No estás en la home
Funcinema

BAFICI 2022: Mini-Críticas de Funcinema

El staff repasa la programación del Buenos Aires Festival Internacional de Cine de Buenos Aires, que se realiza del 19 de abril al 1 de mayo. 42 películas reseñadas.


A-ha The Movie de Thomas Robsahm y Aslaug Holm / 7 puntos


En las primeras imágenes del documental queda plasmada la relación actual del grupo. Cuando el entrevistador pregunta por qué no grabaron nuevas canciones para la gira que están haciendo, el tecladista Magne Furuholmen dice: “Porque es un nido de avispas, al final queremos rompernos la cabeza entre nosotros”. Esto define lo que será la historia de a-ha, una banda que nunca se separó, hace giras, pero entre los integrantes (además del antes mencionado están Pal Waaktaar-Savoy –guitarrista- y Morten Harket –cantante-), no hay una buena vibra. “Nos unió la música, no la amistad”, dice uno de ellos en otra parte del film. Todo este combo lo fueron llevando encima desde que se conocieron a fines de los 70 en Oslo. Toda la trayectoria está contada muy bien y recrea la historia del grupo desde sus inicios hasta la actualidad. Si bien las tensiones son constantes, los integrantes tienen una forma de ser que evitan o esconden confrontarse durante el documental cara a cara, haciéndolo solo cuando son entrevistados por separado. Parece que esto viene de hace mucho, porque cuando cuentan lo que sucedió con John Barry (hicieron el tema para una de las películas de James Bond que interpretó Timoty Dalton), cuentan que cuando les decían lo que tenían que hacer o los cambios que querían que hagan en la canción, ellos sonreían, asentían con la cabeza diciendo que sí y hacían totalmente lo contrario, lo cual les llevó a pelearse con el compositor. Lo más interesante está en la historia de la muerte del padre de Magne (murió en un accidente aéreo) y lo que le contó Morten, que él había visto cuando la avioneta en donde iba su padre cayó. Según el cantante fue la vez en que tuvieron una conversación que más los acercó como personas. También para resaltar está toda la creación de su hit Take on me, principalmente cuando muestran cómo eran las versiones anteriores a la que finamente quedó. Una de ellas tenía una especie de cacareo de gallo que hacia el cantante, que al escucharla es graciosa y extraña a la vez. Gabriel Piquet


Amancay de Maximo Ciambella / 7 puntos


La película son charlas o situaciones de un grupo de jóvenes que viven en Buenos Aires. La pequeña reseña antes mencionada puede parecer pobre, pero la película es eso, y a su vez es mucho más. Si bien hay dos personajes que son ejes centrales, una actriz y música (flautista) y otro actor que no parece tener trabajo o no lo muestran en la película, interpretados muy bien por Lucía Araoz De Cea y Adriano La Croce. Lo que sobresale es lo natural de los diálogos, charlas en algunos casos triviales (relaciones y ex parejas), otras con un nivel de profundidad y descripción (la del aborto) que genera empatía con esos personajes anónimos que uno puede vincular enseguida con algunos conocidos o amigos. El director aprovecha algunos momentos en los que interactúa con no actores para meter secuencias que podrían entrar dentro del registro documental, el diálogo en el cementerio o la fiesta en el pueblo, todo esto manejado de forma correcta logrando un equilibrio entre las actuaciones. Si bien los dos personajes principales tienen sus propias vidas, que sirven para que interactúen con otros personajes, entre ellos hay una tensión romántica/sexual que nunca explota. Otro dato interesante es que la mayoría de las escenas (principalmente los exteriores) están filmadas de noche, los personajes aparecen solo en algunas escenas de día, cuando comparten interiores con personas mayores o realizando actividades artísticas. Una película que sin grandes pretensiones termina siendo una sorpresa para mostrar a un determinado grupo social sin caer en estereotipos. Gabriel Piquet


A new apartment de Szu-Wei Chen / 7 puntos


La película puede funcionar como un ejemplo interesante de un tipo de producción audiovisual que se aproxima al género de forma tangencial, echando mano de algunas fórmulas básicas para predisponer al espectador de cierta forma, y luego correrse, sorprendiéndolo. En el fondo es un juego de lenguajes; la obra trabaja intensamente a partir de la presencia implícita del receptor, logrando, en un espacio de 20 minutos, generar un suspenso vinculado al terror y luego diluirlo y convertirlo en algo nuevo. Pero la cuestión, insisto, es que el corto de Chen logra exitosamente este movimiento sutil al aprovechar el vocabulario que el espectador trae de antemano y usarlo contra él. Un segundo corto, que no es de terror sino más bien una suerte de suspense existencial, se va colando tan lentamente que no nos damos cuenta hasta el final. Como los cuentos tradicionales, una suerte de La noche boca arriba pero cuya resolución, en lugar de revelarse mediante un golpe que shockea, se cuela sigilosa por las rendijas que abre nuestra expectativa. Franco Denápole


Así se rodó carne quebrada de Gonzalo García Pelayo / 6 puntos


Un grupo de actores y el equipo técnico de una película porno está haciendo un making-of. La película juega por varios niveles, uno es el film que están haciendo sobre un grupo de amigos que se encuentran para hacer intercambio de parejas. Un director que se acerca al cine porno por primera vez, su relación con su pareja (una de las actrices); otro, un director de fotografía que aprovecha para tener sexo con las actrices (con ecos del cine de Jesús Franco); el grupo de actores, una actriz porno venezolana, un actor porno español, una pareja de actores argentinos y la mencionada actriz que es la amante del realizador. Cada uno de ellos será la representación de estereotipos. El intelectual, el viril, la astuta y la divertida. Después está el making-of en el que se entrevista a personajes de las diferentes ciudades en donde filma y a los actores sobre su experiencia en la película. Los temas de la película filmada, los viajes y el sexo, también son los motores para que el falso making-of funcione. Aparecen hermosos paisajes de la frontera de España y Portugal que sirven como marco para relacionar la naturaleza y su vitalidad. La película tiene humor, a veces le funciona, a veces algunos de los actores están en un registro impostado y no termina de convencer. Es arriesgada y más allá de sus imágenes de sexo explícito trata de hacer cine dentro del cine jugando con lo más sencillo y lo más profundo, como cuando uno de los entrevistados canta o recita una poesía. Gabriel Piquet


Bad Attitude: The Art of Spain Rodriguez de Susan Stern / 7 puntos


El documental está hecho para homenajear a uno de los pioneros del movimiento del comic underground que surgió a fines de los 60 en EE.UU. El trabajo que muestra la realizadora (viuda de Spain Rodriguez) es exhaustivo y no esquiva los momentos en los que el personaje estuvo en el eje de la polémica. Hay un repaso por su juventud en Buffalo, su pasado en una banda de motoqueros, su llegada a New York en 1966, su radical mirada política, la creación de uno de sus iconos gráficos, la historieta Trashman. La mirada sexista que tenía sobre las mujeres, principalmente en sus historietas, que le trajo confrontaciones con grupos feministas. La llegada a San Francisco en donde junto a sus compañeros de movimiento, entre ellos Robert Crumb, crearon Zap Comix, publicación emblemática de la contracultura norteamericana. Hay hechos polémicos de su vida, que la realizadora pone en pantalla: uno es el sucedido en la década del 50 cuando Spain era parte de una pandilla de Buffalo, con la que golpearon y humillaron a un gay que ofrecía sexo por dinero. Esto quedó plasmado en uno de sus trabajos llamado Dessert. Muchas de las mujeres de su vida salen a defenderlo, ahí es donde el documental formula interesantes miradas sobre cómo las dibujaba, sobre la forma sexualizada en que las presentaba, sobre las contradicciones que genera inclusive en algunas artistas feministas. Spain Rodriguez era un provocador, eso se ve a lo largo de su vida. No cambió, pero la llegada de su hija (la artista Nora Rodriguez) lo ablandó un poco. Toda esta conmovedora relación se ve al final, en un momento que saca al documental de las imágenes de archivo histórico y las entrevistas para mostrar un lado más íntimo. Gabriel Piquet


