MUY BUENA
Teatro para armar
Por Daniel Cholakian
Es parte de la tradición creativa del grupo teatral español La Zaranda presentar obras cuyo desarrollo argumental no puede completarse sin la participación del espectador. Sólo desde la butaca, y a partir de la apreciación personal, se termina de reconstruir aquella historia de la cual desde el escenario se aportan datos sueltos, indicios, climas, sugerencias. El régimen del pienso se inscribe perfectamente en este formato.
La escena reconstruye una enorme oficina que parece pública pero se supone privada. Tres inspectores que analizan las causas de una peste porcina, seguramente relacionada con la cantidad de alimento que consigue cada animal. Los que comen mucho se suicidan, los que no alcanzan a comer, se matan entre ellos. El alimento: el pienso. Una baja. Un cuerpo llega a la oficina que registra las bajas. No es cerdo. Tampoco es un muerto. O tal vez la historia discurre en un modo carente de toda linealidad temporal. Así como el espacio muta y parece siempre el mismo, el tiempo y los hombres tampoco son lo que parecen.
Tres hombres, empleados de la empresa están a cargo de registrar las bajas de los cerdos muertos por la peste imparable. Trabajan en una oficina antigua, llena de pesadas estanterías metálicas y carpetas que contienen informes sobre las defunciones. Detallan las características de las muertes, analizan las causas, piensan en el futuro. Encerrados en la oficina que aun cuando cambia, es un espacio de puro encierro. Uno de ellos es despedido y otro de ellos ascendido. Al temor y las incertidumbres de la muerte se suman el abandono y el aprovechamiento del poder.
No hay dudas que la experiencia teatral que propone La Zaranda está dirigida a cada espectador en particular. Para llevar adelante esta propuesta estética no dejan ningún recurso de lado. El espacio dramático está integrado por los elementos escenográficos que cobran una vida notable, por una luz minimalista pero notablemente significante, por los cuerpos de los actores que se permiten el registro actoral de la sátira, pero también ser en sí mismos elementos plásticos significantes. Ellos mismos manejan pequeños veladores con los que marcan el foco visual, a la vez que desarrollan una concepción plástica de la obra que recupera la tradición del claroscuro pictórico, hasta llevar a una reversión (¿postmoderna?) de La lección de anatomía del Dr. Nicolaas Tulp de Rembrandt. Sin embargo la composición plástica es absolutamente dinámica y este dinamismo tiene un sentido profundo. Hacer que lo que muta, que lo que siempre cambia, siga siendo lo mismo, cualquiera sea la forma que la escenografía adopte.
Será esa misma concepción plástica, de la que no se puede escindir el tratamiento de la música elegida, la que dejará sus ecos religiosos a lo largo de la obra, culminando en una suerte de Vía Crucis doliente, que no puede sino trazar una línea entre la condena cristiana y la actual situación de adultos abandonados en la España en crisis.
En una suerte de interminable mole kafkiana -a quien también se tributa en la base existencialista de la obra- el edificio en el que se encuentra la empresa, tiene infinidad de espacios, de pasillos, de rincones y por más que los personajes suban, bajen o anden por allí, siempre permanecen en el mismo lugar. La empresa -ese actor social que vino a reemplazar al Estado pero sin mutar las relaciones- es el espacio de la muerte inevitable del sujeto oprimido. El despido su condena. El edificio el lugar del que sólo se puede salir si se es expulsado. En este sentido, el gran escenario de la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes es sin dudas un espacio privilegiado para el desarrollo de tal concepción.
El grupo La Zaranda propone al espectador una estética de riesgo y que obliga al trabajo del mismo a partir de una experiencia estética realmente inolvidable. Cada visión, cada reconstrucción, cada vínculo que se construya con la experiencia personal y la obra, son de gran valor para completar de sentido la presentación. Hacia allí nos proponen marchar estos cuatro fabulosos actores y su director, Paco de La Zaranda.
Bienaventurado el que acepte el desafío.
Dramaturgia: Eusebio Calonge. Dirección: Paco de La Zaranda . Intérpretes: Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez, Luis Enrique Bustos, Javier Semprún . Música: Amadeo Vives, Pablo Luna, J.N.Hummel . Sala: Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815): nueve únicas funciones hasta el 25 de agosto inclusive. Miércoles a sábados a las 21:00. Domingos 20:30.
Una obra imperdible en el Cervantes. Quedan solo 5 funciones .»El régimen del pienso» http://t.co/5uicjRpCJj