
Por Rodrigo Seijas
Resulta que el lunes fui a ver Transformers: La era de la extinción. Debo decir que no me pareció tan mala como a Matías Gelpi, quien en su crítica para el sitio, la cual puede leerse acá, la destrozó con saña pero también con propiedad. Es extraño, porque coincido en prácticamente todo lo que afirma, pero no me irrita tanto, lo cual lo atribuyo más que nada a que la saga me ha terminado anestesiando. No deja de ser llamativo que la anestesia es a puros golpes, porque en verdad el cine de Michael Bay es así, y uno percibe que su estilo se va contagiando rápidamente al resto de Hollywood: ver sino El hombre de acero, con sus escenas de destrucción masiva y su pirotecnia llevada a límites casi dantescos.
También llama la atención que mientras en Estados Unidos esta cuarta parte cosecha un éxito bastante por debajo de sus predecesoras, en el resto del mundo está rompiendo récords. En China, por ejemplo, se ha convertido en el film más taquillero estrenado en ese país en toda la historia. Evidentemente, a los chinos les encanta ser parte de la destrucción, ser también los destruidos y amenazados, integrarse a la ideología del patoterismo. Porque lo cierto es que ya a esta altura en la franquicia de Transformers el único mensaje político es que lo único que importa es la fuerza, la prepotencia no sólo de las explosiones, los tiros, las peleas, las demoliciones a granel, los diálogos que parecen salidos de un segmento de Showmatch o la grasa que derrocha cada plano, sino también de un discurso donde los buenos son buenos porque sí, porque ellos se autocaratulan como los buenos, sin hacerse cargo de nada. Así, uno ve a los Autobots, que primero sienten rencor por los humanos, luego gratitud, luego no les importa nada, después les importa todo, y vamos para adelante, a la carga Barracas, aunque prometí no matar humanos, pero bueno, a este humano sí, y al principio nos peleamos entre nosotros, y ahora somos re unidos, y no importa nada, dale, vos dale para adelante, que acá no ha pasado nada. No hay reflexión, arrepentimiento ni memoria: sólo destrucción que entierra la anterior destrucción, presente perpetuo a través de explosiones y las sentencias altisonantes de ese líder totalitario eterno que es Optimus Prime.
No deja de ser absolutamente lógico que no sólo los chinos hayan abrazado el Transformers way of life. También los argentinos lo hacemos, y no sólo porque ya lo convertimos en el mejor arranque del año. Miren si no lo que fue el Mundial de Fútbol, con todos los argentinos (incluida la Presidente, a pesar de que no vio ningún partido) adorando a ese Optimus Prime en que se ha convertido Javier Mascherano, capitán de todos los capitanes –todavía queremos saber para qué quería portar la cinta Messi-, cantando el himno bien fuerte y cagando a pedos a los compañeros cuando ni siquiera había empezado el partido. Nos gustan así los líderes, bien machos, bien gritones, bien cagadores a pedos, aunque antes y después nos indignemos con Patota Moreno. Y lo queremos a Mascherano porque no sólo grita, sino que además suda como cerdo enjabonado, transpira la camiseta, corre, mete, muerde, porque eso es lo que nos gusta, eso es lo que queremos, estos son los jugadores que quiere la gente, la gente de verdad, el pueblo, nuestro pueblo. ¿Que antes defendíamos a capa y espada a Riquelme, que camina la cancha y la última gota de sudor que se le despegó del cuerpo fue el día de su nacimiento? No sé de qué cornos estás hablando, vamos Masche, vamos.
¿Y la Pulga? Dale, Pulga, Messi la puta que te parió. Messi sos un genio, vos solito nos hiciste ganar la fase de grupos. Messi, sos un hijo de puta, nunca aparecés en los partidos importantes. Messi, dejá de caminar la cancha. Dale, yo sé que podés meter ese tiro libre, lo metés y después ganamos la Copa en los penales. Yo sabía, yo sabía que ese tiro libre no lo metía ni en pedo, lo mete contra Nigeria, contra los alemanes no. Andate a España Messi, quedate en el Barcelona, muerto. Ay, qué lindo, pobrecito, mirá lo triste que está a pesar de que le dieron el Balón de Oro.
