Por Rodrigo Seijas
Hace unos días, durante la 10° edición de Pantalla Pinamar, la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina anunció las nominaciones a los Cóndor de Plata correspondientes a los films estrenados el año pasado. Antes de comenzar mi razonamiento, aclaro un par de cosas, aunque sean obvias. En primera instancia, a pesar de no pertenecer a Cronistas, no es mi intención salir con los tapones de punta, no me gusta criticar porque no pertenezco, ni tampoco por el simple ánimo de generar escándalo. Conozco a mucha gente que integra la Asociación y a algunos de ellos los considero mis amigos. Incluso dos de sus miembros, Daniel Cholakian y Javier Luzi, son redactores de este sitio. En segunda instancia, no soy estúpido y sé que siempre van a haber disidencias, que el punto de vista planteado por Cronistas en sus nominaciones (habrá que ver qué pasa con los premios) puede ser diferente al mío. Es, al fin y al cabo, una opinión conjunta, que se diferencia de la mía, individual, y que inevitablemente se establece a partir de consensos generales que superan apreciaciones particulares. No se le puede pedir a Cronistas que conforme a todos. Por eso lo que voy a decir tiene el objetivo de ser lo más constructivo posible.
Unos cuantos, a la hora de hablar de los Cóndor, utilizan la fácil comparación con los Oscars. “Son los Oscars argentinos”, dicen. Pobres Cronistas, no les pidamos tanto… ni tan poco. Los Oscars son, esencialmente una instancia de la industria hollywoodense celebrándose a sí misma. Tampoco son como los Globos de Oro, porque allí es la prensa extranjera la que celebra a la industria. Los Cóndor expresan la opinión –general, porque seguro que hay disidencias personales en cada terna o premiación- de una parte de la crítica argentina, que busca hacerse notar a través, por ejemplo, de una ceremonia que es transmitida por televisión. Hay otra parte de la crítica que se expresa a través de los galardones otorgados por Fipresci Argentina, que nació proponiéndose ser una visión alternativa, pero que va camino a un peligroso sectarismo. Y hay otra parte de la crítica que no tiene premios para expresarse, por diferentes razones, más o menos válidas, que habría que analizar con equilibrio y racionalidad en un artículo por separado.
En base a lo anteriormente dicho, creo que el objetivo primario de los Cóndor, en especial a la hora de las nominaciones (donde se pueden lograr consensos más amplios y diversos), es tratar de marcar agenda, aportar nombres u obras que están marginados dentro del panorama del cine –argentino, pero también iberoamericano y no hispano- estrenado en la Argentina. De ahí que creo que las nominaciones fallan a la hora de proponer algo nuevo y eso se puede ver especialmente en las ternas principales, a mejor película y director. Allí las favorecidas son Wakolda, Metegol, Tesis sobre un homicidio, Corazón de león y La reconstrucción. La única que sale un poco de lo obvio es la última, básicamente porque es un reconocimiento a un director como Juan Taratuto, que propone un quiebre en su carrera, pasando de la comedia romántica al drama hecho y derecho, aunque eso le haya significado un fracaso comercial. Aún así, son nominaciones para un film mainstream, repleto de nombres conocidos tanto delante como detrás de cámara. El resto son películas que, dejando de lado las valoraciones personales, ya han sido suficientemente respaldadas a nivel público y premios, y que también están integradas por figuras ya reconocidas en abundancia, como Juan José Campanella.
Algo parecido se podría decir en lo que refiere a las categorías actorales, donde aparece Ricardo Darín como eterno abonado (yo sospecho que si una vez no lo nominan, no se ofendería). De ahí que surjan algunas sugerencias: ¿No hubiera estado bueno destacar a una película como Vino para robar, con su demostración de que puede conjugar relato con producción, utilizando el paisaje como elemento narrativo y no sólo para la postal turística? ¿Quizás reconocer las labores de Ariel Winograd o Raúl Perrone en P3nd3jo5 (a pesar de que su film no me gustó? ¿No merecía Francisco Cataldi una nominación por su estupendo protagónico en Pies en la tierra? ¿No podían Nosilatiaj, Villegas, María y el Araña o Viola aspirar a algo más? ¿Cuál es el sentido de nominar como revelaciones a Calu Rivero o Hugo Varela, cuando ya son estrellas con un alto reconocimiento y visibilidad? ¿Es necesario dividir la categoría de revelación en masculina y femenina?
Algo parecido se puede decir en las categorías de mejor película iberoamericana y no hispana. ¿Cuál era la necesidad de nominar a los dos films de Alex de la Iglesia, dejando de lado a, por ejemplo, Las razones del corazón o Memorias cruzadas? ¿No son Gravedad, La cacería, Blue Jasmine, Amour y Antes de la medianoche elecciones un poco obvias, cuando también teníamos a Bárbara, Hannah Arendt y la banalidad del mal, César debe morir, Lazos perversos, Spring breakers, The Master, Post tenebras lux o En otro país, entre otras opciones?
No se trata de valoraciones específicas, se trata de hacer notar nombres que vayan por fuera de lo usual. Porque si se sigue diciendo lo mismo que los demás, el riesgo es que el discurso propio quede diluido en la marejada de discursos dominantes. Y la Asociación de Cronistas de la Argentina puede (y debe) tener la capacidad de enhebrar su propio discurso, su propia lente sobre la realidad cinematográfica nacional.