Bienvenidos al infierno de Jimena Monteoliva / 5 puntos


Narra la historia de una chica solitaria, un embarazo no deseado, el encuentro entre una abuela y su nieta y una banda de rockeros perversos; en su desarrollo se adivina el intento de introducir al subgénero del terror satánico una perspectiva femenina, vinculándose, al hacerlo, a un tratamiento de lo demoníaco y la figura de la bruja como ícono feminista, el cual se observa ya hace unos años en diversos ámbitos artísticos y académicos. Lo que la película de Monteoliva hace, más allá de esta contextualización, es contarnos una historia alternando dos momentos cronológicos distintos, ambos protagonizados por una mujer que, se adivina, no ha tenido una vida fácil. Los dos tiempos se corresponden con dos espacios, que al final de la película se encuentran: la casa de la abuela, perdida en el bosque, y el galpón en donde la joven vive junto a la banda de death metal y su líder, con el que tiene un amorío que la deja embarazada. El circular de la trama a lo largo de gran parte de los 90 minutos es perezoso y algo torpe. Las imágenes que se nos presentan, que quieren por momentos ligarse, de forma consciente, a cierta estética de lo satánico que nos retrotrae a los ‘80, no adquieren la potencia visual que este tipo de relato requiere. Lo de terror que podría llegar a tener Bienvenidos al infierno se diluye gracias a esto, a las puestas en escena que tampoco dan la talla pero, sobre todo, a una ausencia casi total de ritmo narrativo, a raíz de la decisión de alterar la representación del tiempo. Lo que nos queda es una película en gran medida aburrida, en la que apenas se adivinan ciertas decisiones de estilo interesantes, y que recién al final nos enseña algunas de las cosas que podíamos esperar de una propuesta con estas intenciones. Franco Denápole


Camouflaje de Jonathan Perel / 8 puntos


Es un documental en primera persona sobre el escritor Félix Bruzzone y su relación directa con Campo de Mayo, la base militar argentina que fue uno de los centros de detención durante la última dictadura militar, aunque más puntualmente el lugar en donde secuestraban y retenían gente, conocido como “El campito”. Su madre fue vista con vida por última vez en ese lugar. Bruzzone fue a vivir en 2006 a un barrio aledaño, sin saber lo que después descubriría, que su madre estuvo detenida ahí. El documental nos muestra a Bruzzone corriendo alrededor del Campo de Mayo, como un runner que veríamos en un parque o plaza. Esto se va intercalando con entrevistas o charlas con los vecinos o conocidos del lugar, que le van mostrando y contando cosas relacionadas al inmenso predio. Hay muchos sectores abandonados o por donde se puede pasar, esto le sirve al realizador para hacer una especie de logística del lugar. Los entrevistados poco tienen que ver con la actividad militar, pero le van dando información, que podría ser usada para indagar en Campo de Mayo. Se le suman a la historia una militante que pasó por el sufrimiento del “Campito” y hasta una joven que dice sacar tierra del lugar para venderla en Plaza de Mayo. Afirma que si te venden en Berlín partes del Muro, por qué no llevarse de recuerdo tierra de uno de los campos de concentración más grandes de la Argentina (esta escena parece la más ficcionalizada del documental). Sobre el final hay una carrera de obstáculos llamada “Killer Race”, que se hace dentro de Campo de Mayo. El protagonista es uno de los corredores, y eso le sirve de alguna forma para poder estar más adentro del lugar de lo que ha podido estar. Siempre hay una sensación de que Bruzzone quiere meterse en el lugar, quiere saber la verdad sobre lo que pasó con su madre. Pero como lo muestran en varias oportunidades (como la escena en la que los militares los sacan a él y unas investigadoras) ese enorme parque/base vigilado sigue siendo un lugar que genera miedo, un lugar que sigue guardando secretos aunque la gente pase todos los días y no le dé importancia. Gabriel Piquet


Carrero de Fiona Lena Brown y Germán Basso/ 7 puntos


Ale, un joven de 17 años, se enfrenta a varias disyuntivas debido condición económica. Una de ellas: estudiar o trabajar; inclinarse por la segunda le trae graves problemas con su madre, que decide echarlo de su casa. La principal virtud de Carrero radica en la fidelidad con la que retrata la marginalidad juvenil argentina, factor que la hermana directamente con la magnum opus de Adrián Caetano, Pizza, birra, faso; aunque a diferencia de esta, transcurre en un barrio periférico de la ciudad de La Plata (Las Malvinas) y está protagonizada en su totalidad por no-actores. Esta búsqueda realista con base en el diletantismo de la puesta contrasta rotundamente con el trabajo en la fotografía a cargo de Emilia Oldrino y Fiona Lena Brown, sobre todo en las escenas nocturnas, donde prevalecen esos planos a contraluz que dotan al film de un carácter refinado y sombrío a la vez, más sin dejar de lado sus intenciones testimoniales. Carrero es un crudo retrato de la cotidianidad de cierto grupo de jóvenes de nuestro país abordado con sumo respeto y, sobre todo, conocimiento. Todo lo contrario a varios films actuales con intenciones exclusivamente aleccionadoras que se valen de la problemática por mera satisfacción personal. Martín Philippi


Cerdita de Carlota Pereda / 7 puntos


Un pequeño pueblo en la región de Extremadura. Mucho calor. Sara es humillada por otros jóvenes debido a su sobrepeso. Su familia es dueña de la carnicería, ella es la cajera. Un día en que sale a bañarse a la piscina pública, es atacada por tres chicas que la llaman cerdita. Por lo tanto huirá del lugar luego de que las otras jóvenes le roben la ropa. En un camino aledaño se encontrará con una camioneta manejada por un psicópata, y en su interior están las chicas que le hacia bullying. El psicópata no la atacará y Sara no dirá lo que vio. El cine español tiene una tradición de historias perturbadoras filmadas en pueblos pequeños, en los que se realzan los estereotipos, en su mayoría la gente del lugar, los policías, vecinos, jóvenes. Lo original del film está en el personaje que interpreta Laura Galán (Sara), una chica introvertida y manejada por su madre que sufre las burlas de las otras chicas, lo que impide que se anime a mostrar su cuerpo libremente. En el final hay una vuelta de tuerca a la idea de venganza, que podría haber ido hacia un lugar común, pero no lo hace. Interesante muestra del cine de terror español, que sigue sumando logros desde hace varias décadas. Gabriel Piquet


Clementina de Agustín Mendilaharzu y Constanza Feldman / 8 puntos


La película está dividida en cinco actos, son diferentes situaciones en la vida de una pareja durante el confinamiento por la pandemia. Otra gran comedia de la productora El Pampeano (Mariano Llinás, Agustín Mendilaharzu, Laura Citarella y Alejo Moguillasky), en este caso nos muestra a Clementina (un personaje que genera tranquilidad en toda la película), interpretado por Constanza Feldman. Al igual que en la película de Alejo Moguillansky, La edad media, vemos a una pareja de artistas que debe lidiar con la situación pandémica y el poco trabajo. Situaciones comunes como, interactuar con los gremios de un edificio (pintores, plomeros); problemas de espacio en el departamento; relacionarse con los vecinos; ayudar a su padre en la puesta a punto de un departamento que quiere alquilar. Todas estas cosas, irán haciendo crecer al personaje de Clementina, que se diferencia de su aniñada pareja que parece escaparle a las responsabilidades. Con dos años de pandemia encima, algunas de las situaciones entre paranoicas/obsesivas que los personajes tienen con respecto a las distancias y la higiene al interactuar con gente de afuera (la escena con el pintor) se hacen risueñas y nos identifican a todos en los primeros meses de estar encerrados. Es muy bueno todo el trabajo de sonido, no solo la toma directa de los diálogos, sino también el remarcar los efectos sonoros para que todo sea más absurdo. En el primer acto, esto queda bien notorio en la escena que Clementina intenta llegar al balcón, logrando un buen momento de comedia física. Otro gran gag sucede en el cuarto acto, durante la firma de un contrato: están el inquilino, la propietaria y el garante, van haciendo una ronda en donde a la cuenta de tres se pasan de contrato en contrato para mantener el distanciamiento en el departamento. Lo que han logrado Feldman/Mendilaharzu es que nos cause risa lo cotidiano en un entorno raro, no solo por la pandemia, sino por todas las costumbres que fuimos asimilando en estos tiempos tan extraños. Gabriel Piquet


