Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Hay un artículo bastante interesante escrito en el sitio web Collider titulado How Chris Pratt lost his way as a leading man, donde se plantea que el actor, cuando saltó al estrellato a partir de la primera entrega de Guardianes de la Galaxia, aportaba un estilo distintivo -cómico, descontracturado- que lo mostraba renovador dentro del espectro hollywoodense. Sin embargo, con el paso del tiempo y las películas, fue repitiendo lugares comunes en la acción, la ciencia ficción y la aventura que avejentaron su figura, ya que se embarcó en proyectos donde no se explotaban sus mayores virtudes y potencialidades. Lo dicho en ese texto vale para analizar La lista terminal, una serie apenas correcta, que nos hace preguntarnos qué podía tener de particular para que alguien como Pratt se comprometiera con ella, teniendo en cuenta el tiempo y energía que demandan una producción de ocho episodios. Basado en la novela de Jack Carr, el relato se centra en James Reece (Pratt), un teniente comandante cuyo pelotón de Navy SEALs es emboscado durante una misión encubierta, siendo uno de los pocos sobrevivientes. Cuando vuelve a su hogar, lo que menos le espera es tranquilidad, no solo porque tiene recuerdos confusos sobre lo sucedido y su responsabilidad, sino porque va apareciendo evidencia que indica que hay fuerzas muy poderosas tras un experimento. Esos factores de poder intentarán silenciarlo a él y su familia, con lo que pronto queda embarcado en un trayecto en donde confluirá la búsqueda de venganza y los intentos por descubrir la verdad detrás de todo el entramado ilegal y las personas responsables. Hay que reconocerle a la serie creada por David DiGilio que no se anda con vueltas para presentar su conflicto -que ya queda claramente planteado al final del primer episodio, The Engram– y que a partir de ahí no se detiene, a partir de un ritmo casi siempre intenso. Lo mismo se puede decir respecto al nivel de fisicidad que maneja, gracias a una violencia sin tapujos, que incluso se permite una escena de tortura donde lo sanguinario se percibe de forma potente a pesar de estar parcialmente fuera de campo. La cumbre de esa apuesta por la acción sin freno se da entre el quinto capítulo y el sexto (Disruption y Transience), que son puro vértigo y tensión, una sumatoria de tiroteos y persecuciones con apenas un par lapsos reflexivos. Allí las decisiones y movimientos explican mucho mejor los dilemas y posturas de los personajes -especialmente de Reece- más que lo discursivo, que es probablemente la mayor dificultad que enfrenta la serie. Porque lo cierto es que La lista terminal despliega demasiados lugares comunes a lo largo de su narración: militares buenos como Reece que se aferran a nociones como el deber, el compañerismo y la patria; militares malísimos que traicionan a quien sea con tal de quedarse con plata; corporaciones malvadas que avanzan con toda clase de inmoralidades sin despeinarse; y funcionarios sin escrúpulos que no miden las consecuencias de sus decisiones. Y esa compilación de nociones con una agenda militarista, que no necesariamente está mal -al fin y al cabo, es una visión del mundo tan válida como cualquier otra-, se apoya en monólogos o parlamentos bastante pesados, además de varios esquematismos notoriamente superficiales. En esa vocación por remarcar casi todo lo que pasa o se dice, se arriba a un cierre donde la última vuelta de tuerca es tan forzada como previsible, además de innecesaria. La historia de Reece parece cerrarse ahí, aunque lo cierto es que hay cinco libros con el personaje, por lo que pueden esperarse nuevas temporadas, reforzando la orientación de Prime Video hacia las series de acción como Jack Ryan y Reacher. Sin embargo, hay unos cuantos elementos para corregir a futuro, de los cuales varios involucran a Pratt, que no se muestra del todo cómodo a la hora del drama. Y que, quizás, debería posar su mirada en otra clase de proyectos.
-Los ocho episodios de The terminal list están disponibles en Prime Video.
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