Título original: Killing Lincoln
Origen: EE.UU.
Dirección: Adrian Moat
Guión: Erik Jendresen
Intérpretes: Tom Hanks, Regen Wilson, Billy Campbell, Jesse Johnson, Geraldine Hughes, Graham Beckel, Shawn Pyfrom, Greg Cooper, Andrew Collie, Jeremy Ambler
Fotografía: Jeremy Benning
Montaje: Steve Polivka
Música: David Buckley
Duración: 110 minutos
Año: 2013
Compañía editoria: Blushine
6 puntos
Cuando la mentira es la verdad
Por Mex Faliero
El 16° presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Abraham Lincoln, es figura repetida dentro del revisionismo habitual del cine norteamericano, incluso en películas que no tienen conexión alguna con la realidad como Abraham Lincoln cazador de vampiros o Una noche en el museo 2. Lincoln es respetado y es una de las figuras más “puras” dentro de la historia política estadounidense, con la cual no nos meteremos porque esta reseña se encarga apenas de revisar los estrenos de dvd. Así que diremos que el bueno de Abraham vuelve a ser protagonista en Matando a Lincoln, documental encargado por la National Geographic con elementos de ficción dirigido por Adrian Moat -que Blushine editó en la Argentina- y que indaga a modo de thriller dramático en el atentado que terminó con la vida del mandatario.
El films cruza por un lado lo documental a través del relato que hace en modo busto parlante Tom Hanks, quien cuenta con buena documentación oficial, y por el otro la ficcionalización de las horas previas y posteriores al crimen del Presidente, fundamentalmente centrándose en la figura del asesino John Wilkes Booth. Y el choque no es sólo estético o de soporte narrativo, sino que encuentra además una fricción particular entre lo que relata Hanks y lo que Moat oficializa con lo que elige contar y cómo lo cuenta. Es que según Hanks, hay detalles que se escapan de la historia, versiones encontradas, puntos no resueltos, de lo que se desprende que la historia es, definitivamente, algo inasible en su totalidad. Lo que se conoce como la historia no son más que versiones oficializadas de acuerdo a conveniencias. Y eso, sin dudas, pone en crisis nuestro punto de vista sobre el pasado.
Pero como decíamos, a la par del relato oral hay un soporte visual. Y el director elige, contradiciendo su punto de vista original sobre el relato histórico, seguir al pie de la letra aquello que se conoce oficialmente sobre el asesinato de Lincoln y que ya hemos visto en múltiples films: la muerte de un mandatario sin dobleces a manos de un actor radicalizado en su odio contra el presidente. Y para peor, esos tramos de ficción que tiene Matando a Lincoln son de una teatralidad y una exageración en el registro actoral, que la alejan aún más del relato documental y la acercan a la estampita. Tal vez el hallazgo de la película venga por esos momentos previos a la muerte de Booth, porque inconscientemente nos revela un modo de operar crónico del Gobierno americano: encontrar un culpable, convertirlo en demonio y eliminarlo sin piedad.
Las fotos del final, donde se ve el rostro de los protagonistas verdaderos y cierto incidente alrededor de una de esas imágenes, vuelven a reforzar la idea de un verismo imposible sobre la historia. Es finalmente en esas contradicciones donde la película halla su costado más interesante. Porque, al fin de cuentas, uno se mete en el relato y no duda de aquello que minutos antes nos dijeron que podíamos dudar. La historia como una mentira que adoramos convertir en verdad.
#MatandoALincoln es un documental con elementos de ficción que, como es habitual, está bien cuando es documental… http://t.co/CZNLmVR7G1