Deserto particular de Aly Muritiba / 7 puntos


Antonio Saboia interpreta a Daniel, un hombre que, afligido por su presente, decide dejar todo atrás y viajar hacia la otra punta de Brasil para encontrarse con Sara, una mujer a la que conoció por internet. La decisión de ubicar la secuencia de títulos a la media hora película -momento en que Daniel emprende su viaje- habla de un Muritiba convencido de su determinación autoral. Este punto, que simbólicamente marca un nuevo comienzo del film, acarrea consigo una serie de cambios significativos tanto desde lo visual como desde lo emocional. En primera instancia, el film vira hacia una estética mucho más refinada dejando atrás esa paleta de colores fríos para pasar a una más cálida y colorida; en alusión al estallido de las emociones reprimidas que experimenta el protagonista en su nuevo destino. Asimismo, si previamente veíamos la acción a través de los ojos de Daniel, a partir de este momento se compartirá el punto de vista entre él y Sara -luego de revelado su secreto-, en una pertinente búsqueda por aproximarnos a esta y sus demonios. Sin embargo, el mayor acierto de Deserto particular radica en el inteligente juego simbólico entre recorrido -literal- y recorrido -hacia la liberación personal- que atraviesa el protagonista. Martín Philippi


Después de Catán de Víctor Cruz / 7 puntos


El director no pudo terminar un documental sobre González Catán, uno de los lugares elegidos para ser el vertedero de basura de gran parte de la Ciudad de Buenos Aires y el AMBA, de las consecuencias que esto trae y los problemas que los vecinos van teniendo en su salud. El ensayo de Cruz tiene como uno de sus puntos de partida este tema, aunque esto solo sea un eje conductor para hablar de su cine, su carrera como documentalista, su frustración no con lo que hace sino para quien lo hace. El sentir impotencia ante lo que muestra, no logrando cambiar nada, como le sucede a una de sus entrevistadas que hace años pelea por lo que parece ser una causa perdida. Hay momentos en que habla de la cinefilia, lo que pensaba que era el cine y sus recuerdos de Sábados de Súper Acción (imágenes de The Searchers, The Thing y The Bridge on the River Kwai), y lo que terminó siendo su carrera volcada al documental y la docencia. En un tramo del documental cuenta una interna relacionada con el mundo del cine, tiene una disputa con un investigador y coleccionista argentino muy famoso por un cortometraje que él posee de Alberto Fisherman. Hace una analogía con el tema que trata (la basura), dice que parecen dos cartoneros del audiovisual disputándose ese material. El ensayo son desechos de varios trabajos suyos, a diferencia de lo que se hace en la mayoría de los casos que muestra, no elige esconderlos, trata de armar con lo poco que tiene un retrato honesto de lo que siente. Gabriel Piquet


Edouard and Charles: Vas-Tu renoncer? de Pascale Bodet / 6 puntos


Es una adaptación libre de la amistad que tuvieron los dos artistas del Siglo XIX, el poeta Charles Baudelaire y el pintor Edouard Manet. La historia está ambientada en el mundo cultural/intelectual de la París de hoy. Dos amigos que no están pasando por el mejor momento creativo conocen a un extranjero llamado Gulcan, entre los tres comenzará una relación absurda, que pondrá en valor la idea de qué es la amistad. Hay todo un recorrido casi turístico que hacen los personajes, se encuentran siempre de forma “casual” en cafés, museos e instituciones que representan el arte. Lo más divertido de la película es el personaje de Serge Bolzon, el extranjero que hace de nexo, por decirlo de alguna manera, entre los dos amigos artistas. Tiene unos gags muy divertidos cuando intenta aprender francés, sobre todo el que se pone una máscara mientras intenta comunicarse con Edouard en un bar, haciendo inentendible lo que quiere decir. Se nota que los franceses siguen teniendo una tensión entre su comedia popular y la más intelectual. En este film, la fusión de ambas corrientes logra buenas conexiones. Gabriel Piquet


El arponero de Mirko Stopar / 8 puntos


Si sobre Film, the Living Record of Our Memory, otro documental de esta edición del BAFICI, decíamos que era un documental monológico, cuyos sentidos se encontraban demasiado controlados por una voz dominante, El arponero funciona como su contraejemplo. En un trabajo en conjunto entre Argentina y Noruega, Stopar se dedica a reconstruir la vida de un hombre polifacético: Lars Andersen, arponero de ballenas legendario, referente de generaciones posteriores y casi un héroe nacional, pero cuya cercanía con el nazismo le terminó costando un exilio a Buenos Aires, donde se vinculó con Perón y tramitó la ciudadanía argentina antes de regresar a su país de origen. El documental se aproxima más al estilo poético o expresivo que al argumental, puesto que en ningún momento la figura de Lars es sometida a algún tipo de juicio. Stopar se permite estructurar un diálogo de voces y materiales diversos, desde archivo y entrevistas hasta recreaciones ficticias y una narración que no teme tomarse licencias poéticas e interpretativas. Todos esos fragmentos articulan un trabajo que por momentos se aproxima al montaje experimental, aborda un tipo de narración épica más próxima a la ficción, y no deja de establecer fechas y sucesos históricos concretos que permiten hilar el relato. Se da un verdadero cruce interdisciplinario, cuyo resultado es una producción por momentos verdaderamente fascinante. Franco Denápole


El contador de cartas de Paul Schrader/ 7 puntos


De ascetismo sabe mucho Schrader, lo ha aprendido de sus grandes maestros, entre ellos de Robert Bresson. Un ex militar sale de la cárcel luego de estar encerrado diez años y se dedica a jugar en los casinos. Es un nómade que sigue rígidamente una rutina y guarda secretos. Los más visibles pertenecen al orden lúdico y le permiten sobrevivir; los otros, forman parte de un pasado de victimario, torturador de musulmanes. Entonces, el monstruo frío e implacable que era muta en este frío contador de cartas, obsesionado por los rituales y las estadísticas. No obstante, lo propio del plan es que falle. Una mujer, una financista de tipos como él, aparece en su camino y moverá otro tipo de fichas, las internas. Al mismo tiempo, un reencuentro también alterará sus pasos. Como suele ocurrir con las películas del director, el tema de la redención halla una nueva variación en esta clase de hombres con pasados violentos, anclados en cuerpo y alma, fruto de las contradicciones que los gobiernan más allá de sus decisiones. Todo esto envuelto con una estética despojada, de pocos diálogos y una iluminación cercana al inframundo, ese barro en el que se vive acá, como en el infierno de Dante. Guillermo Colantonio


