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Recapitulación de Homeland: Casus Belli

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

ATENCIÓN: SPOILERS
O el capítulo donde Quinn se convirtió en la niñera más loca del mundo. Ya conocíamos la habilidad de Homeland para quemar puentes y aunque en Casus Belli no se termina de realizar ese procedimiento, hay una notable voluntad por cambiar los ejes y entregar una narración que va por vías casi impredecibles, incluso al costo de incurrir en decisiones problemáticas.

Lo que para Carrie arranca como un día muy problemático, ya que enseguida se conoce que su cliente estaba dentro de la bomba que explotó y es el supuesto autor del atentado en Nueva York, rápidamente va empeorando, de maneras inesperadas. Primero cuando se entera que su supuesta fuente en la NSA, que le habría permitido exhibir los inadecuados procedimientos del FBI para así liberar a su cliente, nunca fue su fuente realmente. Alguien más, con mucho acceso y poder, le entregó en bandeja la información. Alguien con todo el interés posible en que el cliente de Carrie sea liberado y esté conduciendo la camioneta que luego estalló en pedazos.

Pero Carrie no tiene tiempo para reponerse, porque enseguida se entera que en su casa, de la nada, hay una situación de rehenes. Y el supuesto secuestrador resulta ser Quinn, quien había quedado momentáneamente al cuidado de la hija de Carrie. Sin embargo, las presiones de los periodistas y manifestantes que rodean la casa terminan haciendo estallar sus paranoias más extremas y pronto todo escala a una situación de extrema tensión. Hay que destacar tanto en la escritura de Chip Johannessen como en la dirección de Alex Graves la enorme capacidad para manejar los distintos niveles de tensión, combinando diversos factores: los espacios abiertos con los cerrados; la luz del día con la oscuridad de la noche; la steady cam con la cámara en mano; los planos de conjunto con los subjetivos. Todo al servicio de una suma de secuencias donde queda claro que Quinn habrá quedado con numerosas secuelas luego de lo que le ocurrió en la temporada anterior, pero aún sigue siendo un militar altamente entrenado y capaz; y que Carrie no puede vivir sin él. La de ellos dos es la gran historia de amor nunca concretado de Homeland.

El contraste con todo lo anteriormente narrado lo da la situación de la Presidente electa Keane, a la que le hacen la cama de una manera obscena y espectacular, obligándola a irse de improviso de Nueva York luego del atentado y recluyéndola en una casa. Allí queda totalmente aislada, casi sin comunicación con el exterior, sin su equipo a disposición y viendo impotente por una pequeña televisión cómo el periodismo opositor se hace un picnic con su imagen. La jugada que le hicieron es evidentemente conjunta, armada entre la administración saliente de la Casa Blanca y los sectores de la inteligencia encabezados por Dar Adal, que no la quieren nada. Y les salió perfecto. Uno hubiera pensado que este tipo de maniobras solo se hacían en países como la Argentina, pero Homeland es una serie que ha demostrado a lo largo del tiempo que la miseria corroe la política estadounidense. Lo que le hacen a Keane en Casus Belli es apenas un suceso más. Estamos, indudablemente, ante una transición despiadada.

Los minutos finales de Casus Belli, con Carrie entendiendo finalmente las inquietudes de Quinn y entrando ella también en modo paranoico, nos ponen a pensar si la nueva instancia de calamidades que debió atravesar Quinn valió la pena. ¿Hasta qué punto de sufrimiento puede llevarse al personaje? ¿Cuánto más debe padecer? Lo que sí está claro es que Homeland, aún con los cuestionamientos éticos que pueden hacérsele, sigue siendo una lección de suspenso y dinamismo, con un verosímil propio sólidamente establecido.

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