En la encrucijada
Por Rodrigo Seijas
Luego del debut promisorio que fue Mundo grúa y de consagrarse como un cineasta definitivamente relevante dentro del panorama del cine argentino con El bonaerense, Pablo Trapero pareció llegar a una especie de encrucijada dentro de su carrera, y el resultado de esos dilemas creativos terminó siendo Familia rodante. No es que no hubiera querido hacer esta película –si se le preguntara al realizador, la respuesta sería todo lo contrario, y es indudable que hizo el film con sumo gusto-, pero no parece una obra suya, es como un cuerpo extraño dentro de su filmografía, para bien y para mal.
A primera vista, Familia rodante parece una apuesta a lo seguro para el director: una historia familiar pequeña, lejos de la ambición temática y el contexto violento de El bonaerense –su primer film esencialmente político- y más cercano al territorio cotidiano de Mundo grúa. Pero en verdad hay una cuantas modificaciones en el formato, ampliando las posibilidades a partir del género de la road movie y de un núcleo familiar con multiplicidad de personajes y subtramas. Esos cambios le insuflan a la historia un tono distinto, más libre, tan caótico como ecléctico, alejado de la focalización específica de sus dos films anteriores y de la planificación formal de lo que vendría a continuación. Es como si Trapero tuviera apenas una premisa –ese viaje en familia, con su abuela en la vida real como personaje disparador- y saliera al camino a buscar el relato que termine de definir a su película.
El gran problema es que Trapero nunca termina de encontrar ese relato y lo que termina haciendo es forzar las acciones. No deja de ser llamativo cómo la película acumula una multitud de conflictos –que incluyen varios enredos amorosos, tanto entre los más jóvenes como entre los adultos- de forma cuando menos arbitraria, que son resueltos a su vez a los apuros, con el objetivo de arribar a un final reparador y tranquilizador. Hay muchos films –quizás demasiados- en Familia rodante y ninguno está resuelto con total fluidez, excepto ese que es apenas subterráneo, porque se lo intuye sin demasiado esfuerzo. Nos referimos, obviamente, a ese especie de documental desde la ficción sobre la abuela del realizador, quien demuestra tener la capacidad para crear un personaje que tiene mucho de ella misma pero que a la vez no deja de poseer cualidades ficcionales independientes de su personalidad, en un equilibrio preciso donde seguramente hubo también unos cuantos méritos desde la dirección de su nieto.
En su totalidad, Familia rodante es un film fallido, intermitente, que no termina de encontrarse, aunque no deje de tener elementos interesantes. Lo que había detrás era un realizador que no resolvía su propio dilema cinematográfico, lo cual condicionaba toda la narración. Si bien la familia ficcional completaba su viaje, Trapero aún no terminaba de encontrar su camino, ese que le permitiera arribar a lo que sería su próxima etapa como cineasta.