El filmador de Aldo Garay / 7 puntos


En 1950 el escritor e intelectual José Pedro Díaz (formó parte de la llamada generación del 45 en Montevideo) consiguió una beca junto a su mujer Amanda Berenguer (reconocida poetiza latinoamericana) y emprendieron un viaje de dos años por Europa. El registro de ese viaje consistió en un diario escrito por Díaz, fotografías y varias filmaciones que realizó con una cámara que compró en París. Estas latas que contenían los rollos fueron restauradas y el realizador del documental las utiliza para apoyar los textos que leen de su cuaderno escrito y transformarlo en un diario fílmico. Por lo que cuenta su hijo (quien aparece en varios momentos del documental), Díaz era un hombre que carecía de espontaneidad, releía sus obras escritas más de una vez e inclusive ante alguna crítica se deshacía de ellas. Como queda demostrado en un momento en el que dice que tiró una novela que estaba escribiendo en Europa. Hay un gran momento que se destaca en sus filmaciones, su estadía en España, hay unas imágenes de campesinos trabajando, en donde se muestra la pobreza y el atraso que sufrían bajo la dictadura de Franco. La visita que hacen a la casa de Antonio Machado y su visita a la Alhambra en Granada, a la que se refiere como el único lugar en el que había colores en ese momento de España. Su mujer lo opacaría de alguna manera en sus ambiciones literarias. En un momento del relato de su diario, él ya ve en ella alguien que sigue sus convicciones y que logrará sus objetivos, algo que sucedería años después. Su hijo siempre se preguntaba por qué nunca había hecho visible ese material que filmó, aunque en un momento del documental comenta que su padre le decía, seguramente en algunos años se vería. Garay logra rescatar este material, pudiendo hacer un solo relato escrito/fotográfico/filmado, mostrando a un hombre interesante, con varias inquietudes artísticas, que terminó su carrera vinculada a lo literario. Gabriel Piquet


El fulgor, de Martín Farina / 8 puntos


Las películas de Farina exceden cualquier categorización. El fulgor se presenta como un documental, sin embargo, la transformación alucinante de lo real que opera en su interior hace estallar todo intento de clasificación. Hay un arco observacional, signado por el maravilloso ojo fotográfico del joven director, que va desde una serie de tareas campestres hasta la celebración del carnaval en las calles de Gualeguaychú. Los dos ámbitos, el paisaje rural y la fiesta son reformulados más allá de sus estereotipos y de las convenciones esperables porque lo que predomina es un culto a las sensaciones, la postulación de una otra realidad, la cinematográfica, en estado puro (como si volviéramos a las vanguardias de la década del veinte). Por un lado, las actividades del campo remiten a un naturalismo que no escatima en buscar belleza en aquellos lugares que muchos rechazarían, por ejemplo, la carne colgando, las achuras desparramadas o los restos consumidos por moscas. Por otro, ámbitos que son despojados de machismo en su significación y que habilitan una mirada diferente a partir de un montaje que fragmenta espacios y cuerpos en una lógica erótica (esa que tan bien ha trabajado Farina en sus películas). Ese erotismo contiene dosis de sensualidad y de misterio y apenas discernimos si lo que vemos es parte del sueño o de la vigilia, territorio de la razón mundana o de las proyecciones del deseo. Película de texturas, una sinfonía de colores y de sonidos, y de una potente originalidad que confirma una vez más la solidez del realizador. Guillermo Colantonio


El monte de Sebastián Caulier / 7 puntos


Desde la aparición de los escritores de la llamada “Nueva novela latinoamericana”, han surgido diversos movimientos artísticos que reivindican una mirada de esta parte del mundo centrada en la búsqueda de una identidad que se basa en los fenómenos de mixtura de etnias y sincretismo cultural; en otras palabras, una visión decolonizante, que apunta a recuperar no solo el componente occidental-europeo de la realidad latinoamericana sino también el indígena-originario. Esta introducción, tal vez algo larga, responde a la necesidad de contextualizar la nueva película de Caulier, que se enmarca dentro de una serie de corrientes del cine latinoamericano que heredan la visión de autores como Carlos Fuentes, Alejo Carpentier o Juan Rulfo y construyen relatos próximos al realismo mágico, ubicándose en espacios no alterados por los avances de la civilización. Dicho todo esto, la pregunta es qué tan bien logra el largometraje de Caulier introducir al espectador en ese territorio que en este caso es el monte formoseño. Hay, sin duda, algunos elementos interesantes en este aspecto, como por ejemplo el modo en que se utiliza de forma sutil y efectiva el fuera de campo en sintonía con el apartado sonoro. La construcción de los personajes también es correcta y refleja esta idea del choque entre lo antiguo/salvaje (representado por la figura del padre ermitaño que habita el monte)  y lo nuevo/civilizado (el hijo universitario que decide visitarlo). Más allá de estos aciertos, hay poco que reprocharle al trabajo de Caulier, que con poco presupuesto y pericia técnica y narrativa logra un relato atrapante y enigmático. Franco Denápole


El pa(de)ciente de Constanza Fernández / 6 puntos


El doctor Graf es oftalmólogo. Su paciente le habla y le habla mientras él lo examina. Entre otras cosas, destaca la frialdad de los médicos cuando comunican diagnósticos terminales. Graf, quien solo se concentra en la receta que está haciendo, lo mira y le dice que la ciencia es enemiga de la empatía. Pocos minutos después, como si se tratara de una ley karmática, se inicia su propio calvario cuando se entera de que padece el Síndrome de Guillain-Barré, una afección que comienza con un hormigueo y paraliza su cuerpo al punto de que debe ser hospitalizado para realizarse transfusiones de sangre. Si el mundo de Graf era una especie de castillo en el que el entorno familiar deambulaba para complacer al viejo, ahora se transforma en un martirio para quienes lo rodean. Lo interesante de la película es que rompe con los estereotipos del sufrimiento vistos comúnmente en el cine. La enfermedad para el protagonista no implica ningún descubrimiento en especial, ni un viaje espiritual por su interior provocado por las circunstancias. Sigue siendo un tipo intratable. Del mismo modo, quienes lo rodean y lo conocen soportan estoicamente la situación sin victimizarse, sobre todo su mujer, pragmática y de una entereza notable. En todo caso, la película hace foco en las deficiencias de un sistema de salud que es para pocos, para quienes pueden pagar, y que se muestra como una maquinaria robótica donde cada especialista hace su discurso tecnocrático. Entonces allí vuelve a resonar la frase inicial que, con magnífica ironía (diría Borges), ha pronunciado Graf: la ciencia es enemiga de la empatía. Guillermo Colantonio


El sistema K.E.OP/S de Nicolás Goldbart / 7 puntos


Un director de cine llamado Fernando Blanksy presencia un suicidio que lo deja perturbado. Su familia (mujer e hija) lo tienen como un vago. Tentado por una organización piramidal llamada K.E.OP/S, que le asegura que su vida cambiaré, se conecta a su sitio web. Todo esto es una trampa para comenzar a espiarlo y acecharlo. Uno de sus mejores amigos (un actor bastante violento al que él un poco desprecia/envidia) lo comenzará ayudar para investigar quién lo está observando y qué hay detrás de esta organización. Todo esto antes mencionado es una excusa para comenzar este hermoso delirio que le sirve al director para utilizar referencias cinematográficas de los thrillers paranoicos/conspirativos que se hacían en la década del 70, con el agregado del humor como elemento esencial para que la historia siga adelante. Las actuaciones de Daniel Hendler y Alan Sabbagh están otra vez en estado de gracia, toda esa relación que va creciendo a medida que la película avanza nos muestra uno de los temas de los que habla la película, la amistad (referencia al cine de Sergio Leone incluida). La forma en que nos muestra el barrio de Belgrano es otro hallazgo, lo que en el cine norteamericano seria común acá sirve para homenajear lugares en donde seguramente el realizador vive, vivió o pasó alguna etapa de su vida. La escena de la Galería Río de La plata (con homenaje incluido a Splatter house) es uno de esos momentos. La película tiene momentos violentos y sangrientos, que son matizados con mucho humor negro, eso se nota sobre en el final. Ya nadie va estar seguro en su casa o departamento, ya nadie va a sentarse o caminar tranquilo por la Plaza Manuel Belgrano, cerca de la iglesia redonda, porque K.E.O.P/S te vigila. Gabriel Piquet