Kun, Kun, andate Kun, no servís. La metés en el Manchester City, acá nada. Y encima dijiste que preferías que Independiente se salve del descenso a ganar el Mundial. Ahí ya está todo dicho. Seré de Independiente, pero si me decían, el sacrificio yo lo hacía. Jamás hubiera preferido que San Lorenzo se salvara del descenso a que ganemos el Campeonato Mundial. O que River no se fuera a la B. O que Racing no se fuera a la Promoción. ¿Cómo voy a poner el bienestar de apenas un club por delante del de la Selección? Que antipatria Kun.
Sabella, sabés que sos triste. ¿Por qué cornos ponés cinco defensores contra Bosnia? ¿Vieron cómo no nos llegan? Siempre estuve a favor de los cinco defensores. No llegamos nunca y encima nos llegan. ¡Meté los cambios Sabella! Sabella, no sabés nada. Que buenos cambios, Sabella. ¡El equipo no juega a nada, Sabella! Qué bien, como encontraste al equipo, Sabella. Uy, que gracioso que sos Sabella, casi cayéndote. Sos un genio, Sabella, no te vayas nunca. ¿Y al final te querés ir? ¡Sos un ingrato hijo de puta, Sabella!
¿Bosnia? ¿Dónde queda Bosnia? Viste que te dije que eran duros los bosnios. En Irán lo único que saben es de terrorismo. Irán es el equipo del futuro, que bien que defienden, nosotros hicimos todo bien, hicimos todo lo posible, ganamos, eso es lo importante, como bien dijo Di María. Nigeria ya no es la de antes. Nigeria sigue siendo un equipo duro. No pasamos de cuartos otra vez. Suiza es fácil, un paseo. Suiza es un gran rival, una potencia me parece, pero le ganamos bien. Bélgica no tiene nada. Bélgica puede ser la gran sorpresa, pero tomá, les ganamos, no sé por qué sufrimos, si no tenían nada. Los holandeses tienen treinta minutos de desgaste que nosotros no tuvimos, eso nos va a favorecer. Y sí, estaba cantado que iba a ser un partido apretado, era obvio que íbamos a los penales. Siempre confié en Romero. SIEMPRE. Incluso cuando decía que no tenía que ser titular. Llegamos con treinta minutos de más contra Alemania, así que nos ganan. No, lo ganamos nosotros. Sí, lo tenemos. No, nos ganan. Vamos a penales y ahí lo ganamos. No, nos ganaron, pero claro, así no se puede, si siempre nos cagan. Somos el verdadero campeón. Fue penal, seguro que fue penal. No, las patadas que pegó Mascherano no las pegó. El codazo de Garay no fue codazo. El Kun se tendría que haber ido expulsado pero no, no se tendría que haber ido expulsado. Ese alemán de nombre difícil se cortó solo, fingió todo. Bah, no fingió, pero que se la banque. ¡Hey, como nos pegaron los alemanes!
Mirá, mirá al kirchnerismo, no les importa nada, sólo quieren ganar, por algo se llaman Frente para la Victoria… y hoy hay que ganar, lo único que importa es ganar. Mirá Hollywood, Estados Unidos, Israel, los fondos buitres, sólo les importa lo que ellos quieren, les chupa un huevo si destrozan al otro, sólo quieren su tajada, ganar, sólo se trata de ganar para ellos, todo lo hacen de la forma que sea, se llevan el mundo por delante y no les importa nada excepto quedarse con lo que quieren… hay que ganar, loco, vos realmente te importa cómo, qué importa el cómo, importa que pasamos, que ganamos, que los dejamos afuera a esos muertos. HAY QUE GANAR. Yo quiero ganar, vos querés perder jugando bien acaso.
Soy menottista. Y bilardista. Y bianchista, bielsista, pincharrata, bostero, millonario, del rojo y de Racing. Soy todo eso, y más. Y no soy nada de eso.
