Por Mex Faliero
En su 11ª temporada con Curb your enthusiam, puede que Larry David ya haya pasado sus mejores épocas y se mantenga por una suerte de necesidad propia de permanecer activo, pero también porque la vida ofrece cada tanto alguna novedad que merece su sardónico punto de vista. El primer episodio de la temporada, por ejemplo, abordó las consecuencias del Covid y toda la temporada estuvo un poco reglada por el aprovechamiento que el bueno de Larry hizo de las nuevas reglas de convivencia durante la pandemia. Pero hay algo cierto también: Larry David hace lo que quiere, los chistes que se le antojan; y esa es una libertad que muy pocos pueden gozar actualmente en la industria del entretenimiento. Que lo sepa aprovechar para hacernos reír, en ocasiones a carcajadas, es algo que agradecemos porque de alguna forma comparte con nosotros esa ventaja. Y nos libera también de la presión de la corrección política permitiéndonos ser malas personas por 40 minutos cada semana. Como siempre, la serie tiene algún eje temático que conduce sus episodios, aunque no sea más que una excusa argumental. Aquí es la producción de una serie sobre el joven Larry David. La libertad que tiene el autor es tanta, que desde una serie de HBO se muestra ingresando a las oficinas de Netflix, primero, y a las de Hulu después (vale decir que el consejo creativo de cada plataforma está integrado por negros, discapacitados, personas no binarias y gays). La cadena parece no ponerle límite al costado creativo de David y él, a su vez, no tiene límites para desarrollar múltiples situaciones que pueden molestar a algún espíritu sensible. En esta temporada Larry se burla de Mujercitas porque le parece una exageración que todas las hermanas March brillen en alguna rama del arte y ninguna sea ama de casa; le mancha la túnica a un integrante del Ku Klux Klan y la lleva a limpiar a la tintorería de un judío que se niega, pero lo convence diciéndole que sería hacer lo mismo que ellos hacen con los demás; se roba un par de zapatos de una exposición del Museo del Holocausto porque afuera llueve y él está descalzo, y sale bailando como Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia. Y hay más, porque cada episodio nos regala algunos de esos momentos en que le gritamos a la pantalla “¡No Larry, no hagas eso!”. Y Larry va y lo hace, porque en el fondo también hay un sacrificio del autor, el del tipo que está más allá de todo, que se siente intocable, y usa ese poder para decirnos en la cara que vivimos rodeados de una gran hipocresía. Durante dos décadas, con sus mejores y peores momentos, Curb your enthusiasm viene cumpliendo este rol social tan necesario: un ungüento sanador contra la idiotez circundante. Sin ser la mejor temporada, la 11ª de Curb your enthusiasm mostró igualmente un nivel superior al de la mayoría de las comedias de la actualidad.
–Los 10 episodios de la temporada de Curb your enthusiasm están disponibles en HBO Max.
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