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Funcinema

Permiso de admisión

poster admissionTítulo original: Admission
Origen: EE.UU.
Dirección: Paul Weitz
Guión: Karen Croner, basada en la novela de Jean Hanff Korelitz
Intérpretes: Tina Fey, Ann Harada, Ben Levin, Dan Levy, Gloria Reuben, Paul Rudd, Wallace Shawn, Christopher Evan Welch, Lily Tomlin
Fotografía: Declan Quinn
Montaje: Joan Sobel
Música: Stephen Trask
Duración: 107 minutos
Año: 2013
Compañía editora: AVH


7 puntos


Se admite la reflexión

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

admission unoCon Tina Fey y Paul Rudd en los protagónicos y Paul Weitz en la dirección, uno podía esperar de Permiso de admisión (editada en el país por AVH) como mínimo una comedia efectiva. Sin embargo, la historia de una mujer encargada de los ingresos a la universidad de Princeton y de cómo la aparición de un hijo que había abandonado al nacer modifica su panorama, crece y se convierte en una comedia dramática en la línea de un Alexander Payne y, más aún, de Un gran chico, aquella enorme película dirigida por el mencionado Weitz. De Payne logra ese cinismo hiriente que desnuda las imperfecciones de la clase media norteamericana (especialmente aquel sector intelectual del que se burlaba en la feroz La elección) y de Un gran chico recupera la humanidad y la honestidad de los personajes en el borde de sí mismos.

En un comienzo Permiso de admisión se aprovecha de la memoria del espectador en relación a sus protagonistas: Fey es la habitual intelectual neurótica capaz de tirar un chiste por línea de diálogo; Rudd es el campechano simpático, el chico que toda señora quiere para su hija, el que pone la pizca de humanidad en el festival de ironías que su partenaire sabe elaborar. Y ambos están bien en el rol que les toca desempeñar. Desde ahí tiene medio partido ganado, y más cuando va utilizando ese concepto que cada intérprete representa para modelarlos en el sentido que la película quiere ir: una mezcla agridulce que hace pie en las relaciones de madres e hijos y que resuelve sus conflictos con singular honestidad.

Y si bien uno puede reprocharle al film de Weitz que algunos personajes se pierden en el camino (especialmente el de Rudd, al que su pertinencia como héroe romántico no termina de cerrar aquí) y que algunas cosas son resueltas un poco a los apurones, lo cierto es que pone en el centro a la Portia de Tina Fey y da en el blanco: ese personaje es digno heredero de la Annie de Damas en guerra, es una mujer partida en dos que no encuentra ni el amor, ni su lugar profesional, y sólo cuando se encuentra consigo misma puede -tal vez- enderezar la nave. Y ese huracán que es Tina Fey se lleva puesto el criterio de algunas instituciones para seleccionar a sus integrantes, el sentido de paternidad biologicista que mucho Hollywood sostiene a rajatabla y la idea de que un mundo mejor se logra sólo a partir del campo académico. La promesa de humor y romanticismo es reemplazada por una acertada mordacidad. Bienvenida sea.

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