Por Mex Faliero
Hay un género que, salvo por el éxito de Stranger things, a Netflix le cuesta bastante: las fantasías para público adolescente. Y eso que apuesta y mucho, con franquicias que son anunciadas con toda la pompa y mueren velozmente no solo porque no son exitosas sino porque tampoco alcanzan un piso de calidad más o menos aceptable. Por eso el caso de Sweet Tooth es singular y bienvenido. Basada en un cómic de Jeff Lemire para DC, esta serie creada por Jim Mickle y Beth Schwartz avanza sobre un tema recurrente, el de los mundos distópicos, pero acierta en el tono, en la construcción de personajes y en la forma en que la fantasía es puesta en escena. Hay un virus, una pandemia y la sorpresiva aparición de niños híbridos, mitad humanos mitad animales. Ese marco es contado en unos pocos minutos del primer episodio, un prólogo magistral que nos construye un mundo y un conflicto a toda velocidad: un hombre se esconde en una cabaña con un niño híbrido al que pretende proteger de las agresiones de los humanos, que los andan cazando. En verdad todo el piloto (Out of the deep woods) es formidable, una historia paterno/filial narrada con sabiduría y un uso estupendo de la elipsis. No conviene adelantar mucho, pero a partir de ahí el pequeño Gus (que tiene cornamenta como un ciervo, entre otras virtudes) tendrá que salir al mundo con el objetivo de conocer a su madre, mientras se enfrenta a todos los peligros imaginables y se va encontrando con personajes que lo acompañan en la travesía (el Jepperd de Nonso Anozie es un personaje formidable). El punto de vista principal es el de Gus, pero la serie sigue otras historias: la del médico Aditya (Adeel Akhtar), quien busca la cura contra el virus, y la de Aimee (Dania Ramirez), una mujer que se encarga de proteger a los híbridos. Con sabiduría, los creadores construyen un relato que no deja de lado ni el costado más sentimental, ni el aventurero, ni el de la especulación científica y los dilemas existenciales, pero que nunca se olvida que en primera instancia están los personajes: y los hay nobles y heroicos, pero también complejos y contradictorios. Y en eso la serie gana porque es adulta sin volverse solemne y es reflexiva sin ser pretenciosa. Se podría decir que para el nivel que exhibe el género actualmente, el de Sweet Tooth es un pequeño milagro, como esos niños híbridos que habitan su historia. Incluso, la serie tiene la inteligencia como para sobrevolar algunos temas del presente sin volverse didáctica o paternalista respecto de la mirada sobre el diferente o la integración. Los mejores capítulos son los que dirige casualmente Mickle (director de la recomendada película de terror Ritual sangriento) y especialmente el último, Big man, porque logra imbricar sus tres líneas narrativas con absoluta fluidez y porque termina construyendo un relato que nos interesa y nos deja con ganas de saber cómo sigue. Aunque parece haber pasado bastante desapercibida, Sweet Tooth es una de las agradables revelaciones de este año en el catálogo de Netflix.
–Los ocho episodios de la primera temporada de Sweet Tooth están disponibles en Netflix. Todavía no hay información respecto de una segunda temporada.