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Recapitulación de Game of thrones: Oathbreaker

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

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ATENCIÓN: SPOILERS

Ahora sí parece que la sexta temporada de Game of thrones va acomodando sus piezas, aunque el proceso es inevitablemente lento. Y ese proceso se va concretando a partir de cómo los personajes se hacen cargo del lugar que ocupan, de los dilemas que tienen por delante. En ese acto introspectivo que repercute luego en el accionar, son los Stark los que recuperan un papel protagónico en Oathbreaker.

Por un lado, Arya pasa a ser simplemente una Una Niña, dejando ir su identidad para recuperar su visión. El suyo ha sido un proceso de dolor y calamidades, y el dilema pasa a ser dónde ha quedado su nombre, si en el fondo continúa siendo una Stark o pasará simplemente a ser una persona anónima, impulsada por fuerzas y designios mucho más poderosos, trascendentes y generales.

Por otro, Bran tiene otro flashback junto al Cuervo de Tres Ojos y éste es particularmente inquietante, no sólo porque deja entrever que hay aspectos de la vida del joven Ned Stark, que quizás sean decisivos a futuro pero han permanecido ocultos, sino que Bran podría tener el poder de interactuar con esas visiones del pasado. Esa permanente interrelación entre pasado y presente que atraviesa a toda la serie, en Oathbreaker toma un carácter directamente literal.

Claro que los demás también juegan un rol, aunque no necesariamente tan importante: Jamie y Cersei Lannister siguen condicionados por las acciones del Gorrión Supremo e incluso las Serpientes de Dornen; mientras que Tyron recién está empezando a tomar decisiones asumiendo la ausencia de Daenerys, quien en su regreso a la cultura Dothraki parece emprender un camino que la hace involucionar como personaje. Ver inmovilizados a personajes que han sido disparadores de acontecimientos muy fuertes en la serie le resta vigor no sólo a este episodio sino también a la temporada en su conjunto. Por eso no deja de ser interesante el discurrir de Ramsay Bolton, un tipo que no le debe nada a nadie, que avanza embistiendo pero que también tiene la inteligencia para establecer alianzas fuertes. Y que encima goza de algo de buena suerte, y ahora tiene en su poder a Rickon Stark.

El que sin lugar a dudas toma muchas decisiones, haciéndose cargo como puede de ellas, es Jon Snow, que no es un dios -como le dice Tormund Giantsbane, “¿qué clase de Dios tendría una verga tan pequeña?”- pero ha vuelto de la muerte y debe seguir adelante, aunque eso implique volver a fallar, tal como le explica sabiamente Davos (un un personaje realmente notable). A Jon le toca lo inevitable: ejecutar a quienes intentaron –y lograron- matarlo. La escena de la ejecución, que incluye un plano bastante terrible de Olly ahorcado, vuelve a dejar en claro cómo Game of thrones es una serie que no teme explicitar las brutalidades de la guerra y cómo ésta no discrimina entre cuerpos o individuos.

La decisión de Jon con la que se cierra Oathbreaker parece implicar una senda fácil, donde se eluden responsabilidades, pero no es tan así: el abandonar la Guardia es también una declaración de principios. Jon ya dio todo lo que podía dar ahí y sabe que lo que le espera fuera de Castillo Negro no es precisamente amigable. En el más allá no había nada esperándolo, en el mundo de los vivos ya porta cicatrices que indican que la traición puede ser una regla.

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