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Dios mío


Muy buena


Una charla divina

Por Gisele Cebrian

(@fancinemamdq)

dios mioEn la versión del argentino Jorge Schusseim, Dios mío, creación de la dramaturga israelí Anat Gov, plantea: ¿qué pasa si un día Dios baja de sus altos aposentos a buscar ayuda en una terapeuta? A simple vista, para nosotros, habitantes del Siglo XXI que pensamos que ya lo vimos todo, que ya conocimos a distintos “Dios” a través de las películas, no pasa nada.

Sin embargo, hay que mirar la obra con algunas consideraciones: primero, que ese Dios que entra al consultorio, casi prescindiendo de puertas y ventanas por donde filtrarse, no es el Dios misericordioso y bueno de los cristianos. Es el Dios del Viejo Testamento, el de Sodoma y Gomorra, conocido por su justicia, pero también por su ira y crueldad en el castigo del pecado y la perversión. Con esto, que ese Dios omnipotente acuda a los hombres en busca de ayuda, sí plantea una novedad.

Segundo, que la gravedad de las cosas está planteada desde el momento en que Dios decide terminar con su vida, como si eso fuera posible, desatar un “diluvio mejorado” y borrar de un plumazo toda su creación.

No vemos en esta obra a un Dios compinche que baja entre los hombres a darnos una lección o a ayudarnos a resolver alguna situación. Vemos a un Dios abatido, frustrado, desencantado, un Dios que es la expresión del fin de la utopía de la que partió la creación de un universo en el que los hombres nos cuidemos y respetemos, así como a las distintas manifestaciones de la naturaleza.

Tal como dicen los médicos que uno se enferma de lo que puede, el crítico habla de lo que puede, también. Habrá espectadores que encontrarán en Dios mío un carácter místico, algo de lo que, para esta espectadora, la obra carece.

Dios mío no es en sí una pieza de humor pero sí con momentos de mucho humor, que recae más en lo gestual que en el texto, con diálogos inteligentes, a los que hay que prestar suma atención porque están cargados de planteos mordaces, de historia, de filosofía, de preguntas que nos hacemos todos los días y de cuestiones en las que quizá no nos detuvimos a pensar.

Sin embargo, varios pasajes son mejor apreciados por quienes fueron lectores de la Biblia, mientras que el resto de la platea queda bastante fuera del alcance de la situación. Por ejemplo, cuando Dios justifica ante la psicóloga la cantidad de sacrificios infringidos a Job, acusado por ella de haber sido cruel y no haber tenido compasión por el hombre.

Un verdadero problema debe haber significado para Leyrado el trabajo de construir físicamente un Dios que no obedeciera a la cantidad de imágenes de tal que cada uno de los espectadores se hizo en su mente. La elección se volcó hacia la composición física. Ciertos movimientos y posturas dan la impresión de algo no humano, que por momentos tiene trascendencia y un tácito poder sobre la psicóloga. En esto se evidencia la búsqueda de expresar la omnipotencia del Dios que, a juzgar por lo demás, está, básicamente, vulnerable.

No obstante, hay un detalle en la puesta de la experimentada directora de Toc toc o El placard que genera dudas, ya que no se justifica algo que impacta desde lo escénico. Varios cortes, dados por apagón de luces, dan la impresión de que algo pasa entre los protagonistas, como si se manifestara ante la terapeuta el poder de Dios y, de repente, cada uno vuelve al espacio que ocupaba, aunque distinto, transformado, como habiendo presenciado una revelación, pero que el espectador no alcanza a reconocer.

Destacable es la actuación de Esteban Masturini como el hijo autista de la psicóloga. De alguna manera, también es la enfermedad de su hijo -para colmo de males, abandonado por su padre- el gran impedimento para que esta mujer pueda creer en que hay un ser que la observa y la protege. Sin embargo, con la ayuda de la psicóloga que le devuelve la autoestima gracias a las misteriosas artes del psicoanálisis, ese Dios abatido también le dará una lección, en una escena final como Dios manda.


Dramaturgia: Anat Gov. Dirección: Lía Jelín. Intérpretes: Juan Leyrado, Thelma Biral, Esteban Masturini . Escenografía: María Oswald . Iluminación: Gonzalo Córdova. Sala: Teatro Lido (Santa Fe 1751, Mar del Plata), de martes a domingos a las 21:30 .

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