
Por Mex Faliero
Bohemia se verá hoy a las 22:30 en la Sala Melany.
Es llamativa la colaboración artística entre Leo Damario y Andrés Calamaro. El primero, un realizador más ubicable por los caminos del video-arte experimental; el segundo, el héroe popular por excelencia del rock nacional. Damario construye artefactos audiovisuales con fuerte impacto en un público de gueto, habituado a los márgenes del arte; Calamaro es ese perfecto artesano de canciones, tan sofisticado como a la vez de amplio alcance. Los últimos videoclips del cantante fueron filmados por el realizador, lo que dio lugar a una unión artística que desembocó en Bohemia, esta producción que exhibe el MARFICI (junto a la obra completa del director) y que explora y ahonda en esa textura estética que aquellos videoclips ya habían transitado.
Hay algo curioso en Bohemia, esos dos universos que parecen tan extremos se chocan y fluyen pacíficamente: el film es una especie de ópera-rock, edificada sobre las canciones del disco Bohemio (tal vez el más inspirado en la carrera del cantante), que trabajan una cuerda habitual del material calamaresco: el martirologio del artista, el vía crucis existencial atravesado por desamores, drogas de todos los colores, sordidez urbanizada y crisis compositiva. Aún con su estética que va por fuera del cine más mainstream, la película se hace cercana al espectador porque no deja de transitar un lugar común como es la caída y recuperación del héroe. Y para más, en la composición mimética que hace Carla Quevedo de Calamaro (sí, una mujer haciendo del rocker, otra referencia más a Dylan, pero en este caso al Dylan de la película I’m not there) hay mucho de afectación y sobreactuación rockera, algo que pone al relato un poco al borde del tedio.
Si Bohemia logra sobreponerse a ciertos excesos (hay un interludio con referencia al Calamaro más intenso de Camboya profundo, que es demasiado extenso y simbólico, más allá de su simpática referencia al Dead man de Jim Jarmusch) es, primero, porque Damario es uno de esos tipos que conocen el soporte audiovisual, que saben de qué manera quieren contar lo suyo y controlan totalmente sus propias posibilidades expresivas: Bohemia luce un blanco y negro sofisticado, tiene un impecable trabajo de montaje, de sonido y con la utilización de la banda sonora (aunque en algunos momentos la inclusión de temas completos sabe un poco a pereza creativa), y hay algunos planos secuencia, como el del comienzo en el Monumento a la Memoria, que es realmente subyugante. Y segundo, la obra de Calamaro es tan simple y tan compleja a la vez, que allí donde las imágenes no llegan (por repetitivas o perdidas en su propio virtuosismo) las canciones logran hallar la cuerda justa.
Sobre el final, Damario se anima a jugar un poco más con las canciones, y las versiones de Plástico fino (una de las mejores de la historia del rock nacional) y Dentro de una canción lucen más trabajadas y, por ende, más intensas en cuanto puesta en escena. Especialmente con la última, que de algún modo revela la circularidad conceptual de un disco notable y de una película que aún con sus excesos formales y experimentales y no sin algo de deriva narrativa, se convierte en una honesta defensa del artista y sus circunstancias.
RT @fancinemamdq: #MARFICI2014: Mex Faliero habla de #Bohemia, de Leo Damario y sobre la obra de Andrés Calamaro http://t.co/VNMvxLDPwh htt…
#MARFICI vi #Bohemia, con Calamaro en modo I’m not there. Acá, impresiones de este curioso artefacto audiovisual. http://t.co/50y2SIwYZW