Título original: A Single Shot
Origen: Inglaterra / EE.UU. / Canadá
Dirección: David M. Rosenthal
Guión: Matthew F. Jones, basado en su propia novela
Intérpretes: Sam Rockwell, William H. Macy, Ted Levine, Kelly Reilly, Jason Isaacs, Joe Anderson, Jeffrey Wright, Ophelia Lovibond, Amy Sloan, W. Earl Brown, Heather Lind, Christie Burke, Jenica Bergere, Lana Giacose
Fotografía: Eduard Grau
Montaje: Dan Robinson
Música: Atli Örvarsson
Duración: 116 minutos
Año: 2013
Compañía editora:Blushine
5 puntos
Regodeo en lo marginal
Por Rodrigo Seijas
El arranque de Al primer disparo hace presuponer que va a ir directo al grano, sin muchas vueltas, a partir de un accidente de caza donde un hombre llamado John Moon (Sam Rockwell) mata por accidente a una mujer y encima se topa casi de casualidad con una gran cantidad de dinero. De ese tipo de cantidad que puede alterar su vida, cambiar su posición, permitirle hacer cosas que veía como muy lejanas. Pero que claro, también le puede generar múltiples problemas: de a poco irá recibiendo amenazas concernientes a su bienestar y el de sus seres queridos, y luego todo decantará en una espiral de violencia sin freno.
Sin embargo, el film de David M. Rosenthal quiere tomarse su tiempo y contar unas cuantas cosas más, especialmente sobre su protagonista. Moon es un tipo muy imperfecto, poco agradable -o directamente desagradable-. Cazador furtivo como es, vive en los márgenes, es un lobo solitario y uno se pregunta cómo demonios llegó a tener una esposa e hijo, aunque claro, está en pleno proceso de divorcio. No está mal que el guión de Matthew F. Jones -quien se basó en su propia novela- quiera explorar los avatares del personaje, construyendo las tensiones de a poco y trabajando incluso la espera para las explosiones de violencia que se acumulan en el último tercio. El problema es que por largos pasajes el film pareciera regodearse en tener un universo repleto de borrachos, drogadictos y antisociales, sin un real propósito narrativo.
En Al primer disparo se pueden detectar elementos de films recientes como Lazos de sangre, por cómo aborda a esa parte de la sociedad estadounidense conocida como white trash, que está siempre bordeando la senda del crimen; de Sin lugar para los débiles, con un protagonista que se topa ante la oportunidad de cambiar su situación a partir de la aparición de un montón de dinero, aunque eso lo conduzca inevitablemente a la fatalidad; e incluso de una película más lejana en el tiempo como Un plan simple (Sam Raimi, 1998), con su paisaje natural que sirve como escenario de las guerras despiadadas y hasta casi animalescas entre los hombres. Pero esas herramientas y referencias no terminan de cuajar apropiadamente en la narración, que no logra combinar fluidamente las vertientes social y de suspenso. Hay un necesario balance que no termina de darse, lo que incluso le quita una potencial identidad propia a lo que se está contando.
Apoyándose en las actuaciones de intérpretes siempre efectivos como Rockwell y Jason Isaacs (como un antagonista con una presencia temible), más las presencias de William H. Macy, Jeffrey Wright, Kelly Reilly y Ted Levine en papeles más pequeños, Al primer disparo consigue algunos momentos potentes, donde la sangre vertida y los cuerpos destrozados dicen mucho más que las palabras. Pero son apenas pasajes dentro de un típico film para el circuito de festivales -por algo cuenta con el apoyo de Tribeca Film, el sello distribuidor del Festival de Tribeca-, con poco atractivo por fuera de esos ámbitos y que ni siquiera llega a ofrecer algo realmente original en sus casi dos horas de metraje. Su historia de venganzas, ambiciones y deseos frustrados cae por sus propios excesos y remarcaciones.