Fanny camina de Alfredo Arias e Ignacio Masllorens / 5 puntos


Una actriz icónica, Fanny Navarro, es la excusa para una película que no elige necesariamente la crónica histórica como modo de relato. Su campo de trabajo, fotografiado en un distinguido blanco y negro, se destaca por lo técnico, pero no logra disimular un lastre teatral, producto de dramatizaciones antes que actuaciones, y un manejo arbitrario de los materiales estéticos utilizados. La historia atraviesa el camino que Navarro recorrió durante el primer gobierno de Perón, su identificación política, la relación con Eva Duarte y el romance con su hermano Juan, entre otras referencias, hasta sufrir la persecución de los militares. Pero el foco se deposita en la superposición de tiempos, como si los directores evocaran a un fantasma para que dé testimonio del pasado y, al mismo tiempo, interpele el presente. Entonces veremos a la actriz caminando por unas calles de Buenos Aires que podrían ser las de ayer, las de hoy y las del futuro. El otro inconveniente que surge es que la apelación a la alegoría de los tiempos que corren mata al personaje, muy rico en matices y que tal vez merecía un acercamiento más profundo, y no ser una mera excusa para la queja habitual, escondida en metáforas ampulosas. El resultado es una propuesta inflada proveniente del teatro que utiliza al cine “para”. Guillermo Colantonio


Film, the Living Record of Our Memory de Inés Toharia / 6 puntos


Toharia, reconocida directora española de documentales, se aproxima en su último trabajo al tema de la conservación de material audiovisual: su método, su historia, su trasfondo ideológico y político pero sobre todo su razón de ser. En efecto, Film… se plantea como un documental de urgencia, esforzándose en lograr que el espectador tome dimensión de todo lo que se ha perdido a causa de la ausencia de una correcta conservación, y las implicancias que esto tiene a nivel cultural y social. Para lograrlo, echa mano de las clásicas herramientas del documental expositivo clásico: material de archivo, bustos parlantes, organización argumentativa, citas (en este caso puntual, bastante inconexas con el objetivo y el tema del largometraje), etcétera. Se trata de un buen documental retórico, casi un videoessay, pero más orientado a la divulgación de un problema que se plantea como importante antes que al análisis crítico profundo. En este sentido, el trabajo de Toharia cumple con creces lo que cualquiera le exigiría a un documental serio de este estilo, principalmente, gran variedad y buena calidad de entrevistados (incluyendo algunas figuras famosas puestas allí para legitimar el discurso) y material de archivo interesante acompañado y dispuesto de forma atractiva. Y sin embargo, el documental dura dos horas, de las cuales, no cabe duda, sobra al menos media. Las consignas se vuelven repetitivas y llegan a perder interés, más aún cuando el discurso es tan monológico, se encuentra tan controlado por una voz que orienta lo que debemos pensar y sentir. Franco Denápole


Formula selvagem de Flavio Carnielli / 6 puntos


El lugar es Panamérica, un país en el que un presidente organiza una carrera de autos mortal. El que se niegue a participar será buscado por los militares. La película bebe de la explotación del cine de los 70 y 80, se hace cargo y tiene la valentía de transformar las limitaciones de aquellas películas de las que tomó influencia, como Death Race 2000, Mad Max y todas las imitaciones salidas de Italia, utilizándolas a su favor en la era digital. Hay una fotografía  de video que parece que todo fuera un programa de cable, los efectos digitales son básicos pero efectivos, las persecuciones en auto le dan un toque regional (la utilización de muchos autos Volkswagen Escarabajo), todo esto sostenido por actuaciones muy dignas para este tipo de películas de baja producción y muchas ideas visuales que ayudadas por un montaje frenético hacen llevadera la película. Más allá que pueda parecer obvia la mirada que se tiene sobre un estado controlador y una TV pasatista que ayuda a fomentar la violencia, hay algunas cosas que dicen los personajes que no están lejos de la realidad. El final queda a mitad de camino, porque deja abierta una posibilidad de que algunos personajes aparezcan en una segunda parte. Hay mucho humor negro en todo el film que genera situaciones divertidas, el eslogan que más se repite es “Sangre en su auto, gasolina en las venas”, que algunos de los comentaristas de las carreras repiten como mantra. Gabriel Piquet


Icare de Carlo Vogele / 10 puntos


Hay algo muy interesante en la forma en la que Icare se aproxima al mito griego. Lejos está de la épica romántica de Troya, o más aún de sus versiones degeneradas, ese subgénero de exploitation que se ha instalado con películas como Furia de titanes, Inmortales o la icónica 300. El relato que construye Vogele toma partes de los mitos del laberinto del minotauro, el de Ariadna y el de Ícaro y Dédalo, y se aleja de la figura del héroe guerrero para narrar una historia íntima y, por momentos, de una gran ternura. El estilo de animación elegido le permite sostener cierto cronotopo mítico, la sensación de estar ante una leyenda: no hay mejor forma de lograr este efecto que apuntar a un dibujo (similar al de las vasijas de la antigua Grecia) alejado del mainstream, para introducir al espectador en un espacio nuevo, liberado de las fórmulas de la animación más popular y reconocible. Sus personajes son también, en su mayoría, verdaderos habitantes del mito: representan conceptos (como diría Barthes); sus historias funcionan como significantes de otra historia que es el mito, un conjunto de sucesos que buscan transmitir una cosmovisión y hasta una ideología particular. Sin embargo, si hay algo que hace que Icare vuele (si se me permite la metáfora fácil), más alto que una simple pero correcta traslación del cronotopo mítico a la gran pantalla, es la relación entre el joven y el minotauro, Asterión, quienes escapan, si no del hado, de las miserias de los personajes/conceptos que los rodean, y se vuelven algo más. Este fragmento, hasta donde sé, un agregado de los creadores, transgrede absolutamente los límites de la historia, quebrando el relato mítico con momentos de verdadera poesía visual. Franco Denápole


Ítalo disco, el destellante sonido de los años 80 de Alessandro Melazzini / 6 puntos


Puede que la película, a pesar de su corta duración, suene reiterativa en la recurrencia testimonial y sobre la base de un montaje cuya alternancia no sale de los lugares comunes. Sin embargo, no deja de ser un objeto curioso que se sostiene con la pasión de quienes hablan y recuerdan lo que significó esta movida musical para Italia. Entre ellos hay un sociólogo, un tipo serio al que uno está tentado a tomarlo en broma, fundamentalmente por los argumentos académicos que utiliza para referirse a este fenómeno. Es la aparente cuota de seriedad en un torbellino de imágenes y sonidos, no exentos de sensualidad, pero que están ahí nomás de las fronteras del kitsch. Es cierto, uno no debería desconsiderar que más allá de la moda, el ritmo, los efectos con sintetizadores y la música bailable, hay una estética, pero también es cierto que en Italia funcionó como un poderoso divertimento y un camino a la frivolidad reinante que incluiría a otras capas de la sociedad hacia la década del 80 en adelante. No obstante, la película cumple con dos objetivos básicos de esta clase de documentales: que sean entretenidos y que uno se anime a dar unos pasos, pese a todo. Guillermo Colantonio


Julia no te cases de Pablo Levy / 7 puntos


El documental recorre la historia de casada de la madre del realizador. El director, mediante llamadas telefónicas, deja que su madre cuente cómo fue su vida romántica y por qué se separó tres veces, todo esto mostrado por imágenes filmadas de su casamiento, el cumpleaños de sus hijos y  los Bar Mitzvah de algunos de ellos. Al principio del documental se dice que todas las llamadas fueron realizadas sin el consentimiento de la entrevistada, un poco en broma, aunque al final de la película esto tenga otro peso para la narración. Julia Azar es una mujer independiente, que quería vivir una vida amorosa libre, pero como dice en su relato se cruzó con “Negro” (el padre del realizador). Por lo que cuenta, eran dos mundos diferentes, no compatibilizaban, ya desde su luna de miel cuando se aburrieron y volvieron antes de lo planeado. Esto se fue haciendo cada vez más insostenible, Julia se divorció y lo dejó, pero por el famoso “qué dirán” de una sociedad conservadora volvió para mantener el matrimonio a flote y por el amor que tenía por sus hijos. La honestidad con que va contando todo lo que fue su vida desde que se casó hace parecer que estuviera hablando con su psicólogo y no con su hijo, hay un momento conmovedor en que esto queda expuesto y es muy emotivo. La idea de renunciar a lo que quiere, la define muy bien con un fragmento de Los puentes de Madison que ella misma utiliza como analogía para contarle a su hijo cómo fue su vida amorosa. Gabriel Piquet


