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Top 5 Superhéroes: 4ª – Ant-Man: el hombre hormiga (2015)


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Dimensiones de un héroe ordinario

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

El universo cinematográfico de Marvel se ha convertido en una enorme columna de films interconectados, por momentos demasiado autoconscientes de ello. Sin embargo, Ant-Man parece por momentos tomarse el asunto de forma más lúdica, con un tono menos solemne que sin embargo no pierde la conexión con otros films. Hay varias razones para que el film dirigido por Peyton Reed -que tiene en su haber a las muy buenas Triunfos robados y Viviendo con mi ex– se destaque de forma aislada: en primera instancia fue un proyecto que comenzó a gestarse en el 2006 de la mano de Edgar Wright, enorme director que supo abrevar en la comedia y la acción con un timing impecable -ver si no Scott Pilgrim vs los ex de la chica de sus sueños, Muertos de risa o Arma fatal-, y el comediante inglés Joe Cornish, que habitualmente colabora con Wright y con quien ha guionado Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio.

En ese entonces el universo cinematográfico de Marvel no era tan vasto ni uniforme como lo es en estos últimos años post, sin lugar a dudas, Iron Man 2. Pero el hecho de que Ant-Man sea un film tan particular no reside solamente en que fue gestada con un largo proceso de producción, sino también en que este proceso fue accidentado, poniendo incluso en duda su lanzamiento cuando Wright abandonó el proyecto en 2014. Sin embargo, el guión coescrito junto a Cornish permaneció y fue finalizado por Adam McKay -otro director que ha sabido explotar la acción y la comedia- y el protagonista clave de esta historia, Paul Rudd. Porque es sin lugar a dudas Rudd el que se pone al hombro este film, más allá de la dirección del efectivo Reed.

Pero sin focalizarnos tanto en el accidentado proceso de producción y las personalidades que ayudaron a gestar la que es sin lugar a dudas una de las películas de superhéroes más memorables, veamos por qué funciona. Sí, Ant-Man tiene a tipos en trajes espectaculares con poderes, personas comunes que hacen un curso acelerado de defensa personal, malvados oscuramente maquiavélicos, todo parte del suspension of disbelief que caracteriza a estas películas, pero también tiene a un protagonista conflictuado intentando superar un divorcio y ejercer de padre modelo para su hija, además de alguien acosado por su pasado de ladrón al que se ve empujado a volver. Como se sabe, la cercanía a un determinado conflicto produce empatía y es esta la clave del film de Reed: el conflicto humano del personaje se traslada a la acción con notable fluidez, haciéndonos por momentos olvidar sobre el mega conflicto a escala global de organizaciones militares secretas.

Pero ojo, a pesar de que puede aparecer sublimado respecto a otras películas de superhéroes, esto no quiere decir que el mega conflicto no exista. El malvado Yellowjacket interpretado por Corey Stoll es la antítesis del personaje de Rudd, con su fría determinación y un serio complejo de inferioridad, a veces aproximándose a la caricatura, pero su dosificación a lo largo del film y el hecho de que la solidez del relato resida en el conflicto interior de Scott Lang hacen que este detalle fluya y le dé al film un marco de película de superhéroes tradicional. Por otro lado, el científico Hank Pym retratado por Michael Douglas tiene una sensibilidad que se complementa con el Lang de Rudd, en parte porque también refiere a una historia de pérdida y búsqueda de redención y superación.

Como mencionamos, la película no está exenta de ser un film de acción y cuando se encuentra con esta faceta lo hace con notable soltura, el clímax resulta destacable porque se nota la presencia de un guión sólido que planteó la necesidad de jugar con el espacio y las dimensiones de los personajes, incluso apuntando la ironía musical de poner Disintegration, de The Cure, en el momento más intenso del combate. Reed se muestra como un director solvente a la hora de llevar la acción, por momentos con la destreza que no tienen veteranos en el género como, por ejemplo, Michael Bay.

Entre films donde lo lúdico pasa más a menudo por secuencias de acción altisonantes y efectos llamativos -que, por otro lado, es una virtud saber utilizarlos-, Ant-Man resulta una brisa de aire fresco gracias a la solidez de sus personajes y una sensibilidad que nos acerca al drama humano de su protagonista sin abandonar la dimensión infantil que tiene este subgénero, por más capas de solemnidad con que la cubramos.

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