Qué lindo es ser argentino, loco. ¿La última vez que me puse la camiseta? En Sudáfrica 2010, ¿por? Estoy orgulloso de ser argentino. El que piensa que no ganamos es un cipayo, un anti patria. Este equipo no va a ningún lado, no pasamos de cuartos. Gritá, qué te pasa que no gritas, sos re contrera. Yo grito no sólo acá, sino también en el Facebook y en el Twitter, pongo GOOOOOOLLL, así, con mayúscula, para que se note que grito bien fuerte. Es más, abrí una cuenta en Instagram para gritar también por ahí los goles. Nunca la había escuchado gritar así a mi vecina, nunca. En el entretiempo se la pasó gritando “¡Vamos, vamos!”, ahora ni sé qué corno grita, pero lo importante es que grita. Dale, besá la estampita de Francisco. ¿Que sos ateo? ¿Cómo que sos ateo? Acá somos católicos loco, tenemos al Papa. ¿Que Francisco era Bergoglio? No sé de qué hablás, Bergoglio era un homofóbico golpista, Francisco es un capo, compartimos esperanzas. ¿En serio sos ateo? Bueno, por lo menos no sos judío.
Che Brasil, decime qué siente, tener en casa a tu papá. Pero mirálos, siempre hinchando por el rival nuestro, que manga de giles rencorosos, no los entiendo, ¿por qué carajo hacen eso? Brasil, decime qué se siente. Yo, cuando juegan Colombia, Chile, Uruguay, Honduras, México, hincho por ellos, son hermanos latinoamericanos, abajo el eurocentrismo. ¿Juega Brasil contra Croacia? ¡Vamos Croacia, todavía! Qué lástima que ganaron, pero quiero enfrentarlos en la final. Ja, mirá que gracioso, como lloran por la goleada de Alemania. ¡Muertos! ¡Y nosotros a la final! Brasil, decime qué se siente. Y encima hinchan por Alemania, por el que los goleó. Sí, yo siempre hincho por los rivales de Brasil, ¿y qué?
Miralos a los alemanes, re racistas ellos, haciendo mierda todo. Es verdad lo que dijo Víctor Hugo Morales, argentino hasta la muerte él, un gran Dinobot: son nazis, todos nazis ellos. Ma sí, es como dice el Diego: LTA, que la chupen, que la mamen. Qué me importa, nosotros no somos rencorosos.
¡Y la gente salió a festejar señores! ¡Orgullosos de ser argentinos! ¡Argentinos hasta la muerte! Nunca pasó algo así, hemos aprendido que los resultados no son lo único importante. No me vengas con que esto ya pasó en Italia 90 y que la gente fue a la Plaza de Mayo a recibir al equipo, esto nunca, nunca pasó. Hemos evolucionado, somos una sociedad diferente. Este equipo es diferente, no como los fracasados del 94, 98, 2002, 2006 y 2010. Mirá cuanta gente en el Obelisco, estamos todos unidos. ¡Festejá che! ¡PERO FESTEJÁ CARAJO! Ah no, pero mirá que barbaridad, como rompen todo, terrible esto. Sí, que los caguen a palos. Pero igual esos son veinte boludos, no hay que generalizar. Lo que vale es otra generalidad: que todos los argentinos hemos aprendido, que estamos unidos. A las piñas, con los dientes apretados, la bandera en alto durante un mes, pero unidos.
Y luego todo se va terminando…
Los Mundiales son como unas vacaciones, o ese fin de semana donde no tenés que hacer ejercicios ni la dieta de la Luna. Dejamos muchas barreras interiores de lado. Nos permitimos todas las contradicciones posibles, de izquierda a derecha, arriba y abajo, atrás y adelante. Y siempre ganamos, porque hasta cuando perdemos somos los campeones morales. Siempre somos, inevitablemente, los buenos. Y nadie nos dice nada, nadie nos lo reprocha, y si intenta hacerlo, lo mandamos a la mierda, porque somos los buenos, los más mejores, presentes y perpetuos, como Optimus y su pandilla con creencias robóticas.
Claro que los mundiales se terminan. Y ahí tenemos que volver a ser esa pose que éramos, re cuidadosos en nuestras formas, progres o individualistas, de izquierda o de derecha, porque ya no está el factor de unión, ya se fue (mayormente a Europa) y no nos queda otra que volver a vigilarnos mutuamente, a estar pendientes del error ajeno, para señalarlo. Se acabaron las unanimidades. Volvieron las ya clásicas diferencias.
Es así, somos contradictorios. No deja de ser apasionante.
Pero bueno, ya llegará Rusia 2018. Y ahí sí: ¡Argentinos, transfórmense!
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