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Jefa por accidente

Título original: Second Act
Origen: EE.UU.
Dirección: Peter Segal
Guión: Justin Zackham, Elaine Goldsmith-Thomas
Intérpretes: Jennifer Lopez, Vanessa Hudgens, Leah Remini, Freddie Stroma, Milo Ventimiglia, Treat Williams, Charlyne Yi, Dave Foley, Annaleigh Ashford, Larry Miller, Dan Bucatinsky, Natasha Romanova
Fotografía: Ueli Steiger
Montaje: Jason Gourson
Música: Michael Andrews
Duración: 103 minutos
Año: 2018


5 puntos


EL MELODRAMA TAN TEMIDO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Esta semana miraba en la tele Como si fuera la primera vez, aquella gran comedia romántica protagonizada por Adam Sandler y Drew Barrymore que reflexionaba de manera muy sensible sobre el amor y el compromiso afectivo, y además sobre la memoria, los recuerdos y aquello que nos constituye como seres. Y además de todo eso era muy graciosa. El director de aquella película era Peter Segal, el mismo de esta Jefa por accidente pero también de La pistola desnuda 33 1/3, o de la fallidísima reversión de El superagente 86, o de la comedia geriátrica Ajuste de cuentas (con De Niro y Stallone), o de un par más de Sandler, o de Tommy Boy. Es decir, el bueno de Segal viene haciéndose un lugar en la comedia por más que su firma sea totalmente invisible. Y ahí precisamente radica, aunque encontremos alguna que otra buena película en su filmografía (se me ocurre también Locos de ira), parte de su virtud: la de ponerse al servicio de la estrella o del proyecto, anulando cualquier rasgo estilístico para copiar la caligrafía de lo que le ponen delante. Así sea la comedia sandleriana o la de gags visuales al estilo ZAZ.

Y Jefa por accidente, por lo tanto, es una comedia al servicio de Jennifer López, una de esas actrices que llegó tarde al reparto de buenas comedias (lo hizo en los 2000’s, luego del buen revival de la comedia romántica de los 90’s) y que ha venido construyendo un camino, dentro del género, sostenido en la idea de la pobre chica que termina ganándole al sistema y obteniendo fama y reconocimiento. Más o menos como en la tradición del culebrón latinoamericano, pero sin la gracia ni la coherencia. Claro que en Jefa por accidente busca hacerse cargo de su edad (este año cumplirá 50) y componer a una mujer en busca de segundas oportunidades en lo laboral y en la vida. Inmersa en una pareja que le exige formar una familia y en un trabajo donde no es reconocida a pesar de sus evidentes buenas ideas, Maya (López) termina siendo contratada como consultora en una importante firma de cosméticos mediante una mentira: su sobrino le fabrica un currículum absolutamente falso. A partir de ahí, la película de Segal explotará todo lo que pueda el recurso de la mentira que se estira hasta lo insostenible, tan propio de la comedia. Eso funciona, levemente, por un rato, entre chistes de medio tono y algunos buenos personajes secundarios. Aunque claro, en tiempos de empoderamiento femenino hay que ir un poco más allá y, giros mediante, el conflicto se moverá hacia otros lados y pondrán a Maya en el lugar incómodo de tener que tomar decisiones. Tan incómodo, como el melodrama que aparece de manera subrepticia y sin que nadie lo llame.

Este tipo de comedias femeninas centradas en el mundo ejecutivo tuvieron en los últimos años un ejemplo mayor en El diablo viste a la moda. De aquella, Jefa por accidente toma mucho, especialmente la idea de que ya estamos grandes y es momento de hacernos cargo de que muchas cosas (nos) suceden por nuestras decisiones. Claro que la película de Segal es mucho menos compleja y virtuosa que aquella, y todo aparece como una suerte de copio y pego. Sin embargo, esa línea argumental le otorga algo de honestidad a esta comedia neoyorquina un poco artificial: Maya se sincera respecto de sí misma pero también toma algunas decisiones que van a contramano de lo que las comedias románticas exigían de una mujer hace algunos años. Honestidad que, por otro lado, no termina de definirse en un desenlace excesivamente optimista, aunque en la senda del cuento de hadas que en el fondo es. En todo caso el peor pecado de Jefa por accidente es no haber sido demasiado cómica cuando lo tenía que ser para terminar abrazando el melodrama de auto-sanación (con voz en off sentenciosa incluida) con el fin de colgarse de una seriedad innecesaria.

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