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Samurai X

samurai1Título original: Rurôni Kenshin: Meiji kenkaku roman tan
Origen: Japón
Dirección: Keishi Ohtomo
Guión: Kiyomi Fujii, Keishi Ohtomo, sobre el manga de Nobuhiro Watsuki
Intérpretes: Emi Takei, Takeru Satô, Yû Aoi, Teruyuki Kagawa, Yôsuke Eguchi, Munetaka Aoki, Kôji Kikkawa, Taketo Tanaka
Fotografía: Takuro Ishizaka
Montaje: Tsuyoshi Imai
Música: Naoki Satô
Duración: 134 minutos
Año: 2012
Compañía editora: SBP


5 puntos


No mucho más que algunas peleas

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

samurai2Basado en el manga de Nobuhiro Watsuki Rurouni kenshin, Samurai X es una muestra de cómo ciertos tanques japoneses pueden compartir defectos con sus símiles hollywoodenses, en lo que se refiere a una excesiva acumulación de elementos que terminan entorpeciendo las estructuras narrativas.

El film dirigido por Keishi Ohtomo arranca en 1868, centrándose en Kenshin Himura, un asesino que luego del fin de la guerra Bakumatsu, pasa al anonimato y promete defender a los más necesitados sin matar. Es por eso que, portando una espada con un filo reverso, Kenshin se dedica a vagar por un Japón que está en plena transición hacia la Nueva Era, dejando de lado la época -y los modos- de los samuráis. Diez años después, cuando casi de casualidad ayuda a la Kaoru Kamiya, una joven idealista que intenta llevar adelante la escuela de guerreros de su padre muerto, Kenshin se verá enfrentado a Kanryuu Takeda, un poderoso traficante de opio, contando sólo con la ayuda de un peleador callejero. En el medio, también se topará con un poderoso homicida llamado Battosai, quien está dejando un tendal de cadáveres de oficiales de policía y mensajes junto a sus cuerpos.

Si ya toda la trama de Samurai X es difícil de resumir en este texto, a la película le cuesta mucho más sentar las bases de los conflictos -sumando encima muchos personajes que no terminan de adquirir consistencia-, y recién toma algo de ritmo y fluidez a partir del segundo tercio de su metraje (y estamos hablando de un film que pasa cómodamente las dos horas). Para colmo, ese villano que es Takeda es un personaje absolutamente superficial, de cartón corrugado, y la pésima interpretación de Teruyuki Kagawa sólo contribuye a quitarle peso dentro del relato, a pesar de constituir la principal línea narrativa. De ahí que lo que verdaderamente impacte sea el duelo de Kenshin con ese ser despiadado que es Battosai, al fin y al cabo un profesional del homicidio, que pareciera ir matando por ahí sólo con el objetivo de encontrar a ese rival apropiado para sus habilidades que es Kenshin.

En consecuencia, Samurai X sólo encuentra real potencia de la forma más predecible, que es a través de las peleas de puño y espada. En eso hay que reconocerle a Ohtomo que sabe filmar, hacer perfectamente entendibles las acciones y otorgarle unos cuantos momentos de disfrute al espectador. Pero eso no alcanza, y más si tenemos en cuenta que al film lo que le interesa verdaderamente es reflexionar sobre los modos de violencia, las injusticias dentro la nación japonesa, la forma en que el pasado puede volver a hacerse presente y cómo los cambios políticos-sociales en el país en la segunda mitad del Siglo XIX dejó descolocado a todo un conjunto de individuos que sólo sabían vivir a través de la guerra. Lo cierto es que toda esa red de análisis sólo es explicada a través de las palabras y una banda sonora que redunda en remarcaciones, con lo que todo el conjunto no pasa jamás de los lugares comunes ya vistos demasiadas veces.

A pesar de ciertos momentos donde Samurai X insinúa dejar librada su historia al puro entretenimiento, su voluntad por ser un film “importante” le termina jugando en contra. Al final, tantos personajes, tópicos y situaciones la hunden en la intrascendencia.

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