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Los superhéroes no matan… de risa (Parte 1)

Por Patricio Beltrami

(@Pato_Beltrami)

El estreno de Thor: Amor y Trueno renovó una vieja acusación sobre un sector de los usuarios de redes sociales contra la franquicia liderada por Chris Hemsworth y Taika Waititi: Convirtieron al Dios del Trueno en un payaso. Si bien no se pueden discutir los gustos de cada uno, resulta llamativa la pereza para argumentar y, además, la reiteración de lugares comunes que existen en estas denuncias en 280 caracteres. En este marco, hay un hilo conductor: la comedia es sinónimo de desprestigio. Está muy claro que, para parte del público objetivo, los superhéroes no matan… de risa.

La génesis del desprestigio de la comedia en el género se puede hallar en uno de los proyectos fundacionales en el formato audiovisual: Batman (1966). Dirigida por Leslie Martinson, la película no solo es anterior a la mítica serie, sino que adelantaría el estilo narrativo y estético que caracterizaría a una de las mejores adaptaciones en acción real del superhéroe. Batman fue ideada y desarrollada como una comedia sobre los personajes de DC Comics creados por Bob Kane, que contaba con autores y actores que comprendieron la apuesta desde la autoconsciencia, explotando al extremo las posibilidades del humor, entre inocente y disparatado, combinado con la exacerbación de los colores, vestuarios y ambientaciones influenciadas notablemente por el pop art.

Sin embargo, con el paso de los años esta experiencia comenzó a ser despreciada por las siguientes generaciones. Los cambios sufridos por Batman en las sagas de cómics durante los ochenta, con historias más oscuras y serias, fueron bien recibidos por los lectores, quienes rápidamente resignificaron la figura del vigilante de Ciudad Gótica. Si bien las dos películas de Tim Burton acusan la herencia de la adaptación encabezada por Adam West, a partir de la excelente Batman, la serie animada los universos audiovisuales relacionados con el personaje se tornan paulatinamente más solemnes, oscuros y dramáticos, tanto que los únicos rasgos de humor se encuentra ligados al sarcasmo o la ironía. Concretamente, las interpretaciones de Ben Affleck y Robert Pattinson apuntan en este sentido, mientras que Adam West es tildado de extravagante, kitsch o, directamente, ridículo.

En este marco, mayormente la presencia de comedia ha sido conflictiva para el actual Universo Extendido DC (DCEU), entre proyectos donde aparece forzada (versión Joss Whedon de La Liga de la Justicia) o fallida (Escuadrón Suicida o Aves de Presa). Sin embargo, la factoría perteneciente a Warner cuenta con algunos films que apuestan al humor dentro de relatos característicos del género. En primer lugar, Shazam! es uno de los largometrajes más sólidos que la compañía ha estrenado hasta el momento, con altas dosis de comedia mezclada con el drama de Billy Baxton y su familia adoptiva. El descubrimiento de sus poderes; las secuencias de entrenamiento y pruebas públicas de sus habilidades; las peripecias para ocultar su identidad; y las acciones y resoluciones propias de un adolescente sin consciencia del peligro que afronta ante un villano despiadado funcionan a la perfección y sustentan el camino del héroe exaltando la faceta cómica e inocente del personaje.

En tanto, Aquaman también integra efectivamente el humor dentro de una aventura submarina impulsada por una historia de amor. Aunque en principio se manifiesta a partir de sarcasmo, progresivamente se da espacio para que superhéroe participe de secuencias risueñas (festejo en el bar), quede en ridículo o realice comentarios soeces. Claro está, los protagonistas de ambos films, Zachary Levy y Jason Momoa, respectivamente, cuentan con dotes y timming para el humor. Sin embargo, buena parte de esta libertad creativa también se explica porque ambos proyectos están considerados en una segunda línea dentro del DCEU, lugar donde la comedia ha quedado relegada luego del fracaso de la regrabada La Liga de la Justicia.

En este marco, la única figura que une universos cinematográficos y comedia es James Gunn. Luego de algunos meses en los que presuntamente había estado despedido de Disney, Gunn se incorporó a DC para, en principio, encargarse de la secuela/reboot de Escuadrón Suicida. Con un estilo de humor políticamente incorrecto dentro de los márgenes de la corrección política, el realizador relanzó una franquicia que había quedado al borde de la ruina en 2016, otorgándole su impronta estética y narrativa a partir del humor negro, ácido, chabacano y absurdo, registros que no había podido exhibir en altas cantidades durante su paso por Marvel Studios – Disney. Autor aclamado por parte de la crítica y del público objetivo, Gunn obtuvo el crédito necesario para que DC le permitiera escribir Peacemaker, protagonizada por el mejor John Cena que se haya visto en pantalla. Más allá de conservar su estilo de comedia, a lo largo de la serie el autor logró profundizar el abordaje de los aspectos dramáticos de los personajes, aunque en ciertos momentos su impronta humorística queda de lado.

Más allá de los nombres, no hay dudas de que la comedia ocupa un lugar secundario en DC. De hecho, los únicos que osaron intentar que llegara a los proyectos principales del estudio fueron los propios ejecutivos con la llegada de Whedon para descartar el trabajo de Zack Snyder y “avengerizar” a La Liga de la Justicia. Esta decisión no solo fue un fracaso en todo sentido, sino que los fanáticos siguen repudiándolos hasta hoy (y continuarán insultándolos hasta el final de sus días). De esta manera, el humor queda relegado a proyectos de segundo orden que no afectan la imagen de la Trinidad (Batman, Superman y Mujer Maravilla); a la nostalgia sobre el Batman pop de Adam West; y a los proyectos de animación, donde se destacan dos grandes películas de Teen Titans Go!


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