La edad media de Alejo Moguillansky y Luciana Acuña / 8 puntos


La película está filmada durante la pandemia, la narradora es la hija de los directores, Cleo. Sus padres intentan subsistir, él filmando una obra de Beckett desde su casa (dando indicaciones por la computadora y su teléfono), ella filmando videos de danza para venderlos en el exterior. La niña quiere comprarse un telescopio, se le ocurre una idea que pondrá en práctica para ganar dinero. Si bien Moguillansky viene trabajando la comedia hace rato, es con esta película que encuentra un nivel más cercano a la que se puede entender como cine popular. Cuál es la clave para que logre esto, la enorme actuación de su hija, que hace divertidas un montón de situaciones que podrían ser tristes. La pareja de directores viene trabajando hace rato una constante, la relación dinero/arte, llevada en este caso a una situación tan básica para una familia como es la subsistencia. Esa pregunta que se le hace muchas veces a los artistas, “¿de qué viven?”, queda plasmada en lo que los directores tienen que hacer  durante la pandemia para sobrevivir. La historia de Cleo junto a Moto (el mensajero), le enseña a la niña a enfrentarse a la vida, descubriendo lo que son las transacciones y los porcentajes. Todas esas escenas tienen un nivel de humor muy alto, que le funciona en toda la película. Lo que Acuña y Moguillasky lograron, más que en otros de sus trabajos, es equilibrar lo intelectual (toda lo relacionado a Beckett) con el humor más directo, como la escena de Cleo haciéndose hamburguesas o intentado vender cerveza. Hay dos chistes que rescato, el de Luciana Acuña intentando dar clases de baile por zoom, y el de Cleo dando respuestas en inglés a las preguntas que le hacen desde un programa de la computadora. Dos ejemplos de puesta en escena que con muy poco son efectivos. Gabriel Piquet


Lavandería Nancy Sport de Agu Grego / 5 puntos


Un heladero asesinado a base de galletitas de agua, bananas que se ponen negras al poco tiempo de ser tocadas, lavarropas que hablan y demás disparates conforman el primer largometraje en solitario de Grego, inscripto en el marco de una tranquila Junín de los Andes. Si bien los límites entre lo absurdo y lo vulgar son un tanto difusos, existen. El problema con Lavandería Nancy Sport radica en no saber diferenciarlos. El mundo que plantea la película en términos surrealistas es, a priori, interesante y hasta disparador de momentos cómicos. Sin embargo, muchos de estos se ven echados a perder debido a la exhaustiva búsqueda de la carcajada fácil mediante: una innumerable cantidad de secuencias que sobrepasan el sinsentido y se tornan estúpidas, y la apelación a un vocabulario bastante burdo que evoca, de a ratos, al de la infame Los bañeros más locos del mundo. Lavandería Nancy Sport es un noble intento por aproximarse a un tipo de cine que escasea en nuestro país, pero se queda a mitad de camino a causa de la arbitrariedad con la que afronta los mandatos que ella misma establece. Martín Philippi


Le Prince de Lisa Bierwith/ 7 puntos


La sensación que provoca la protagonista llamada Monica, una mujer soltera de cuarenta y pico de años y curadora de una galería de arte en Frankfurt, es la de un malestar. Su vida parece estar estancada a mitad del camino. Inmediatamente, el guion introduce un desvío, de esos que alteran azarosamente el destino. Y sobre ese eslabón fortuito aparece en su vida Joseph,  un joven proveniente del Congo, a quien conoce en medio de una redada. Dos o tres momentos marcarán la imposibilidad de la relación (uno de los aspectos inteligentes de la película es que la directora no recurre a discursos trillados para marcarla, sino que se vale de imágenes). Su primer encuentro se da cuando él la arroja contra unos tachos de basura para esconderse de la policía. En otra oportunidad cogen en el piso de una cocina. Nada idílico para sostener un vínculo, sobre todo cuando nace maldito, porque las partes involucradas pertenecen a universos que parecen irreconciliables: el de una mujer alemana que vive en una zona de confort  y un sospechoso (y estigmatizado) vendedor de diamantes, sin papeles y condenado al fracaso dentro de un horizonte eurocentrista. De allí la tristeza de las imágenes apagadas, los colores pálidos y un registro realista sin concesiones para narrar una historia romántica a los golpes que simula ser interminable, pero que da cuenta de los problemas para cruzar fronteras (Lisa Bierwith fue colaboradora en Western de Valeska Grisebach, otra gran película sobre territorios encontrados). Guillermo Colantonio


Leonor will never die de Martika Ramirez Escobar / 8 puntos


La protagonista, Leonor Reyes, fue una figura dentro del cine filipino. Vive junto a uno de sus hijos (el otro murió y se le aparece como un fantasma), sigue enamorada de su pasado, su presente no es muy bueno, no tiene dinero para pagar sus impuestos. Encontrará un viejo guion que escribió. Unos vecinos de ella discuten por un televisor, lo arrojan por la ventana e impacta en la cabeza de Leonor, dejándola en coma. La única forma de poder salvarla, es que filmen el guion que escribió. Cine dentro del cine, dentro del cine…, podríamos seguir. Lo que hace que esta película funcione, es el humor, es la imaginación, es homenajear un cine que no se hace más, sin caer en la demagogia de que todo pasado fue mejor. Que el personaje interactúe en su propio guion, que es una película de acción como las que se hacían en el cine filipino de los 80, no es solo una excusa nostálgica, le sirve a la directora para contar la relación de una madre con sus hijos (vivos y muertos), para intentar cambiar estereotipos, para que se cante y se baile. Hay una mixtura equilibrada, es una historia dramática, pero nunca se pierde de vista que esto es cine y que los que están delante de cámara y detrás de ella son una gran familia que necesitan divertirse con lo que hacen. Gabriel Piquet


Malintzin 17 de Mara Polgovsky y Eugenio Polgovsky / 7 puntos


Un pájaro hizo su nido sobre el cableado que está justo adelante de la ventana de la casa del realizador del documental. Esto servirá para que el director filme al ave y la interacción que su hija tiene con ella. Este hecho minimalista servirá para que escuchemos divertidos diálogos entre padre e hija, el del ave robot o el que la niña pregunta qué es más malo, el vino o la cerveza. Hay una mirada vouyerista a través de la ventana que muestra el tranquilo barrio mexicano y los vecinos que lo habitan. El momento Ventana indiscreta sucede en algunos pasajes filmados de noche, donde vemos bajar de diferentes autos a personajes que podrían tener actitudes sospechosas. Esto puede ser un juego del realizador o hay algo más que no pudo mostrar. La relación naturaleza/urbanización no solo queda plasmada en los días que filma al pájaro en su nido, sino en las mascotas y sus dueños, las ardillas que andan por los techos de las casas de enfrente o las charlas en las que habla sobre medioambiente con su hija. El documental es simple, es un registro que quedará para su hija como legado de una época en esa casa. Es efectivo y le funciona muy bien. Gabriel Piquet


