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Funcinema

Naranjo en flor

Título original: Idem
Origen: Argentina / España
Dirección: Antonio González-Vigil
Guión: Antonio González-Vigil
Intérpretes: María Marull, Eduardo Blanco, Verónica Bonter, Daniela Carrara, Fausto Collado, María José Demare, Dalia Elnecavé
Fotografía: Federico Juárez
Montaje: Baltasar Gonzalez
Música: Gustavo García Mendy
Duración: 87 minutos
Año: 2008


1 punto


TANGO QUE ME HICISTE MAL

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Uno pensaría que estrenar hoy una coproducción hispano-argentina de 2008 (ese año se estrenó en España, pero se había filmado un tiempo antes) es un hecho curioso. Lo que no imagina es que atravesar la experiencia de esa película es algo mucho más curioso, un film imposible en todos los sentidos, técnica (se ve espantosamente mal) y narrativamente incongruente, pésimamente actuado, con diálogos ridículos, aunque con esa virtud no buscada de todo lo involuntariamente gracioso: uno se ríe ante el disparate que está viendo mientras los personajes padecen. Naranjo en flor, del director vasco Antonio González-Vigil, es esa película.

Una psicoanalista demuestra por medio de la peor voz en off de la historia de las voces en off (lo que dice es en extremo literario, pero cómo lo dice es aún peor) que tiene una visión sobre las mujeres bastante horrible (empezando por ella misma) y que un crimen imprevisto (mata a un tipo que acosaba a una trans en la calle) la pondrá en otro lugar, en el de una suerte de femme fatale que no terminó de entender que el noir de hace casi un siglo devino en neo noir, que también es algo viejo pero que habilitó relecturas más que interesantes dentro del género. Entonces esta mujer, hasta ahí muy “recatada” y “modosita”, se calzará las botas, se acortará la falda y se sentirá una chica mucho más atrevida, tanto que se acariciará los pezones mientras coge como en un policial erótico del cine argentino de los 80’s. Se hará amiga y cómplice de la esposa del tipo que mató (escena lésbica sacada de la nada por medio), a la vez que se hará amante de un policía, compañero de la víctima. Esto último -que son los giros típicos del policial negro- está bien, sigue la caligrafía del género, incluso la amoralidad en la resolución. Lo que está mal es todo lo demás.

Sinceramente Naranjo en flor es inenarrable, empezando por metáforas tangueras subrayadas y berretas que uno presagia con ese título. Y sus horrores no parecen corresponder a problemas de producción sino simplemente a una concepción antigua del cine, aunque decir que aquí hay una concepción del cine ya parece demasiado. La cereza del postre es el policía que interpreta Eduardo Blanco, a quien le dicen “sabinita” por su fanatismo con el español Joaquín Sabina. Y “sabinita” mete frases de sus canciones mientras habla con los demás, a la vez que tira pose autodestructiva de tipo al que la vida le pasó por encima. En un momento se mete unas líneas de coca y uno espera que el último gramo lo aspire sobre “el cristal de su foto de bodas”. Es todo un gran desastre que solo vale como consumo irónico.

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