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24 líneas por segundo: sobre el Festival Marplatense y la inercia del estado municipal

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La semana pasada se realizó la segunda edición del Festival de Cine Marplatense, un espacio que es de suma importancia para el mundo del audiovisual de la ciudad: porque ante la falta de lugares para que realizadores y actores puedan mostrar su trabajo, este Festival habilita un marco oficial donde lograr exposición y visibilidad. Podemos discutir muchas cosas de su estructura, pero es indudable que resulta fundamental para el medio, porque motiva la producción y -se sabe- sin producción no hay forma de que las cosas avancen y mejoren. Sin embargo, nuevamente la contraparte al entusiasmo que los directores, actores, técnicos y organizadores le ponen a la fecha ha sido la presencia inexistente del Estado municipal. Si la primera edición (como lo hemos dicho desde estas páginas) fue utilizada por la gestión de Gustavo Pulti para mostrar, en las vísperas de las elecciones, una apurada preocupación en gestionar cultura, esta segunda tuvo -tras los chisporroteos de la suspensión en 2016- otra vez esa desidia incomprensible, ahora desde la gestión de Carlos Arroyo. Se sabe que el espacio integrado por referentes de la cultura local no es el más favorable para el intendente, ya sea por propios errores como por un enfrentamiento ideológico irreductible, por lo que el anuncio de esta segunda edición fue visto en un comienzo como un tibio acercamiento desde la Secretaría de Cultura que conduce (por usar un término) Silvana Rojas. Y sin olvidar, claro que sí, que estamos nuevamente en año electoral. Las dudas se generaron con las fechas de apertura y cierre de convocatoria y de realización del Festival, todas demasiado próximas y apuradas (sin mencionar que se lo programó para un lunes, martes y miércoles, días poco amables para cualquier calendario), y se terminaron de confirmar con la muestra en funcionamiento. En primera instancia, la falta de la propia Rojas a la ceremonia de apertura (fue el subsecretario Marcelo de la Plaza, pero se trata de una persona que pertenece al medio y excede su rol de funcionario) llamó la atención, ya no sabemos si por falta de interés o por desconocimiento de lo que su cargo implica, y continuó con una organización que no contó con cartelería ni folletería acorde, mucho menos con una difusión desde la Municipalidad que estuviera a la altura del acontecimiento. Para colmo de males, en el medio se dio una retención de tareas de empleados municipales, y eso motivó que se tuviera que suspender la última jornada por no tener a disposición el Teatro Colón. De no ser por las gestiones del director del Festival Julián Gil y su equipo, ni siquiera se hubiera podido hacer la ceremonia de cierre y premiación, que se llevó a cabo en la sede del Colegio de Martilleros. Decididamente un despropósito oficial (uno más), que le da un pobrísimo marco a un encuentro que debiera tener mayor interés y repercusión. Lo que queda flotando en el aire es la sensación de que desde Cultura Municipal esto no generaba ningún interés, y se hizo sólo para mostrar gestión. Pero lo cierto es que para mostrar esta gestión flaca y deshilachada, lo mejor sería sincerarse (término que está de moda) y aceptar que no hay interés en montar ningún tipo de acontecimiento de esta magnitud. Y que, como siempre, la cultura (y hablamos de la cultura rentada por el Estado; sabemos que hay otra y que florece en cualquier lado porque es felizmente inevitable) termina siendo rehén de la especulación política.

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