Jonathan Failla, Mala Ghedia, Dulcie Smart, Amalia Hohl, Erik Hansen, Monica Solem, Viktor Pavel, Philippe Zeidler
Dirección de arte: Freek Quartier
Montaje: Martin Wichmann Andersen, Benjamin Quabeck
Música: Eric Neveux
Duración: 84 minutos
Año: 2023
6 puntos
UN VUELO SIMPLE
Por Mex Faliero
Sin la necesidad de presentar personajes y avanzando sobre seguro, la secuela Una cigüeña en apuros: La joya perdida exhibe rápidamente sus intenciones: un montaje veloz nos muestra a una bandada de gorriones ladrones de joyas e, inmediatamente, a un grupo de cigüeñas preparadas para migrar. Sabemos, en algún momento ambas subtramas se juntarán y ahí estará lo interesante. Si novedad en el frente, a esta coproducción europea de animación dirigida por Benjamin Quabeck y Mette Rank Tange la hará sobrevivir más la gracia con que cuenta su anécdota que su voluntad de innovar o la búsqueda de alguna reflexión. En la vieja senda de la animación para chicos a lo Disney, Una cigüeña en apuros: La joya perdida es una fábula, una aventura en búsqueda de moraleja.
En la primera parte, Richard, el gorrión protagonista, terminaba siendo adoptado por una bandada de cigüeñas. Ahora, preparándose para ser el líder de la bandada, finalmente es dejado a un lado y -celoso- huye. Sin demasiada suerte de momento, porque en su búsqueda de aventuras termina relacionándose con aquellos gorriones chantajeados por el pavo real. Lejos del adocenado mundo familiar de las cigüeñas, la película encuentra en esa aventura, casi una heist movie con plumíferos, algo de adrenalina y movimiento, que la pone un poco por encima de sus intenciones más o menos mínimas y su animación estándar.
Como ocurre con mucha de la producción animada europea reciente, sobre todo la relacionada con el mainstream, hay una apuesta por el relato infantil que se agradece, sin la necesidad de caer en el guiño cómplice con los adultos. Así, nos obliga a los más grandes a conectar con las emociones en un nivel más profundo, menos complejo, pero más arraigado en nuestro inconsciente. Esas emociones básicas (y acá no hay un prejuicio) son las que hacen que la película necesite de lo simple, sin caer en discursos grandilocuentes que pudieran lastrarla. Y así se manifiesta, en resoluciones que apuestan por la buena conciencia de sus criaturas, la amistad y los vínculos amables. Por suerte, el duelo entre buenos y malos se resuelve por la vía de la acción. Y sus económicos 80 minutos le evitan estirar. Una película simple, pero ejecutada con honestidad y sabiduría.
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