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El nombre de la luna


Muy Buena


LA INFANCIA ES UN ASUNTO SOLITARIO

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

el_nombre_de_la_lunaHay muchos adultos que hablan –con ese dejo de superioridad tan “adulto”- de lo difícil que es la adultez y la paternidad, con las responsabilidades, dificultades y presiones que conllevan. Como si ser hijo y niño no fuera difícil, no implicara dificultades, responsabilidades o presiones. Y lo cierto es que no es fácil ser niño, crecer y encontrarse con el mundo. No hay un manual de instrucciones, no hay fórmulas mágicas, no hay una guía y muchas veces se aprende a los golpes. Y hay ocasiones en que el mundo golpea tan fuerte, que la única decisión posible para el niño es huir, escapar. El mundo expulsa al niño, quien sólo puede responder expulsando al mundo, cerrando la puerta de su habitación, dejando todo afuera.

Lo que muestra El nombre de la luna es precisamente a una niña recurriendo a su cuarto como último refugio, aislándose y buscando crear su propio universo. Un universo donde el monólogo interior es también un diálogo con otro –con esa realidad exterior acechante, pero también con el ser interior-, una explicación de quién es, una descripción de su posición, a través de una cámara digital como dispositivo de confesión audiovisual. Ese dispositivo funciona también como espejo donde ella se contempla, potenciando asimismo la mirada y el cruce con el espectador.

Lo que surge es una narración un tanto desordenada pero donde se perciben una sucesión de acontecimientos decisivos en la vida de la protagonista, esencialmente sustentada en sus sentimientos, sensaciones y perspectivas. Allí se intuye, poco a poco, un relato de descubrimiento y autodescubrimiento, marcado por el dolor, el desestabilizante despertar sexual, la decepción y la progresiva pérdida de la inocencia que lleva a la soledad.

Porque antes que nada, El nombre de la luna es una historia de soledad que sólo puede ser contada en primera persona. Su principio esencial es la empatía: así trabaja la actriz Manuela Fernández Vivian, encontrando ese lugar preciso donde lo infantil de la composición no implica subestimación; y la dramaturga y directora María Emilia Franchignoni, configurando una puesta en escena donde lo real interactúa con lo fantástico y surreal, con los colores, luces, sonidos y hasta las disposiciones de los objetos expresando una sensibilidad distintiva.

Por ende, la empatía termina siendo un deber del espectador. El nombre de la luna es un viaje de vuelta a la infancia, en un trayecto tan dulce como angustiante, donde la soledad es la condición ineludible.


Dramaturgia: María Emilia Franchignoni Actúan: Manuela Fernández Vivian Vestuario: Magda Banach Escenografía: Noelia González Svoboda Iluminación: Claudio Del Bianco Multimedia: Matías Fabro Diseño gráfico: Sergio Calvo Asistencia de iluminación: Facundo David Asistencia de dirección: Nadia Pereyra Prensa: Marisol Cambre Producción: Fabio Petrucci Dirección: María Emilia Franchignoni Duración: 50 minutos Sala: Teatro Del Abasto (Humahuaca 3549, CABA) – Sábados a las 21:00. Hasta el 3 de diciembre.

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