
Título original: A Better Life
Origen: EE.UU.
Dirección: Chris Weitz
Guión: Eric Eason, Roger L. Simon
Intérpretes: Demian Bichir, Eddie ‘Piolin’ Sotelo, Joaquín Cosio, José Julián, Nancy Lenehan, Gabriel Chavarria, Bobby Soto, Chelsea Rendon, Trampas Thompson, Tim Griffin
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Montaje: Peter Lambert
Música: Alexandre Desplat
Duración: 98 minutos
Año: 2011
7 puntos
Una dosis de realidad sin edulcorante
Por Mex Faliero
La historia de un inmigrante ilegal mexicano que trabaja en Los Angeles, buscando un mejor futuro para su hijo, parece territorio fértil para uno de esos dramas realistas bienpensantes, con los que cierta parte de Hollywood busca disculparse un poco de las miserias del sistema capitalista. Y ganar premios. Pero, contra lo que uno pueda pensar (y aún dudando minuto a minuto de las intenciones del film) Una vida mejor resulta un drama bastante atendible, que cuenta con una estupenda actuación de Demian Bichir y un personaje principal que aporta la cuota de humanidad que este tipo de películas siempre deja a un lado, en pos de la bajada de línea.
No deja de ser singular que su director sea Chris Weitz, que aún con los pasos en falso de su acercamiento a la saga Crepúsculo y La brújula dorada tiene en su historial la estupenda Un gran chico y la interesante -por detalles- American pie, ambas firmadas a cuatro manos con su hermano Paul. Lo que aparece en sus dos primeras películas, y que se repite mayormente en la obra de Paul Weitz pero también aquí, es un acercamiento a la temática paterno-filial, a ese particular vínculo que se da entre padres e hijos, donde lo afectivo siente las limitaciones que los roles sociales imponen. Padres esquivos e hijos conflictivos, son el centro de estos relatos que no dejan de lado cierta complejidad y que explicitan la noción de crecimiento como mayor experiencia.
Si en solitario el cine de Chris Weitz parece bastante fallido, esta producción por fuera del corset del mainstream hollywoodense parece menos preocupada por cumplir algún orden programático que en contar bien su cuento de personajes perdidos y abandonados a la suerte de un mundo hostil. Pero Una vida mejor está lejos de expresiones repudiables como el cine de Alejandro González Iñárritu, especialmente Biutiful. Aquí no hay un regodeo en la miseria por medio de la sofisticación visual o formal para enaltecer la presencia del autor, sino una posibilidad de encontrar cierta dignidad en la pobreza, que es en definitiva lo que el padre le transmite a su hijo en esta película.
Más allá de que Una vida mejor encuentre algunas situaciones un tanto discutibles o resoluciones algo arbitrarias (una larga secuencia buscando una camioneta) para sostener su tesis, lo gratificante de esta propuesta es cómo los personajes son capaces de tomar decisiones que los alejen del estereotipo que este tipo de películas siempre terminan sosteniendo. Y todo esto, sin buscar un final edificante ni endulzar las cosas por demás, con un EE.UU. cuyas instituciones repelen más que lo que contienen. Cuando la película está por caer ahí donde no queremos (aunque lo esperamos), aparece la enorme presencia de Bichir para complejizar y darnos un cachetazo de humanidad en nuestros corazones desconfiados, cínicos y postmodernos. Una vida mejor es como una carrera constante contra el espectador desconfiado, que espera eso con lo que amaga para sorprendernos por donde menos esperamos.