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Los Cascos Blancos

Título original: The White Helmets
Origen: Reino Unido 
Dirección: Orlando von Einsiedel 
Producción: Abigail Anketell-Jones, Adam Del Dio, Joanna Natasegara, Lisa Nishimura, Jason Spingarn-Koff 
Testimonios: Khalid Farah, Mohammed Farah, Abu Omar, Raed Saleh
Fotografía: Franklin Dow, Fadi Al Halabi, Hassan Kattan, Khaled Khateeb 
Montaje: Masahiro Hirakubo 
Música: Patrick Jonsson 
Duración: 41 minutos
Año: 2016


7 puntos


HUMANO PROFESIONALISMO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

La guerra en Siria ya lleva unos cuantos años, los muertos se acumulan por cientos de miles y los refugiados por millones. Dentro de ese contexto, Los Cascos Blancos –primer cortometraje documental de Netflix ganador del Oscar, en este última edición- aborda con pertinencia a un grupo de voluntarios que, en ocasión de cada bombardeo, salen a rescatar y auxiliar a la mayor cantidad de víctimas posible.

Si hay algo destacable en el film de Orlando von Einsiedeles su estilo directo y conciso para abordar su tema: no hay un estiramiento del relato, ya que el film encuentra rápidamente esa combinación de seguimiento de la rutina de los Cascos Blancos con testimonios de sus distintos integrantes. La película no se preocupa demasiado por armar un retrato del conflicto bélico en Siria, sino que encuentra en ese grupo de gente común dispuesta a arriesgar su vida por desconocidos un símbolo más que apropiado de todo lo bueno que puede surgir de la humanidad incluso en los momentos más oscuros. En eso, el film despliega un par de anécdotas –especialmente la referida al llamado “bebé del milagro”- que conmueven sin golpes bajos, ensalzando desde la narración conceptos como la solidaridad y el afecto con total fluidez.

El otro mérito de Los Cascos Blancos pasa por cómo se las va a arreglando, a partir del seguimiento cámara en mano no tanto de los rescates como del entrenamiento previo, de eso que llamamos profesionalismo. La película, con sutileza pero también con firmeza, nos dice que esos tipos son conscientes de los riesgos que corren, no son improvisados y que, aún desde el voluntarismo, buscan prepararse para la labor de la mejor manera posible. Allí hay una reivindicación del amateurismo bien entendido, ese que nos dice que para cualquier tarea, incluso la no remunerada, es indispensable la formación y el aprendizaje constante.

Sin grandes hallazgos formales pero con un sólido montaje y puesta en escena, Los Cascos Blancos descubre a un colectivo atractivo que encierra a su vez individuos a los que sabe sacarles el jugo. Y a partir de ahí se configura como una pequeña lección de ética y humanidad dentro de un ámbito marcado por el horror.

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