My lover the killer de Marc Hurtado / 7 puntos


El título fue primero una canción que no tenía letra o una sola frase. Después sucedió un hecho que serviría para terminar de crear una canción profética. El amante del título, un albañil irlandés llamado Johnny O’Kane, que convivió con la cantante Lydia Lunch a fines de los 70 en New York. Una persona celosa, violenta, que según la intérprete se fue poniendo más peligrosa a medida que avanzaba la relación. Otro amante la salvó, la buscó desde la costa este (Los Angeles) y la alejó de Johnny por 30 años. En uno de sus viajes, Lydia volvió a New York, se puso en contacto con su ex y quedaron en encontrarse. Como el amante nunca llegó a la cita, lo llamó y averiguó que discutió con su actual pareja, le pegó dos tiros, y después se intentó suicidar. Murió al otro día, el día de su cumpleaños 55. Esta historia trágica es contada al principio de la película, después se nos va mostrando un poco de la vida de la cantante (todo en primera persona), donde se comienza a conocer lo difícil que fue su relación con los hombres (el padre, el amante). Hay un repaso sencillo por el comienzo de su carrera junto a su banda Teenege Jesus and the Jerks, pero no ahonda tanto en lo artístico sino en sus comienzos y cómo subsistía en esa New York en bancarrota como ella dice. Ahí hay interesantes relatos de cómo entre otras cosas ejerció la prostitución, pero no lo toma como un infierno personal, sino que inclusive se siente cómoda contando que fue su propia proxeneta y que eso le dio posibilidades de manejar tiempos y situaciones que la ayudaron a poder vivir. El director aprovecha a mostrar varias de las actuaciones que la artista hizo entre 2018 y 2019, todo el universo sonoro que creó, sus performances poéticas/musicales (spoken Word), mientras deja que vaya hablando sobre su vida y varias ideas más vinculadas con la política y el patriarcado entre otros temas. Gabriel Piquet


Paula de Florencia Wehbe / 7 puntos


Una chica de 14 años comienza a preocuparse por cómo se ve físicamente. Indagará en internet sobre métodos para adelgazar. Ingresará en un blog, en el que crea un perfil, ahí recibirá todo tipo de consejos, muchos de ellos de cómo vomitar para adelgazar. En ese blog subirá fotos de su grupo de amigas y eso le traerá algunas consecuencias. Hay que destacar algo, muchas veces en este tipo de películas sobre adolescentes se nota que el realizador es una persona que hace muchos años pasó por esa etapa de la vida, haciendo poco creíble el universo que recrea. Este no es el caso, la realizadora maneja muy bien diálogos y situaciones metiéndonos en la etapa de la vida que la protagonista recorre, su espera para llegar a los 15 años. El grupo de amigas está muy bien, se puede diferenciar cómo es cada una por lo que se les escucha decir. Los personajes de la hermana y la madre son los antagonistas, donde más se irá marcando las diferencia con su entorno familiar y cómo Paula ira lidiando con eso. El padre es más decorativo, pero tiene que ver con el universo femenino que la película exhibe. La directora muestra el problema de la bulimia y anorexia, sin caer en la bajada de línea, eso ayuda a que los personajes puedan seguir sus vidas. Paula sufre de forma silenciosa, irá encontrando en la virtualidad una ayuda, que como bien se muestra, es una fantasía como el ideal del cuerpo que les exige cierta parte de la sociedad a las mujeres. Rescatar el uso de la música, que funciona muy bien e inclusive en uno de los temas ironiza con la palabra comerte, para jugar con la contradicción del deseo de un cuerpo perfecto. Gabriel Piquet


Pleasure, de Ninja Thyberg / 6 puntos


Una joven sueca conocida como Bella Cherry (Sofia Kappel) arriba a Los Ángeles ansiando convertirse en la nueva superestrella del cine porno, pero rápidamente descubre que ese mundo dista bastante de ser todo lo idílico que ella imaginaba. Resulta imposible no pensar en Boogie Nights cuando nos enfrentamos a una película que retrata el quehacer del cine para adultos. En este sentido -y salvando las distancias- Pleasure fricciona ciertas aristas con la obra maestra de Paul Thomas Anderson, sobre todo en términos de exhibición del lado más siniestro de la industria, pero no cae en los lugares comunes (que, cabe aclarar, no por comunes menos nobles) que uno podría suponer teniendo en cuenta los tiempos que corren. No obstante, en este intento de soslayar la “crítica fácil”, el film parece perder su rumbo; cuesta distinguir si la ambición, la amistad y la envidia son el vehículo y el abuso para con la mujer, o viceversa. Donde sin dudas acierta, es en su búsqueda por incomodar mediante la explicitud de sus imágenes. Un recurso tan antiguo como el arte postindustrial mismo, pero que no por ello resulta menos efectivo. Martín Philippi


Proyecto fantasma de Roberto Daveris / 6 puntos


La película de Daveris retrata un mundo difuso, un universo hartamente retratado en cantidad de películas contemporáneas, donde un grupo de jóvenes intentan hacer algo con sus vidas. Las referencias que sobrevuelan van desde los youtubers hasta el empleo de códigos lingüísticos de pertenencia que cuesta entender por momentos para un espectador foráneo, sea por localismos o por confusa dicción, dos rasgos que, en otras circunstancias (por ejemplo, que a lo anterior se le añada una sordidez gratuita) invitarían a abandonar rápidamente la butaca. Sin embargo, si se prescinde de ello, hay un encanto que las imágenes y los personajes trasmiten, al mismo tiempo que una cierta ligereza se constituye como el principal logro de esta simpática historia que combina rituales, encuentros y  un fantasma juguetón (y juguetonamente mostrado con unos efectos que huyen de la solemnidad). Pablo, el protagonista, espera su gran salto. Sus pequeños trabajos son como actor contratado para prácticas de simulación en la Facultad de Medicina. Su compañero de cuarto lo planta, se va y le deja un cárdigan que encierra a un espíritu bromista (aunque parece disfrutar de complacer sexualmente también a sus víctimas). Con estos elementos y otros personajes queribles, Daveris es respetuoso y empático con el mundo que traza, evitando los mensajes fáciles y el drama impostado. Y aunque en términos narrativos se vuelva difuso como ese mismo universo que proyecta, nada impide que el humor, el afecto y el encanto de sus criaturas permitan disfrutarla en su justa dimensión. Guillermo Colantonio


Que todo se detenga de Juan Baldana / 8 puntos


Germán (Gerardo Otero) es un escritor bohemio que aglomera el costado más nihilista de Tyler Durden (El club de la pelea) y el cinismo de Travis Bickle (Taxi Driver). Durante tres días contemplamos lo que -asumimos- es su calvario cotidiano: una madre al borde de la muerte, una ex novia que -pese a su insistencia- se niega a darle una segunda oportunidad y una fuerte adicción a la cocaína, a la que acude como vía de escape de su tormentoso día a día. Que todo se detenga replica el modelo de Días sin huella, pero lo invierte. Si en el film de Wilder el fin de semana inducía a la abstinencia de Don, aquí el mismo denota la recaída de Germán luego de varios meses de sobriedad. Este concepto inserto en el marco de una narrativa inversa resulta sumamente interesante en términos de estudio de personaje, debido a que refuerza su conflicto interno acercando al espectador de un modo bastante intimista a su psicología. Este tipo de cronología, junto a los flashbacks de carácter onírico -alternos, por cierto, al mejor estilo Sergio Leone- exponen la idea central de la película: mirar al pasado para ajustar las cuentas del presente. Martín Philippi


