Por Rodrigo Seijas // foto: Punto-Cine
Matilde Michanie es la realizadora de Se acabó la épica, documental que se estrena este jueves. El film gira alrededor de la figura del escritor Néstor Sánchez, a la que explora y analiza a partir de testimonios de familiares, amigos y allegados, pero también del recorrido de los espacios urbanos que transitó el autor y de fragmentos de su obra. Sobre las razones del proyecto, el proceso de realización y el punto de vista adoptado, entre otros temas, habló la cineasta con FANCINEMA.
-¿Qué fue lo que te atrajo de la figura de Néstor Sánchez como para rodar un documental alrededor de figura?
La originalidad de su obra, la búsqueda de una narrativa que desafiara los dictados del mercado literario del momento y que ligara esa búsqueda de trascendencia de la palabra con su propia necesidad de trascendencia espiritual. Su periplo personal tan intenso, tan lleno de contradicciones.
-¿Cómo fue el proceso para encontrar un tono y estilo narrativo adecuados para el film?
Fue un proceso de búsqueda desde la presentación del proyecto mismo. Tenía que plantearme si era posible contarlo a Sánchez sin tenerlo a él, sin material de archivo, sin plantear el recorrido de una biografía que aporta datos permanentemente. Para mí fue sustancial tratar de alguna forma de acercarme, obviamente desde mí y con mis limitaciones, a contarlo con las contraseñas de su literatura, el ir y venir en el tiempo, el ritmo musical, las preguntas montadas sobre preguntas y un camino que conduce a otro camino, y así sin pausa.
-La vida y obra de Néstor Sánchez parece atravesada por esa cuestión a la que él mismo se refería respecto al sinsentido de la vida, la falta de épica y la escasez de tiempo. ¿Cómo impacta esa visión oscura y pesimista en tu propia visión artística?
Sin ser yo optimista intento ver esas premisas de Sánchez desde otro lugar: alguien me comentó que Gurdjieff siempre decía que un palo tiene dos puntas… entonces prefiero argumentar que Sánchez intentaba escarbar en el sentido de la existencia, que ante la falta de épica, es decir al no tener nada que contar prefirió no mentir, no fabular banalmente y que ante los límites temporales de la vida prefirió vivir sin ellos. De esa forma puedo componer un punto de vista desde un lugar diferente y propio.
-Parece haber una unión entre la figura de Néstor Sánchez, lo urbano y la condición nómade o itinerante. ¿Cómo volcaste esos aspectos al film?
Sánchez es un hombre de ciudad, crece en un típico barrio porteño como Villa Pueyrredón, desde adolescente juega al billar, se aficiona a las milongas, es un bailarín de tango semiprofesional, le apasiona el turf, la noche prostibularia, luego eso se superpone con la poesía, el jazz, la literatura, el misticismo. El es un nómade permanente, y eso está reflejado en los planos de los diferentes lugares por los que anduvo, en los planos de desplazamiento, pero también en los textos y en la música.
-¿De qué manera creés que se conecta la literatura de Néstor Sánchez con el cine? ¿Qué puntos de unión y distanciamiento observás?
A Sánchez le gustaba mucho el cine, en alguna entrevista que leí decía que era un cineasta frustrado o algo así. Está la anécdota aquella donde cuenta que le ofrece a Truffaut no me acuerdo si El cómico de la lengua o El amhor, los orsinis y la muerte, y Truffaut le contesta que es un buen guión para hacer una novela. Tiene una manera de puntualizar las acciones y de precisar los detalles de lo que describe como si fueran tomas cinematográficas, pero ese ritmo musical vertiginoso que hace que lo que nos cuenta se funda con otra cosa y otra. Sin solución de final te sumerge en una dinámica que requiere muchísima atención para comprender qué es lo que realmente nos está transmitiendo.
-¿Ves conexiones entre este film y tus largometrajes anteriores, Licencia númerouno y Judíos por elección, o creés que de alguna manera representa un quiebre en tu filmografía?
Yo hice varios documentales, sobre todo cuando viví en Alemania. Con Licencia número uno reinicio mi trabajo aquí. Todos mis documentales siempre abordan el tema de la identidad, cómo ser lo que uno quiere ser a pesar de, cómo conseguir esa libertad y esa posibilidad de ser lo que uno pretende y cómo luchar por eso. Desde ahí no veo quiebre. La diferencia importante es que al no estar el protagonista vivo, tuve que desarrollar otros recursos y eso representó un nuevo abordaje creativo.
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