Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Las sensaciones que prevalecían respecto a este nuevo viaje a la Tierra Media estaban marcadas más que nada por la incertidumbre: después de la potente trilogía -a pesar de sus desniveles narrativos- que fue El Señor de los Anillos, la de El hobbit se vio como estirada e incluso innecesaria. Por eso daba para preguntarse qué podía aportar -de nuevo, de estimulante- El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder, nueva producción de Prime Video. Es un dilema parecido al afrontado por sagas/franquicias como Star Wars y Harry Potter, al cual intentan resolver con resultados dispares. Y que continúa en esta serie creada por Patrick McKay y John D. Payne, que aborda la Segunda Edad de la Tierra Media, miles de años antes de los acontecimientos de los eventos narrados por los libros de J.R.R. Tolkien y las películas de Peter Jackson. El relato es, en verdad, varios relatos a la vez, que solo confluyen en algunos casos, en una era que arranca con una paz frágil, mientras el mal resurge rumbo a una nueva consolidación. Eso hace que, con la cantidad de personajes y subtramas, sea un tanto difícil seguir los acontecimientos y generar lazos de empatía consistentes con algunos de los protagonistas. Más aún porque acá juegan un rol mucho más relevante los elfos, que convengamos que son seres demasiado perfectos y distantes como para generar una fácil conexión con los espectadores. Los creadores parecen ser conscientes de eso y por eso hay un hincapié en la diversidad un tanto forzado de acuerdo a las demandas ideológicas de los tiempos actuales, pero también una voluntad por aferrarse a la estructura de los thrillers de enigma. De hecho, muchos conflictos se sostienen esencialmente por la ambigüedad de las intenciones o identidades de varios personajes relevantes. En esa estructuración, el enigma (y a la vez conflicto) más interesante es el de la joven Galadriel y su búsqueda incesante de Sauron, a quien cree no solo vivo, sino también con capacidad para incidir en la estabilidad de la Tierra Media. Buena parte de esta temporada gira alrededor del misterio sobre cuál de los sujetos que se va cruzando la elfa es en verdad ese ser maligno y esa búsqueda es la que también permite distinguir unos cuantos matices en ella, en cómo su personalidad es delineada por rasgos virtuosos, pero también acechada por componentes oscuros. Cuando esa trama pierde el centro, es cuando la serie sufre por acumulación y hasta luce un tanto pesada en su ritmo. Por eso los últimos tres episodios (Udûn, The Eye y Alloyed) son claramente los más tensos y vigorosos, a partir de cómo se van sucediendo distintas resoluciones a ritmo acelerado pero certero, con Galadriel como eje principal. Al fin y al cabo, es ella la que aquí refleja una de las preocupaciones centrales de la obra de Tolkien -y también la de Jackson-: cómo la línea entre el Bien y el Mal es mucho más delgada de lo que parece a simple vista. El gran problema de fondo es que El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder quiere ser mucho más que lo que le pasa a Galadriel, aunque el núcleo más atractivo esté en su lucha de voluntades con la encarnación de Sauron. El capítulo final hace caer prácticamente todas las máscaras y, aunque hay algunas revelaciones sean un poco previsibles, no dejan de tener lógica y potencia. El interrogante principal hacia adelante es qué nuevos misterios puede plantear la serie o si va a tratar de hilvanar ese componente esencial que tiene el material original -y que todavía aquí no apareció-, que es la aventura con rasgos eventualmente épicos. Algunos componentes narrativos (además de un despliegue técnico bastante impresionante) están para que eso suceda, pero a El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder todavía le falta un largo trecho para conmovernos realmente.
-Los ocho episodios de El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder están disponibles en Prime Video. Ya está confirmada una segunda temporada.
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