Por Cristian Ariel Mangini
A pesar del explosivo final de The gift, el capítulo de la última semana que tenía a Cersei finalmente cayendo por el propio peso de sus artimañas, lo cierto es que se extrañaba un pico narrativo de la magnitud que alcanza este Hardhome, acaso no sólo uno de los mejores capítulos de la quinta temporada sino de la serie en su conjunto. El vértigo de los últimos veinte minutos del capítulo tiene ecos de la batalla de Blackwater o la del muro, pero su contenido épico condensado en menos tiempo hace que con algunos momentos elegidos astutamente se disimule lo que es una batalla filmada a una escala menor que aquellas en las que Neil Marshall demostró su innegable talento como director (y, esperamos, vuelva en la próxima temporada). Pero lo que hace Miguel Sapochnik no es para nada despreciable: elige los momentos del combate que mejor puedan definir a los personajes que forman parte de ella, otorga suspenso para mostrar todas las fichas en pugna y, cuando es necesario, se permite algunos silencios como el minuto final, en el cual se ven las dimensiones de la lucha que acaba de acontecer y sus consecuencias. Por si fuera poco, también otorga diálogos de una densidad notable que ayudan a que, en el balance de sus partes, sea uno de los episodios más notables.
El capítulo arranca donde prometía The gift antes de lo ocurrido con Cersei: Tyrion y Jorah ante Daenerys, finalmente, por motivos completamente distintos. Como sabemos, llevar a Tyrion ante su reina es la posibilidad de Jorah de redimirse por haber sido descubierto en sus trabajos de espionaje, mientras que los motivos de Tyrion son conocer a Daenerys luego de las palabras de Varys sobre su coraje y talento en tierras alejadas de los Sietes Reinos. El diálogo entre Tyrion y Daenerys está cargado de tensión y tiene algunas líneas memorables, en particular cuando Tyrion describe a Jorah y su caída en desgracia, llevando a que la joven reina tome la resolución de expulsarlo de la ciudad. Esto abre un arco narrativo emocionante que seguramente se resolverá en los dos últimos capítulos, con un Jorah que ya no tiene nada que perder y que termina dándole un tono trágico a su historia. Por otro lado tenemos luego un largo diálogo entre Daenerys y Tyrion, finalmente promovido como “asesor”, que en su frescura demuestra las habilidades de Tyrion como estratega y le da un sano consejo que llevaría a romper el ciclo de conflictos en torno al anhelado Trono de Hierro o aceptar que, después de todo, la político de los Siete Reinos no es tan importante como ella cree a pesar de querer hacer valer su apellido Targaryen.
Mientras tanto, en Desembarco del Rey vemos lo mal que la pasa Cersei a raíz de estar cautiva por la gente del Gorrión Supremo, naturalmente buscando la confesión de todos los crímenes y traiciones que cometió, que no son precisamente pocos como sabemos. Por otro lado, vemos el rigor del entrenamiento de Arya, que ahora sí parece preparada para encabezar su primera misión para los “Hombres sin rostro”. Hay que rescatar la dirección de Sapochnik en este segmento: el montaje paralelo describe el entrenamiento de Arya con notable agilidad hasta que finalmente vemos al hecho a punto de efectuarse. En Invernalia Sansa confronta a Theon por lo que le sucedió a la pobre anciana en The gift y la charla crece en intensidad hasta que el renacido como “Hediondo” a raíz de las torturas de Ramsay confiesa una de esas cosas que estuvimos esperando que pasen desde el primer encuentro entre estos personajes: que Bran y Rickon están vivos y vagando por alguna parte del mundo y que los dos niños muertos eran dos campesinos. A pesar de su brevedad, la secuencia es potente y actuada con sutileza.
Raro que hayan pasado tantas cosas fundamentales pero que la frutilla del postre haya quedado para el final y nos haya hecho olvidar o, al menos, mandar a un segundo plano todo eso. Como sabemos, Jon Snow tenía la difícil tarea de convencer a los sobrevivientes de los salvajes para que se unan a él en la batalla contra los Caminantes Blancos y su implacable milicia. El escepticismo de los salvajes carga de tirantez al ambiente e incluso se lleva puesto al irrelevante Señor de los huesos (uh, ¿alguien se acordaba de él?), a quien Tormund deshace a golpes cuando se pone en duda el coraje y la lealtad de las fuerzas de los salvajes. La tensión de estos diálogos está manejada con significativos planos que ponen relieve en los rostros, las miradas, la desconfianza. Pero una vez el concilio termina con un resultado dividido, comienza el feroz ataque que preanunciado de forma siniestra por una ráfaga de nieve, tiene a los Caminantes Blancos arrastrando todo lo que hay a su paso. La batalla desesperada, que tiene algunos vertiginosos travellings laterales, contiene algunas de las coreografías de acción más impresionantes que haya desplegado la serie, además de una economía dramática con personajes que llegan a importarnos en pocos minutos (sí, estoy hablando de Karsi). El despliegue del poder de los Caminantes Blancos nos muestra por primera vez la dimensión de la amenaza que se cierne sobre Westeros, y por primera vez tomamos consciencia de que en escala todos los conflictos políticos de los Siete Reinos son realmente un detalle menor.
Con la silenciosa secuencia final la serie recupera el misterio y retoma el tópico que disparó el primer episodio de la serie: el invierno está llegando y esta vez parece que va en serio. Con semejante capítulo, los últimos dos serán sin respiro.