No estás en la home
Funcinema

Mala vida

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Mad Crampi, Fernando Díaz
Guión: Mad Crampi, Fernando Díaz
Intérpretes: Maxi Ghione, Joaquin Berthold, Belén Chavanne, Vera Spinetta, Matias Marmorato, Ana Maria Orozco, Miguel Di Lemme, Gonzalo Alvarez, Magnus Mefisto, «Berta» Muñiz, Lucio Greco, Federico Liss
Fotografía: Salvatore Luccerto
Montaje: Jimmy Crispin
Música: The Tormentos
Duración: 72 minutos
Año: 2017


5 puntos


EL VALOR ESTÁ DADO POR LA BÚSQUEDA

Por Juan Cruz Bergondi

(@funcinemamdq)

La clasificación que dividía a las películas entre clase A, clase B, clase C o clase Z por el presupuesto que destinaban a su realización ha dado -no ahora, hace tiempo- origen a distintos géneros, cuyos parámetros formales pueden distinguirse con facilidad. Lo que en las primeras películas estaba condicionado por la carencia económica, en otras películas más recientes es una decisión: una vuelta de tuerca que roza la parodia. No pocos directores filmaron sus películas con un aire a películas de estas categorías o directamente filmaron películas que ayer, obviando lo correcto, podrían haber sido rechazadas de plano y hoy son consideradas de culto. Mala vida, la película dirigida a cuatro manos por Mad Crampi y Fernando Díaz, podría encuadrarse aquí.

Los destinos de varios personajes se entrelazan en una Buenos Aires urbana con toques futuristas. Heidi, una estrella pop que guarda un asombroso parecido físico con Lola, una adolescente embarazada, son las dos claves y el destino de esta encrucijada que tiene como jugadores una banda de tres avispados criminales, otra de dos académicos con pocas luces, unos barrabravas, un cocainómano, una tarotista y un galán del subdesarrollo algo enamorado del amor. En un horizonte que no llega a alcanzar la película tiene puesta la obra de directores como Guy Ritchie, Robert Rodríguez o Quentin Tarantino. La profusión de tramas apunta a la riqueza pero no se traduce en una amplia gama de colores, sino más bien en personajes que no logran separarse del fondo. Y si bien tampoco funciona la vis cómica, en las pistolas y la sangre se encuentra -aunque con demora- el verdadero placer y se advierte palpable el lugar hacia donde todo debía dirigirse. Uno de los placeres innegables de los cines clase B es la poca solemnidad con que se representa la muerte y la canalización del deseo que cada espectador lleva dentro de cometer un crimen.

Habrá que agradecer que haya otro cine en aquello que de forma imaginaria se denomina cine nacional. A la intención de construir una comedia coral que pinte la criminalidad o los sectores no tan favorecidos de la economía del país le hace falta aceite en cuanto al ritmo y una planificación que para cada escena ofrezca otras posibilidades y no una misma perspectiva con distintos tamaños de plano. El valor de Mala vida reside en el lugar que intenta ocupar dentro del sistema de películas que encierra nuestra frontera. Como aquí no hay una industria, y con lo cual no hay un afuera donde poder pararse, debería hacerse lo que no abunda: entretener y desligarse del peso con que carga los hombros la representación de la realidad, despachando una buena dosis de irreverencia lo mismo que de catarsis. La deriva de los distintos personajes conduce de manera algo caprichosa al momento más esperado de la película, que quizá sea el mismo que los directores más disfrutaron en filmar: el tiroteo donde cada uno muestra sus cartas y recibe lo que merece. Hacia la búsqueda del placer deberían orientar la nave los directores en sus próximas obras porque el género al que adscriben les permite mucha más incorrección. A Mala vida se le pueden adivinar las ganas pero se predice, ya mediada la proyección, su futuro: uno se queda con ganás de que vaya más allá.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.