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El guardián invisible

Título original: Idem
Origen: España
Dirección: Fernando González Molina
Guión: Luiso Berdejo, basado en la novela de Dolores Redondo
Intérpretes: Marta Etura, Elvira Mínguez, Francesc Orella, Itziar Aizpuru, Jonan Etxaide, Miquel Fernández, Pedro Casablanc, Colin McFarlane, Benn Northover, Paco Tous, Manolo Solo, Ramón Barea, Patricia López
Fotografía: Flavio Martínez Labiano
Montaje: Verónica Callón
Música: Fernando Velázquez
Duración: 129 minutos
Año: 2017


4 puntos


LA LITERATURA PESANDO MÁS QUE EL CINE

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

El subgénero de asesinos seriales tiene sus resortes particulares y en los últimos años no abundan exponentes cinematográficos atractivos o incluso mínimamente interesantes. La producción española El guardián invisible no viene a aportar demasiadas novedades en el panorama, y hasta podría decirse que profundiza la tendencia.

El film de Fernando González Molina, basado en una novela de Dolores Redondo -primera entrega de la trilogía El Baztán-, se centra en Amaia Salazar (Marta Etura en una interpretación demasiado intensa), una inspectora de homicidios de la Policía Foral de Navarra a la que le asignan investigar el hallazgo del cuerpo de una joven al borde del río Baztán. El caso comparte características con otros asesinatos y la llevará a regresar a su pueblo natal, del que prácticamente huyó y al que nunca quiso volver.

Aunque el relato pretende delinear elementos propios y distintivos -como las referencias a las creencias regionales y el trabajo sobre un paisaje permanentemente lluvioso-, tampoco puede evitar los cruces con el espectro hollywoodense (de ahí que la protagonista haya tenido una formación previa en el FBI), y allí es donde empiezan los primeros titubeos. Es que, seguramente con la pretensión de ser lo más fiel posible al material original, El guardián invisible acumula tramas, personajes y referencias: está el misterio central -quién está detrás de todos los asesinatos-, pero también el drama personal de Amaia, quien debe afrontar un pasado familiar bastante oscuro (con la madre como una figura definitivamente tétrica); el retrato de un pueblo que esconde demasiados secretos; y el coqueteo con lo sobrenatural y legendario como un factor determinante. En el medio, Amaia debe lidiar con otro inspector (Francesc Orella, de la serie Merlí) que le pone unas cuantas trabas, una hermana mayor con la que quedaron varios asuntos pendientes, sus traumas infantiles y hasta la postergación de la búsqueda de un bebé, lo cual genera roces con su pareja. Quizás demasiado, incluso para una película cuyo metraje excede las dos horas.

González Molina demuestra no tener demasiadas ideas mínimamente innovadoras de puesta en escena, por lo que se dedica a ilustrar de manera relativamente prolija lo que indica un guión demasiado condicionado por el peso literario. La remarcación y redundancia -que incluye un flashback muy importante que es imposible de sostener por el punto de vista que inicialmente adopta- terminan siendo las marcas más distinguibles del film, que arranca generando algo de interés pero rápidamente se va deshilachando, hasta arribar a una vuelta de tuerca tan previsible como esquemática.

El final de El guardián invisible deja todo servido para la segunda parte. Sin embargo, se olvida de lo más importante, que es construir personajes empáticos y atractivos. Tanta preocupación por el diseño de una franquicia lleva a que lo cinematográfico pierda frente a lo literario.

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