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Agentes del desorden

lets be cops posterTítulo original: Let’s Be Cops
Origen: EE.UU.
Dirección: Luke Greenfield
Guión: Luke Greenfield, Nicholas Thomas
Intérpretes: Jake Johnson, Damon Wayans Jr., Rob Riggle, Nina Dobrev, James D’Arcy, Keegan-Michael Key, Andy Garcia, Jonathan Lajoie, Tom Mardirosian, Natasha Leggero
Fotografía: Daryn Okada
Montaje: Bill Pankow, Jonathan Schwartz
Música: Christophe Beck, Jake Monaco
Duración: 104 minutos
Año: 2014
Compañía editora: Blushine


5 puntos


Policías demasiado buenos

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

lets be cops unoJake Johnson y Damon Wayans Jr. son dos actores que han demostrado un gran potencial en el terreno. Ahí está como prueba sus respectivas labores en la serie New girl. Pero claro, para ir asentándose en el cine necesitan de películas que los cobijen adecuadamente, que exploten sus talentos en nuevas direcciones, sin quitarles a la vez sus carismas habituales. Agentes del desorden no parece haber sido el relato que esta dupla necesitaba verdaderamente para ir despegando en terreno cinematográfico.

Quizás la culpa sea del director y coguionista Luke Greenfield, quien ha ido hilvanando una filmografía compuesta por películas con premisas de gran potencial pero que se terminan quedando en tibias insinuaciones. Su mejor film quizás sea Animal, donde se permitía darle lugar de manera bastante productiva a la inventiva cómica de Rob Schneider y el peor es definitivamente No me quites a mi novio, donde caía en los convencionalismos más retrógrados. Pero Agentes del desorden se parece más que nada a La chica de al lado, aquella cinta con Emile Hirsch y Elisha Cuthbert, que tenía una primera mitad donde miraba de manera descontracturada y hasta cariñosa al universo de la pornografía y una segunda mitad donde lo juzgaba. Allí se podían apreciar diversas tensiones entre el género romántico y la comedia más directa, que Greenfield no podía resolver, lo que condenaba al relato a la indefinición permanente. En Agentes del desorden ocurre algo parecido, con su historia sobre dos amigos que llevan a cuestas un largo listado de fracasos personales y profesionales, y que parecen encontrar una solución a todos sus problemas a partir de fingir que son policías. Pero claro, el portar el uniforme y manejar un patrullero sin ser realmente policías los terminará metiendo en el medio de un caso de verdad, quedando enfrentados a un peligroso mafioso y hasta a un policía corrupto, con lo cual empezarán los problemas, no sólo para los protagonistas, sino también para la película. Allí se da cita otra tensión, esta vez entre la comedia de amistad y el policial de acción, que el realizador no consigue manejar fluidamente, empantanándose con varias subtramas, un antagonista de cartón corrugado y diálogos totalmente esquemáticos sobre las relaciones entre amigos y la evolución individual. En consecuencia, la película no llega a ser lo suficientemente desestabilizadora como comedia ni posee el rigor requerido en lo referido al policial y la acción.

Es cierto que Agentes del desorden tiene algunos momentos bastante graciosos y divertidos, en especial cuando se permite festejar a esos dos atorrantes que hacen lo que se les canta cuando tienen a la ley de su lado, aprovechando la figura del agente policial como pasaporte a una impune diversión. Hasta se podría decir que si se hubiera estrenado diez años antes hubiera sido ligeramente innovadora. Pero claro, en esos diez años de retraso con que llega a los cines el subgénero fue abordado por Adam McKay y Will Ferrell en Policías de repuesto, y por Jonah Hill -con la inestimable ayuda de Phil Lord y Chris Miller- en Comando especial. Hasta debe tenerse en cuenta lo que hicieron los hermanos Farrelly en Irene, yo y mi otro yo. Greenfield demuestra que desde el lanzamiento de La chica de al lado en 2004 ha evolucionado poco y nada, no sólo en su capacidad narrativa y formal, sino también en su mirada sobre el mundo. Agentes del desorden se preocupa demasiado por decir cosas trascendentes, olvidándose en largos pasajes de divertirse y por ende divertir al espectador. Una pena por Johnson y Wayans Jr., que deben seguir buscando la comedia que los merezca.

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