No estás en la home
Funcinema

La crisálida del fin del mundo


Muy Buena


EL NARRAR ES EL PRIMER Y ÚLTIMO ACTO HUMANO

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

crisalidaCuando los seres humanos nos miramos y pensamos, tratando de tomar distancia de nosotros mismos, uno de los factores que surgen como destacables y apasionantes es la innata capacidad que tenemos de narrar, de contar historias para los demás pero también para nosotros mismos. La crisálida del fin del mundo toma este concepto-acción y lleva su reflexión al extremo, acumulando capas de significado, en un relato que piensa su propia materialidad y que posee un ritmo endiablado, digno de una montaña rusa.

Hay en La crisálida del fin del mundo, inevitablemente, por su estructura de monólogo, un gran apoyo en lo textual, que se potencia por la autoría de Federico Andahazi, un escritor siempre preocupado por retorcer núcleos narrativos preestablecidos, por deformar líneas históricas y proponer nuevas lecturas. En este caso, abordando lo que se podría decir que es el final de la existencia tal como la conocemos: ha implosionado el universo y sólo queda Escribaldo, encerrado en una crisálida, acompañado nada más y nada menos que por Dios, quien está ansioso por escuchar historias. La única alternativa para el protagonista será narrar su propia historia, contar o más bien inventar anécdotas, hilvanar un espacio-tiempo propio hecho de las palabras a través de la oralidad y la escritura.

Pero La crisálida del fin del mundo no sólo es palabra, sino también imagen y cuerpo, interrelacionados permanentemente con la dicción, en instancias ilimitadas de producción y reproducción. La linealidad se quiebra, Escribaldo (su nombre dice muchas cosas sobre él) avanza y retrocede en el tiempo, va de un espacio a otro, vacila y se decide, crea y destruye imágenes (o más bien imaginarios), se queda sentado o construye situaciones a partir del ejercicio de la corporalidad, mientras dialoga con un Dios tan cruel como frágil, al que él mismo le otorga una voz con una tonalidad plagada de contradicciones, porque quizás esa sea su única defensa frente a una personalidad que a través de su propia invocación se revela como arrolladora, imperecedera e impiadosa.

En esa acumulación plagada de ambigüedades, en su estructuración donde lo pequeño es un espejo de lo abismal, donde la finitud se da la mano con lo eterno, lo sagrado con lo profano, lo concreto con lo abstracto, y finalmente lo humano con lo divino, La crisálida del fin del mundo da todo de sí, en un recorrido a mil por hora. Y cimenta una de esas historias más grandes que la vida, con un compendio de emociones que van de lo hilarante a la melancolía. Su final, tan abrupto como lógico, recuerda un poco al de Petróleo sangriento, aquel gran film de Paul Thomas Anderson, que con otro tipo de foco –muy distinto- decía muchas cosas sobre la mortalidad o la perpetuidad: “ya terminé”, decía el Plainview interpretado por Daniel Day-Lewis. Lo mismo podría decir el Escribaldo que encarna Javier Arayae, en gran trabajo conjunto con la directora Julia Muzio. Y más no se le podría pedir.


Autoría: Federico Andahazi Actúan: Javier Araya Vestuario: Javier Araya, Aida Pippo Escenografía: Javier Araya, Pablo Cordero Jaure Diseño de luces: Javier Araya, Julia Muzio Realización de escenografia: Javier Araya, Pablo Cordero Jaure Música original: Daniel Iacovino Utilero: Javier Araya, Aida Pippo Asistencia técnica: Pablo Goldberg Asistencia de dirección: Jorge Costa Prensa: Tehagolaprensa Producción ejecutiva: Milena Lainez Puesta en escena: Julia Muzio Dirección: Julia Muzio Duración: 55 minutos Sala: Belisario Club de Cultura (Av. Corrientes 1624, CABA) – Sábados a las 20:30. Hasta el 27 de agosto.

Comentarios

comentarios

2 comments for “La crisálida del fin del mundo