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1941, Bodas de sangre


Muy buena


El canto doliente que revive a Lorca

Por Daniel Cholakian

(@d_cholakian)

bodas sangreEl título marca. Como la sangre. 1941, dice. En 1941 el gobierno de Francisco Franco se estabiliza y comienza el largo período de sombras en España. Se estrena Raza, una película apologética cuyo guión fue escrito por el propio dictador bajo el seudónimo de Jaime de Andrade. No es cualquier momento. No es cualquier lugar.

Jorge Eines, dramaturgo argentino exiliado en España desde 1976, define con claridad el juego de tiempos y espacios en esta interesante puesta de Bodas de sangre. Un grupo de actores y músicos populares, de tradición flamenca, se encuentran a puertas cerradas para ensayar su versión de la pieza del maestro granadino. Afuera avanza la represión, se instala en las calles la victoria de la restauración española, se canta a los “camisas negras” y a la madre iglesia católica.

García Lorca ha tenido la lucidez de construir sus tragedias de un modo atemporal. Ha logrado de un modo particularmente agudo el registrar un tiempo que es a la vez presente y pasado. Es el tiempo de la España profunda, agraria, provinciana y austera. Allí ubica sus piezas pues para tragedia moderna es precisa la atemporalidad, el sino inevitable, la religiosidad interna de la vida, todos estos elementos que el desangelado Siglo XX ha perdido. La dialéctica entre el pasado y el presente tiene en la puesta de Eines un valor especial.

Esta versión de Bodas de sangre construye su dramaturgia en el doliente universo del flamenco y la reconstruye como juego de un espacio dentro de otro, de un tiempo dentro de otro: un grupo de actores reunidos y ocultos interpretan a Lorca en medio de la consolidación de la dictadura franquista. Dentro de ese espacio sin tiempo, la tragedia. Fuera de ese espacio, en España, la tragedia.

Interpretada por el grupo Tejido Abierto Teatro, la obra está marcada por códigos de actuación de artistas populares, callejeros, músicos, cantantes y bailarines flamencos. Todos ellos entregan la tradición de su arte a profundizar el pesar profundo de la obra, de la España de 1941 y del asesinato reciente del poeta. La obra de Lorca, trágica y popular, tiene en el canto doliente, en el baile sexuado y vital, un espacio propicio para desplegarse. Los actores se multiplican en los roles y despliegan sus talentos al servicio de la puesta. La obra parece construirse lentamente como si fuera un espiral, así como el espacio dramático se construye de afuera hacia adentro, circularmente, rodeando el espacio central del desenlace, la tensión dramática misma parece ir de afuera hacia adentro, en un camino que lentamente se aproxima sinuosamente hacia la tragedia inapelable.

Con momentos especialmente logrados, como el tedio reseco de la fiesta de bodas o escape final de la Novia y Leonardo, 1941, Bodas de sangre es una muy interesante puesta de la impecable pieza de Federico García Lorca.


Dramaturgia y dirección: Jorge Eines. Intérpretes: Mariano Venancio, Jesús Noguero, Beatriz Melgares, Carmen Vals, Inma González, Luis Miguel Lucas, Carlos Enri, Danai Querol, Dani Méndez . Vestuario: Kristina González. Iluminación: Rubén Martín. Escenografía: Carlos Higinio Esteban. Sala: Teatro Apolo (Corrientes 1372, Ciudad de Buenos Aires): 9, 10, 16 y 17 de septiembre.

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