Por Rodrigo Seijas
En la última función de FUNCINEMA, a las 19.10 del sábado 20, antes de la exhibición del largo O.J.: the musical, se exhibía el cortometraje estadounidense Fool´s day, dirigido por Cody Blue Snider. En la humilde opinión de la gente que había participado de la organización de la muestra, era una de las joyitas de la selección: un pequeño relato que lleva una idea básica hasta el extremo, sosteniéndola de principio a fin, con un humor salvaje en lo físico y manejado con perfecto timing, que a la vez poseía algunas líneas de diálogo memorables y actuaciones sobresalientes por parte de los niños protagonistas. Ahora, claro, era nuestra opinión. ¿Pensarían otros espectadores lo mismo que nosotros? ¿Se reirían de la misma forma? ¿Cuán cercana estaría nuestra concepción del humor a la del público asistente?
La respuesta fueron las risas, las carcajadas, la hermosa y bella confirmación de que la gente que había entrado a la sala para ver algo sin tener mucha idea en lo previo de lo que le aguardaba tenía puntos de contacto con nosotros en lo que se concibe como comedia. Y que en ese vínculo había un ida y vuelta enriquecedor, porque también pudimos darnos cuenta de que el disfrute no era lineal, que no era exactamente igual al nuestro: con algunas secuencias se reían más, con otras menos, no todo era directo, no siempre era el mismo nivel de risa, porque cada sujeto, obviamente, se construye a partir del contacto con el otro –y por eso se libera más para disfrutar en grupo, en el medio de la muchedumbre-, pero también conserva su perspectiva individual. Evidentemente, en algunas apreciaciones nos separamos, pero no estamos en otro planeta, no estamos totalmente alejados de lo que buscan muchos espectadores y hay un terreno fértil para explorar y trabajar.
De todo eso se trata FUNCINEMA y también FANCINEMA. No vamos a cambiar el mundo, no vamos a derrumbar las estructuras, pero desde esos pequeños lugares podemos contribuir a aportar otras perspectivas, accionando en el terreno, interpelando al público más allá de la virtualidad, generando nuestros propios contenidos. Ya estamos un poco cansados de las grandes discusiones, de las grandes épicas que vienen a destruir todo lo anterior, para terminar consolidando lo mismo de siempre, pero con distinto nombre. En este momento, preferimos otro tipo de épicas: las que parten de pequeños espacios, con mucho esfuerzo de unos pocos, pero teniendo una visión a futuro que sea más grande, con la chance de sumar en todas las variables posibles, sin cerrarse, pero tampoco sin caer en ambiciones superfluas.
Lo logramos. Vencimos muchas contingencias logísticas, organizativas, temporales, económicas, incluso políticas. Tuvimos asistentes –que no éramos nosotros ni conocidos- en todas las funciones, incluso en horarios insólitos, como el jueves 18 a las 14:00. Nos hicimos un lugar en el Museo MAR -un poco a los codazos, es cierto- y la intención es volver a hacerlo ahí el año que viene. Tuvimos mucha difusión, lo cual terminó ayudando. Aparecieron espectadores de una fidelidad admirable, como la jubilada que escuchó por la radio acerca de la muestra el viernes 19 a las 13:00, y a las 14:00 ya estaba ahí, se quedó todo el día, y volvió a presentarse el sábado al mediodía luego de caminar treinta cuadras porque no le había venido el colectivo. Y hasta tuvimos a Matías Tondato, autor de Ego trip, uno de los cortos, que se hizo un viaje desde Neuquén para poder estar.
Pero, principalmente, nos vencimos a nosotros mismos: a nuestros temores, a nuestro pesimismo, a nuestras vacilaciones. Cuesta mucho dejar de dar vueltas y tirarse a la pileta. Nosotros lo hicimos y resultó que algo de agua había. Hay que corregir muchas cosas, pero se puede y se debe. Vale la pena. Las risas de la gente lo certifica.