Terror familiar de Damián Galateo / 4 puntos


Alberto Luis Galateo fue un futbolista de cierto renombre en el ámbito nacional durante los años ‘30 y parte de los ‘40. Desarrolló casi la totalidad de su carrera en el país y hasta llegó a disputar la Copa del Mundo de 1934. Sin embargo, conforme su carrera veía el ocaso, su lado más oscuro comenzaba a emerger. Sesenta y un años después de su fallecimiento, su nieto, Damián Galateo, estrena este largometraje mitad documental, mitad ficción que retrata la vida del ex futbolista desde sus inicios en el deporte hasta el día de la tragedia. El hecho de abordar el documental a través del terror -marco en el que, sin dudas, se inscribe esta historia-, es en sí una idea interesante, pero Terror familiar presenta una serie de falencias en el orden de lo narrativo que deslucen su relato. Desde la arista documental, el hecho de que en ningún momento se sepa quién está hablando -la película decide omitir ese sustancial detalle- causa confusión y hasta cierta inquietud en el espectador, que poco puede hacer más que dejarse llevar por el testimonio de una serie de desconocidos e intentar atar sus propios cabos. Los segmentos ficcionales, por su parte, presentan aproximaciones al suspense atractivas, pero que se quedan a medio camino debido a su alternancia con imágenes cuasi psicodélicas que no hacen más que entorpecer el visionado. Un retrato que, lamentablemente, no está a la altura de lo retratado. Martín Philippi


The case of the vanishing gods de Ross Lipman / 7 puntos


El muñeco de un ventrílocuo va hablar con un doctor para saber de dónde provienen las voces y los sueños que lo acechan. Podría ser parte de una serie de capítulos dedicados a un determinado subgénero dentro del cine fantástico y de terror, la temática de los ventrílocuos y sus muñecos. Qué lo hace diferente, el uso de marionetas y una subtrama de ficción que lo acerca a un universo más enrarecido/surrealista que el tradicional entrevistado/busto parlante de la mayoría de los documentales. Esa primera parte nos muestra a Hugo (el muñeco del ventrílocuo), que consulta con un doctor que lo someterá a una terapia de hipnosis para poder saber qué es lo que lo perturba. Todo esto hecho con dos marionetas, un muñeco de ventrílocuo y un doctor que podría ser una creación en papel maché de algún niño. Estos muñecos están manejados por dos titiriteros que usan máscaras. La segunda parte es la más convencional, en la terapia de hipnosis, Hugo recuerda fragmentos de varias películas y series que nos llevan por un recorrido bastante completo. Se podría agregar a la lista, el interesante Freddy (1982) de Narciso Ibáñez Serrador. Aquí se utiliza lo más convencional del documental. Tiene unas secuencias muy logradas por el buen uso del montaje al mostrar imágenes de diferentes films que hablan del tema. El tema es tan fascinante que algunos fundidos a negro mientras Hugo recuerda, no molestan, aunque no ayudan a las transiciones. Todo el documental arrastra ese halo de melancolía que varios de los personajes que vemos en los films llevan con ellos. El documental nos deja abiertas muchas preguntas, aunque no las haga en voz alta. Hay una que seguirá siendo la obsesión de los ventrílocuos. ¿Quién maneja a quién? Gabriel Piquet


The cry of Granuaile de Donal Foreman / 6 puntos


Una directora de cine norteamericana llega a Irlanda, quiere buscar información para filmar una película sobre Granuaile (Grace O’Malley), la reina pirata que habitó Clare Island en el Siglo 16. Pedirá ayuda a una joven académica irlandesa y viajarán hacia la isla. Una vez en el lugar comenzarán a relacionarse con los lugareños, quienes los ayudarán en su investigación. Las dos mujeres (la directora y la académica) tienen que desprenderse de traumas dolorosos. La realidad se vuelve difusa, se mezcla con los sueños. El realizador logra climas de misterio interesantes, sin que la película este dentro del género de suspenso. Hay algunos momentos en que se juega con la estética experimental, como las escenas en que se saturan los colores, mientras vemos el agua, el bosque o alguna ruina. Gabriel Piquet


Tre Piani de Nanni Moretti / 6 puntos


Con el prolijo manejo de cámara que lo caracteriza, el italiano Moretti (La habitación del hijo, Querido diario), articula el relato de tres familias residentes del mismo conjunto habitacional y su relación con la tragedia. En este sentido, las desdichas expuestas son: un asesinato en manos de un joven alcoholizado al volante, un presunto caso de abuso sexual y un conflicto marital agravado por el reciente nacimiento de su primogénito. Conforme progresa la acción lo hacen también los conflictos, adquiriendo un carácter cada vez más interno; es ahí donde las adversidades fílmicas emergen. La estructura dramática del film consta de tres actos fácilmente identificables, separados entre sí por saltos quinquenales. El primero se caracteriza por tener una narrativa sólida, conflictos cautivantes y personajes multidimensionales; los dos posteriores por exactamente todo lo contrario. A partir de la primera elipsis, la película comienza a experimentar una serie de altibajos dramáticos producto de su arbitrariedad decisional. Dichos vaivenes se agudizan tras la llegada de la segunda elipsis en cuestión y tienen su momento cúlmine sobre el final, donde directamente todo lo -bien- construido en primera instancia se desmorona a merced de caprichos autorales, dando como resultado un representativo ejemplar de “lo que pudo ser y no fue”. Martín Philippi


Villa olímpica de Sebastián Kohan Esquenazi / 6 puntos


Un camino para acceder al documental de Kohan Esquenazi es apreciarlo dentro de una tradición de historias testimoniales sobre el exilio. Hablamos aquí de una comunidad latinoamericana en México en los años 70, un conjunto de familias viviendo en la villa olímpica luego del trauma de dejar sus respectivas patrias. Un ensamble de palabras e imágenes reconstruyen una experiencia, aún a sabiendas de que el recuerdo puede jugar una mala pasada y la distancia temporal entibia el enojo a favor de la moderación. Así parecen confirmarlo las formas que elige el director, que van desde dibujos, diarios íntimos, dramatizaciones y diversos objetos mnemónicos, con el propósito de equilibrar el peso del dolor. Puede que la estrategia incomode a quienes acostumbran a la radicalidad del testimonio, aquella que es capaz de meter el bisturí hasta donde se pueda. No es este el caso, donde un hilo emotivo une las distintas miradas de hijos que protagonizaron arribos y partidas, que vivieron y padecieron las elecciones de sus padres, a veces, entendiendo, otras, interpelando. Pero más allá de lo anterior y de los matices políticos, lo que prima en la película es un aire de nostalgia, una manera de revivir sensaciones a partir de la evocación, las mismas que nos retrotraen al color rosado de las fotos viejas, a los cochecitos de juguete, a los olores de la infancia. Acaso sea esta la principal búsqueda del documental. Guillermo Colantonio


Zurita y los asistentes de Jael Valdivia / 7 puntos


Hace unos cuantos años me había llamado la atención la contratapa de un diario argentino que mostraba la cara cortada de un poeta chileno. Su nombre: Raúl Zurita. La herida en su cuerpo era como un verso, una forma de protestar contra los olvidos de una sociedad en relación a los crímenes de la dictadura pinochetista. Hace unos días, me entero de la existencia de Zurita gracias al documental de Valdivia, un registro que da cuenta de su actividad en los últimos cinco años, aquejado por Parkinson desde la década del noventa, pero incansable en su voluntad por hacerse oír desde lugares nada convencionales. Con él hay una banda llamada Los asistentes, que también tiene su propia historia. Uno de los ejes más estimulantes de la película es de qué modo funciona el ensamble poesía/música, sobre todo por la química entre Zurita y el grupo. No hay momento donde no contemplen su estado físico, su ánimo y jamás ocultan su admiración. De modo tal, que mientras transcurre el tiempo (entre recitales y bambalinas) vemos una transformación, la del escritor enojado con el mundo convertido también en un gran frontman. La conjunción entre ambos lenguajes no parece ser una casualidad, sino el resultado de una búsqueda permanente del poeta por trascender las fronteras propias del papel. Que en este caso la elección sea el rock, habla de la necesidad (aún en el Siglo XXI) de transgredir o de patear el tablero de las correcciones políticas. Guillermo Colantonio


Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente:
Invitame un café en cafecito.app

Comentarios

comentarios

Comments are closed.