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Paraty

Muy Buena


TODO PARA MÍ

Por Melina Martire

(@funcinemamdq)

En el marco del Ciclo Bärfuss Sudamérica, en el que escritor y dramaturgo suizo Lukas Bärfuss estará en Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo para acompañar la presentación de sus obras teatrales y la publicación de Koala, su novela más reciente, se presentó la obra Paraty, una adaptación argentina de Málaga, escrita en 2010.

Una pareja de clase media-alta en proceso de divorcio debate sobre con quién dejar a su pequeña hija el fin de semana. Vera es una psiquiatra que tiene programado un viaje de descanso con su nuevo novio a la isla brasilera Paraty —así se reemplaza el destino vacacional de Málaga en el original—. Miguel, quien debía cuidar a la niña, es un médico que tiene un congreso impostergable en Montevideo, donde presentará su implante de oído, una investigación médica que le llevó veinte años. Bärfuss se dedica allí a indagar en forma minuciosa en los pormenores del debate, poniendo al descubierto las miserias de cada uno y su incapacidad para resolver el problema de una responsabilidad que los excede: hacerse cargo de su rol de padres. Son seres cultos, que aman sociabilizar, disfrutar del status que les dan los placeres pequeño-burgueses, comulgar la libertad de cada uno sin comprometerse con nada. Por eso, ante semejante conflicto, no encuentran las herramientas de resolución.

El capitalismo tardío logró varias conquistas y las comodidades de convertir todo en mercancía que otro hace por uno, pero el concepto de responsabilidad no pudo ser absorbido por él, es casi lo único de lo que no podemos escapar. El verbo latino spondeo, del que deriva nuestro término responsabilidad, significa salir garante de alguno (o de sí mismo) en relación a algo y frente a alguien.

En este sentido, la creativa adaptación que proponen Carla Pantanali y Cecilia Bassano resalta una cuestión que ya está presente en el texto: el rol de Vera en la crianza de esa niña, dejando entrever una mirada culposa que recae más sobre la figura de la madre. No sólo la obra lleva el nombre del destino turístico al que ella va, sino que su viaje, a diferencia del de Miguel, tiene que ver con el disfrute, y por ese motivo debería suspenderlo en pos de su hija o, al menos encontrar ella la solución, cosa que de hecho termina haciendo.

Toda la primera parte de la obra es una lucha discursiva encarnizada entre los padres. Luego entra en escena el personaje de Ale, un adolescente hijo de una amiga de Vera, que está dispuesto a cuidar a la pequeña para ahorrar dinero para su viaje a Nueva York, a donde irá a estudiar cine. Tiene entrevistas informales con cada uno por separado, a través de la que Vera le da indicaciones y Miguel lo indaga para descubrir posibles pensamientos perversos o peligrosos. El adolescente aprovecha las diferencias entre ambos para chantajearlos económica y emocionalmente. Con el permiso de la dueña de casa, Ale aprovechará el tiempo para filmar a la pequeña para su proyecto cinematográfico. Pero sucede algo trágico mientras ella queda a su cuidado: la imaginación enrevesada del adolescente lo lleva a mezclar la realidad con la ficción, y en ese fin de semana toma protagonismo un cuento infantil de los años cuarenta muy popular en Alemania, que se vuelve siniestro.

Con indicaciones temporales a través de una proyección en una de las paredes de la casa, vemos el paso del tiempo que atraviesa la previa del fin de semana y su temible llegada. Hay una clara marcación desde lo escenográfico entre el antes y después de la catástrofe. Los padres adelantaron sus regresos y están de vuelta en la casa, un espacio vacío y absolutamente blanco que produce una sensación de abismo. Vera, que antes estaba muy bien vestida y con una actitud corporal de mujer superada, ahora se encuentra arrugada sobre una silla en medio del escenario, con la mirada perdida. Miguel camina de un lado a otro pensando en las cuestiones prácticas como ir a bañarse, a qué hora podrán entrar a ver a su hija al hospital. A este lugar desolado llega Ale exigiendo ver a la niña, mientras acorrala a Vera con su cruda narración de los hechos del fin de semana. La casa se desarma y el hogar se destruye, las paredes que la contenían se abren y las luces laterales blancas enfocan a la mujer en el centro del escenario, sufriendo. Una de las escenas más crudas y estéticamente bellas que pueden verse en el teatro porteño.

No sabremos qué pasó exactamente con la pequeña, y quizás poco importa. Paraty se centra en la imposibilidad de equilibrar el compromiso y la responsabilidad con la libertad personal y la tan esperada autorrealización, una conquista que en el mundo actual tiene muy buena prensa. Una obra que exige al espectador indagar en las heridas narcisistas de las sociedades capitalistas avanzadas.


Autoría: Lukas Bärfuss (Traducción y adaptación de Málaga, por Cecilia Bassano) Dirección y producción: Cecilia Bassano, Carla Pantanali Elenco: Carla Pantanali, Pablo Caramelo, Julián Infantino Escenografía: Magali Acha Asistente de Escenografía: Vanesa Giraldo Sonido: Carla Pantanali Vestuario: Emilia Tambutti Asistente de vestuario: Daniela Samponi Iluminación: Matías Sendón Fotografía: Sandra Cartasso Prensa: Octavia Comunicación Teatro: Centro Cultural San Martín, Sala Alberdi (Sarmiento 1551, CABA) – Viernes y sábados de septiembre a las 22:00.

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