
Pareciera que el campo del cine argentino ya no necesitara de los Jorge Carnevale de turno para seguir empantanado en esos debates que no van a ningún lado, porque en realidad no hay debate, sino simplemente pases de factura. Todo empezó (si es que comenzó ahí, da la impresión de que esto viene de mucho antes) con un artículo redactado por Javier Porta Fouz sobre cifras y porcentajes del cine argentino, tirando de paso unos cuantos palos al INCAA, su política de subsidios y su criterio político a la hora de seleccionar proyectos, que puede verse acá. A eso le siguieron sendas contestaciones por parte del director Nicolás Prividera (acá) y Fernando Martín Peña en su cuenta de Facebook, que fue recogida por Oscar Cuervo, con una introducción previa, acá. Y la cosa siguió, por Twitter, a través de comentarios en la web y así.
Podría decir cosas puntuales sobre cada uno de los textos y/o comentarios, pero sería una labor poco productiva. Basta con decir lo siguiente: no sé si ellos se dan cuenta, pero es llamativo lo banal de la discusión que entablan. Recurren a estadísticas, a datos, a números, usan conceptos de peso como “historia” o “memoria”, apelan a categorías ideológicas como “derecha” o “izquierda”, citan a nombres de enorme peso como Estela De Carlotto, pero en verdad no debaten sobre nada. O sobre lo que debaten es la nada misma, porque se terminan quedando en instancias de agresividad que no salen de lo partidario (con banderas como “macrismo”, “kirchnerismo” o “peronismo”, que pasan de ser buenas o malas según quien las utilice) o personal. Uno podría pensar que son chicos que en vez de pelearse en el patio de la escuela, eligen hacerlo por Internet, pero no, son gente grande, capacitada, con posiciones relevantes dentro del cine argentino. Dan ganas de preguntarles sobre qué están discutiendo o si es una mera competencia de agresiones. ¿Van hacia algún lado con lo que dicen? ¿Para qué se ponen a discutir? ¿Hay un final para las instancias de bardeo o van a seguir por toda la eternidad, o hasta que el ego de alguno se canse y diga basta? ¿Se dan cuenta de manera cabal de que están girando sobre el vacío, sin sacar nada en limpio?
La primera sensación que me invade es que no tengo ganas de discutir con esta gente, porque si las reglas son estas, es un gasto de energía que no estoy dispuesto a hacer. Pero después pienso lo siguiente: la verdad que, si quiero que algunas cosas cambien y evolucionen en el cine argentino, no me queda otra que sentarme a hablar con ellos e interpelarlos, porque forman parte del cine argentino y tienen cosas que aportar. Pueden ser parte de las soluciones o parte de los problemas, lo mismo que yo, desde mi pequeño lugar. Y creo que debo confiar en sus capacidades, en sus conocimientos. No se trata de ser un ingenuo: yo sé que hay gente con la que no se puede hablar, o con la que no sirve hacerlo, porque no se llega a ningún lado. Ahora, si me pongo a hablar con alguien, tiene que ser con algo –un poquito aunque sea- de buena leche, porque confío en que ese diálogo con el otro va a llevar a algo.
Yo tengo profundas diferencias y serios cuestionamientos a los procesos políticos y las acciones gubernamentales encaradas tanto por el kirchnerismo en los últimos once años, como por el macrismo en los últimos siete. A la vez, he tenido grandes diferencias respecto a las posiciones y acciones de Estela de Carlotto en los últimos años, pero eso no me impidió sentir una gran alegría por la recuperación de su nieto, porque rescato esencialmente la lucha que encaró durante muchísimo tiempo, que es de carácter absolutamente universal, y porque, diablos, desearía haber tenido la centésima parte del coraje que ella y el resto de las Abuelas de Plaza de Mayo tuvieron en momentos muy oscuros de nuestra historia. Ahora, todo esto que digo no tiene por qué impedirme o cerrarme a debates y conversaciones respecto a las políticas vinculadas a la promoción del cine argentino. Creo que hay problemas muchos estructurales que persisten, pero no me parece que baste con señalarlos: también se necesita pensar –en conjunto- las posibles soluciones. No digo que sea fácil, pero se debe hacer, y con la mayor honestidad y coherencia posible. Por eso planteo a continuación algunas preguntas, seguramente insuficientes y hasta superficiales, y sobre las cuales tengo pocas certezas, pero que quizás sirvan como posibles ejes de debate:
-¿Qué público queremos para el cine argentino? ¿A qué llamamos público? ¿Lo vemos como el producto de un pensamiento unificado o de numerosas ideas que se sostienen unas con otras?
-¿Cómo formamos espectadores? ¿Los vemos como un todo homogéneo? ¿Estamos dispuestos a aceptar que con cada espectador hay una mirada diferente, y con ella, una memoria –y un olvido- diferentes? ¿Cómo aceptamos eso?
-¿Cómo conseguir masividad sin perder calidad? ¿Cómo balancear la proyección internacional con la llegada a nivel doméstico?
-¿Qué tipo de cine queremos? ¿Qué temas y géneros se deben abordar? ¿Cómo reafirmar nuestra identidad sin entrar en el trazo grueso? ¿Cómo ir (o seguir) desarrollando un cine nacional que no sea solamente porteño?
-¿Cómo se hace para expandir los circuitos de exhibición?
-¿Qué criterios a la hora de subsidiar y apoyar al cine argentino debe tener el INCAA? ¿Cómo se puede hacer para que cada una de las acciones y decisiones que toma el Instituto posea el máximo de transparencia y de discusión previa sin empantanar la gestión?
-¿Qué cosas se hicieron bien durante los últimos años en el INCAA? ¿Y qué se hizo mal? ¿Qué se puede cambiar? ¿En qué aspectos se debe apostar a una continuidad, más allá de los cambios de nombres?
-¿Qué rol deben tener los críticos? ¿Qué papel pueden o deben tener entidades como Cronistas o FIPRESCI? ¿Cómo deben desempeñarse en su articulación con los cineastas y el público? ¿Deben existir otras entidades?
-¿Qué pueden o deben aportar los realizadores y las diversas entidades que los nuclean?
-¿Para qué están los festivales y/o muestras? ¿Cumplen con sus propósitos? ¿Cómo hacer para que tengan una mayor y más productiva influencia?
Ya, sinceramente, no sé si esta división tonta e improductiva que se produce en ámbitos como el cinematográfico es culpa del kirchnerismo, de Clarín, de La Nación, del peronismo, del macrismo, o de quien sea. No sé ni me interesa, porque en verdad pienso que es culpa de nosotros. Si no somos capaces de debatir cuestiones de largo plazo porque nos dejamos llevar por lo meramente contextual, es problema nuestro.
Seijas: no se por qué en vez de dedicar una larga nota a no decir nada, en vez de patalear contra los que tratamos de argumentar (sin caer en la lógica K-antiK, justamente) no intentás responder algunas de todas esas preguntas que son tan fáciles de plantear como difíciles de responder… Porque lo que hiciste acá no es más que un aporte a esa «mala leche» que te sulfura.
Rodrigo Martín Seijas y su versión sobre las discusiones en torno al cine argentino ,
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