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Vicentico en el Estadio Polideportivo

Porque yo soy el cantante…

Por Mex Faliero // foto: NA Producciones

(@mexfaliero)

vicenticoHay que tener mucha actitud, como tiene Vicentico, que es parte fundante del nuevo rock nacional de los 80’s -hombre de ska, punk y rockandroll-, para pararse en medio del escenario y cantar Paisaje, el tema de Franco Simone. Mejor, no para cantar sino para interpretar, interpretar en el entero sentido de la palabra: tomarlo, poseerlo, reformarlo, revitalizarlo. Actitud y desvergüenza, y falta de miedo al ridículo y a las críticas esnobistas: ya sabemos, da más chapa versionar Durazno sangrando o unadepinfloy que Algo contigo. En fin, que Vicentico, heredero como es de esa fina estirpe de lenguas populares, puede estar hoy liderando con los Cadillac a una horda de adictos al pogo como convertirse mañana en el cantante, y hacer gozar a la señora en la butaca al dulce ritmo de No te apartes de mí. Porque él, definitivamente, es el cantante. Y esto, además, no es una comodidad comercial sino más bien una búsqueda. El recital del pasado sábado en el Estadio Polideportivo de Mar del Plata así lo demuestra.

Seguramente la clave haya que buscarla en lo que dijo recientemente a un medio chileno: “lo que a mí me pueda resultar incómodo es adonde yo quiero ir. Si algo me resulta incómodo, voy para allá, a ver por qué me incomoda. Y sobre todo hablando de música, que jamás debería hacerte sentir incómodo. O sí… Pero, en todo caso, experimentar con eso para mí es interesante”. Eso es el presente de Vicentico, un viaje hacia la incomodidad. Lo bueno del cantante, es que esa búsqueda no se queda en las palabras y es una sincera y profunda introspección artística. Sólo alguien que gusta de la incomodidad empezaría su show con un tema tan controversial como Soldado de Dios, por ejemplo.

Vicentico se presentó dos veranos seguidos en la ciudad en recitales gratuitos, pero hacía mucho que no lo hacía en un teatro… o en un recinto como el Polideportivo: la puesta fue bastante sencilla, con un juego de luces simple que acompañaba cada canción, una banda con mucha cuerda (cinco, entre bajos y guitarras), teclado y batería. Tal vez el momento más virtuoso fue el de No te apartes de mí, donde Valeria Bertuccelli -esposa del cantante- acompañaba a Vicentico desde la pantalla en una sincronía perfecta. Hay que decir, sí, que el arranque fue un poco frío, lo cual se lo podemos adjudicar a diversas variantes: hacía mucho frío del real el sábado a la noche en la ciudad, el marplatense no es famoso por su apasionamiento y arrancar con tres temas del disco nuevo, se ve, resultó un poco ajeno para el público más afecto a los hits. Se sabe, el peligro de una búsqueda popular como la que ejecuta Vicentico es enfrentarse a un público devoto de grandes éxitos. Son riesgos que se toman, y el artista no parece estar muy preocupado al respecto más allá de un ligero reproche ante el escaso conocimiento de canciones perfectas como Un diamante, Fuego o La tormenta.

Otro detalle del Vicentico líder, es su estatus de estrella antipática. Realmente hay mucho humor en su performance, y resulta divertido verlo mofarse del cliché del fanático histérico. Tras una larga intro en la que arremetió tema tras tema sin comunicarse con el público, comenzó un ida y vuelta en esa dirección: el “pará vos con la manito”, dicho a una de las primeras filas, fue uno de los reproches más celebrados.

Más allá de los impedimentos habituales del Polideportivo local -realmente suena muy mal cualquier cosa que se ponga a funcionar ahí dentro, la acústica es terrible-, la banda de Vicentico es muy profesional, sin desbordes ni excesos de lengua afuera en los riff. Todo, también, parte de la búsqueda: Vicentico entra, deja el saco sobre un parlante, el cual volverá a tomar cuando se retire del escenario, victorioso, luego de tres sesiones de bises. Todo el concierto está enmarcado como dentro de un concepto que busca alejar lo más posible lo musical del artificio: las canciones se ejecutan casi sin salirse de los márgenes, la idea es convertir el cuerpo del cantante en un ícono popular que puede repasar a Chico Novarro o Roberto Carlo, pero que también tiene historia propia para recorrer: y ahí aparecen versiones muy despojadas de temas de Los fabulosos… como Siguiendo la Luna, Vasos vacíos o Basta de llamarme así. El show es, casi, como una banda sonora que puede estar acompañando un encuentro social.

El último dejo de actitud de Vicentico, es su voz. Escasamente ortodoxa, de esas que la convención indicaría que “canta mal”, es digno remarcar que nunca desafina y que hasta logra instancias de mucha emoción con su vibración particular. Se luce, de hecho, en versiones en solitario, haciéndose dueño desde el centro del escenario. Lo que está claro, también, es que los experimentos caribeños del cantante sobreviven (no faltaron Tiburón o Los caminos de la vida), pero que hay un deseo especial por darle impulso a esta nueva etapa de su carrera que forman los más poperos Sólo un momento (un discazo, que demuestra cada vez su potencia de estadio) y 5 (un disco que busca seguir una senda, pero que se me hace un poco pequeño en sonido y poesía): Ya no te quiero, Sólo un momento, Viento, El rey del rock and roll, Morir a tu lado, El pacto, Creo que me enamoré, No te apartes de mí, Un diamante, Soldado de Dios, La tormenta, Sólo hay un ganador, Fuego y Fuera del mundo formaron la parte compacta del show.

Todo hace indicar que este presente es el que Vicentico viene trabajando y el que lo ha mostrado como un artista consolidado. Puede, también, por su deseo de ir hacia la incomodidad, que sólo sea un pasaje hacia otro destino. Sea lo que sea, hay una obra sólida que se aprecia y un artista en el pico de su creatividad. Su show, por lo pronto, es de lo mejor que puede ofrecer la escena solista argentina en la actualidad.

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