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24 líneas por segundo: el biopic, la última esperanza adulta

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Particularmente el biopic no es un género que me interese demasiado ni la alerta sobre “basado en hechos reales” me motiva, más bien todo lo contrario: me llena de desconfianza. Sin embargo (y porque a la industria del cine poco le importa lo que opine yo; lo bien que hacen…), el biopic se ha vuelto un género -o subgénero- de los más recurrentes. Uno bien podría preguntarse por qué motivo sucede esto (tampoco es que sean películas demasiado populares, aunque a los intérpretes les posibilita nominaciones a premios: la imitación gusta mucho) pero una de las razones está más que clara: la biografía cinematográfica es la respuesta del cine “adulto” a las remakes, secuelas y adaptaciones de novelas, videojuegos o cualquier material previo que se quiera poner en la ecuación. Me explico: de las once películas en cartelera hoy en Mar del Plata, siete son remakes, secuelas o adaptaciones de materiales preexistentes (X-Men: Dark  Phoenix, Godzilla: el rey de los monstruos, John Wick 3, Aladdín, Avengers: Endgame, El cuento de las comadrejas, Pokémon: Detective Pikachu). ¿Esto habla de calidad? No, claro que no: una remake o una secuela puede ser mejor que un film original; hasta incluso una obra maestra. Sin embargo, de lo que habla, es de lo que se ha convertido el cine hoy: más precisamente, de lo que se ha convertido el ritual de pagar una entrada para sentarse en una sala a oscuras. La clave, lo que hace rendir a una película, es el público cautivo. O mejor dicho: lo que justifica la inversión y el riesgo de hacer una película es la confianza en ese público que sí o sí irá al cine. Claro, a veces falla. Sin embargo hay otro detalle: la mayoría de estas producciones le hablan a un público entre adolescente e infantil. Entonces, volvemos al origen de todo esto, el biopic surge como gancho para un público adulto sin perder de lado la necesidad del público cautivo. ¿O acaso Bohemian Rhapsody fue un éxito por sus valores cinematográficos? La biografía tiene otra virtud: acerca a un público que cree ir al cine por motivos diferentes a los que van los fanáticos de los cómic o los de Harry Potter. El biopic, entonces, da seguridad y justifica el pago de la entrada para ver cómo es que se cuenta en pantalla la historia de mi ídolo o, también, para ver cuánto se parece tal actor al personaje real. Dicho todo esto, sumemos a Rocketman a la ecuación: entonces de las 11 en cartelera, 8 están basadas en materiales preexistentes. Demasiado.

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