
Por Matías Gelpi
Advertencia: este artículo devela algunos detalles de El Planeta de los simios: confrontación que usted no querrá saber en absoluto si todavía no vio la película.
No hay ninguna necesidad de seguir subrayando lo buena que es la película de Matt Reeves y sin embargo seguimos escribiendo sobre ella, y la principal razón de esto es que desde nuestro humilde lugar esperamos que empiece a ser considerada una verdadera obra maestra, sea lo que sea que eso signifique. Además como toda en obra maestra (de nuevo, sea lo que sea que eso signifique) podemos penetrar en diferentes capas de sentido. Este artículo es sobre (como diría Alejandro Apo) esos penetramientos, o (como diría el resto de las personas que hablan español) algunas reflexiones acerca de esos sentidos.
Evolución, razón y tragedia
El querido Charles Darwin descubrió hace más de 150 años una de las verdades fundamentales de nuestra existencia: mutación al azar de los seres vivos y selección natural. También hace más de 150 años que se debate acerca de cuáles son las implicaciones de este horroroso proceso de caos y muerte. Es interesante cómo en El Planeta de los simios: confrontación (PSC) asistimos a la selección natural en acción: la especie humana ha sido diezmada por una enfermedad y se encuentra en competencia por recursos con una nueva especie de primates inteligentes (mutación generada por los humanos es cierto, pero mutación al fin) claramente más aptos al nuevo ambiente de ciudades devastadas y de tecnología casi nula. Los simios liderados por César empiezan a lidiar con su inteligencia aumentada: en principio buscan hacer una comunidad idílica que toma como modelo la civilización humana. Pero cuando el pensamiento y el lenguaje invaden a estas almas nuevas aparecen también los deseos más complejos, los intereses enfrentados, el poder, la política y la traición.
Estamos ante el encuentro de las dos especies más inteligentes que han habitado la Tierra, pero también nos enfrentamos a la tragedia de su condición. A pesar de todo el conocimiento, la capacidad de prever y la capacidad de abstracción el destino inexorable es la guerra, porque la inteligencia es imperfecta y el poder de la emoción es devastador.
¿Malos por naturaleza?
En PSC veremos unas cuantas escenas de cooperación y ternura entre simios y hombres. Los vemos conocerse y eventualmente hacerse amigos, como desafiando aquella interpretación bastante generalizada (y reaccionaria) de la teoría de Darwin sobre la supervivencia del más fuerte; la naturaleza vil que obliga a los individuos a destruirse entre sí para perpetuar sus genes encuadrándonos en un violento sinsentido eterno. Lo cierto es que la selección natural es un proceso bastante perverso en tanto es un concepto que se nutre básicamente de grandes cantidades de muerte. Pero eso no significa que sus productos deban ser maldad y perversión. Mucho mejor que yo lo explican algunos seres brillantes como Frans de Waal, que ha dedicado su vida al estudio de los comportamientos morales y cooperativos en los animales e insiste en que los mamíferos son seres empáticos y colaborativos, y que en muchos casos tienen sentido de igualdad y justicia. De Waal argumenta que hay una continuidad entre los comportamientos morales de los grandes simios y el hombre, y que seguramente sea más acertado decir que somos buenos por naturaleza y no al revés, entendiendo la bondad como la capacidad de generar empatía ante un semejante que está en desventaja con respecto a nosotros.
Los ojos de César
Es una tragedia la inmensa tristeza de ser conscientes de lo inevitable de nuestras circunstancias.
En PSC, César ve las posibilidades de ambas especies y también las limitaciones. Piensa que el conflicto es evitable, que la predisposición a la bondad puede ganarle a las emociones violentas, a la desconfianza y al deseo de destrucción, y también es quien luego se da cuenta primero de la guerra que se avecina. A través de sus ojos somos capaces de ser espectadores de nuestra propia tendencia a aplastarlo todo, y quizás lo más triste es que no estamos predestinados a ese camino sino que tan sólo, quien sabe por qué, hasta ahí es donde hemos llegado. Una obra maestra puede contarnos todo esto.