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El Galpón de las Artes, 24 aniversario

EL TEATRO EN ESTADO DE GRACIA

Por Virginia Ceratto

(Especial para @funcinemamdq)

El Galpón de las Artes cumplió su vigésimo cuarto aniversario. A puertas cerradas, pero sin que la cuarentena opacara ni ensombreciera su trayectoria, la ya casi mítica sala, tercera en su nombre, dejó que la brisa de los recuerdos de todo lo vivido acariciara sus telones mientras aguarda nuevas obras, otros espectadores, los mismos, los nuevos, otros proyectos, otros horizontes.

Y no es poco el mérito, por el contrario, de sus fundadores, Claudia Balinotti y Mariano Tiribelli, y todo su equipo, desde aquel inicio en el salón del Partido Socialista, allá por 1996; arjé en el estricto sentido del término, dado que no sólo fue fundante de lo que hoy es, sino que dejó una impronta en el lugar que desde hace décadas y hasta hoy es la sede de El Club del Teatro. Nada se pierde. Todo se transforma y suma.

Generosos como pocos, desde aquel inicio y a través de su paso por el espacio de la calle Rawson 3073, la gente del Galpón siempre tuvo una impronta social, tanto en lo doméstico o cotidiano, por la accesibilidad de los precios de las presentaciones o directamente con la modalidad de las últimas temporadas de entrada sin barreras, como en su incansable tarea de abolir, en el mismo sentido, fronteras, ya sea las provinciales como las internacionales. Así sus intercambios durante largas temporadas con grupos de Tucumán o de México. Allí llevaron producciones propias y locales y hasta esta ciudad marina trajeron ese aire cuyano o azteca.

De aquel lugar sé que antes de que fuera el Galpón se construían barcos. Barcos, como si se dibujara un mapa hacia la orilla de la ciudad, como si ya estuviera en algún lugar de ese lugar el espíritu itinerante de este Proyecto de Arte que nunca se queda quieto. Creo que hoy hay una venta de muebles… y si así es, la energía sigue circulando, esas sillas y armarios buscan familias, buscan historias.

Talentos que eran artistas de culto, fueron popularizados en Mar del Plata gracias a nuestro -así lo sentimos- Galpón. Me pasó una vez, y perdón por la cosa autobiográfica, estaba con Edith Menéndez buscando música para un video institucional de La Corte y un tema me encantó. Edith me miró de reojo y con voz cascada me dijo: “te gusta desde hace tiempo, es Gabo Ferro y lo vimos juntas en el Galpón”. Era verdad. Y podría reproducir muchísimos ejemplos similares, de actores, directores, músicos, grupos, cooperativas, críticos.

Y siempre, una de las virtudes de esta gente fue y es su horizontalidad en lo que se refiere a la comunión con el público, son cero vedettes. Trabajan y se promocionan con buen gusto y sin estridencias. Ofrecen ayuda, colaboran, no hacen autobombo. He sido testigo de un casting que requería de muchos aparatos de circo, y sobre todo, de buenas vigas para colgar esos elementos. En la sede de Rawson prestaron el espacio dos días de jornada completa y no pidieron ni un peso a cambio. No hicieron promo. Generosos.

Solamente en 2019 tuvieron 42 propuestas, 8 locales y 2 internacionales. Los grupos, y pensemos que en el último tiempo levantaron el bello telón para 124 espectáculos que se llevan el 70 % de la recaudación, siendo el promedio que deja cada espectador de unos 200 pesos, y sin pistola en la cabeza ni discursos demagógicos al estilo de “no tenemos ayuda, somos pobres, nadie nos da bola”. Circunstancia que bien puede ser real, pero que toda la platea conoce y, a veces, el que está sentado en la butaca o la grada tiene más hambre que el actor o la actriz e igual se toma un micro para ir al teatro. Y ellos saben que no está bueno poner el dedo en la llaga, lo que se agradece, por el digno gesto de la omisión.

Y he averiguado que desde 2016 no tienen ningún subsidio, y no obstante no lloran la carta, invierten, tanto en la sala como en los espacios comunes de esparcimiento, el solar de entrada, el bar. Han cedido espacios de manera gratuita para que algunos docentes dieran cursos gratuitos, por ejemplo cuando el Auditórium cerró sus espacios a proyectos solidarios en la gestión anterior y siempre le han dado la bienvenida a nuevas propuestas. Cuidando la calidad porque saben que el público lo merece. Porque el público es parte del Galpón, de ahí un espacio múltiple que da la bienvenida, con esa vereda que desde la profundidad ilumina el paredón a lo Hundertwasser para dar paso a una vegetación que enmarca los sillones y rincones de estar. Y luego, la sala. La sala mágica, hecha con las manos de todos. Entre todos.

Y así esperan celebrar con todos la salida de esta pandemia que nos ha puesto en jaque. No piden, no se rasgan las vestiduras, no se consideran mártires de la cuarentena. Comparten su historia, que ya es un poco la de todos, que definitivamente es la del barrio, que los cobija y se siente representado y orgulloso. Cada vecino te da la dirección y te dice, cómplice: “a la vuelta del Galpón”. Con eso alcanza.

Cuando el sol vuelva a ser hermano de todos, iremos a brindar. Iremos a buscar talento, una palabra amiga, el recuerdo de Mary y Edith Menéndez, esas hermanas que tanto hicieron por y en el Galpón, una atendiendo la barra y actuando, la otra operando técnica, grabando, dando cursos, las dos tirando algunas paredes, levantando otras, pintando.

Mientras, recordamos, esperamos reteniendo un segundo la respiración, sabiendo que tarde o temprano nuestro Galpón reabrirá sus puertas y su aire aventurado nos invitará, una vez más, a sentirnos como en casa.

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