Muy buena
Amor en fuga
Por Rodrigo Seijas
Coraje. Valor. Valentía. Templanza. Arrojo. Para hacer algunas cosas en el teatro se necesita todo esto.
Se necesita coraje para tirarse de cabeza en el mundo de Federico García Lorca, un autor de una enorme complejidad, con un universo propio y desafiante.
Valor se requiere para tomar una de las obras malditas del dramaturgo, Así que pasen cinco años, considerada irrepresentable, y tirarse a la pileta, sin saber si hay agua.
Es obligatorio tener una gran valentía para adaptar verdaderamente la obra, moldeándola con una forma propia, respetando su espíritu de la mejor forma posible, que es faltándole el respeto. Justo lo que hubiera querido Lorca, alguien que nunca respetó nada, que siempre intentó llevarse el mundo por delante. Justo como hace Juan Arena, dramaturgo, director y productor, quien construye una estructura dramática avasallante, que va tomando velocidad de forma sostenida, hasta convertirse en un tren imparable.
Se debe poseer una gran templanza para atreverse a tocar multiplicidad de temas (aunque el amor, ese amor que duele, que nunca se deja atrapar, destaca por sobre todos los otros tópicos), para no dejar de lado ninguna ambición, para montar una experiencia extrema, donde lo corporal, espacial y temporal se convierten en variables en permanente inestabilidad, simbolizadas a través de una plataforma redonda que circula permanentemente: pasado, presente y futuro se cruzan e interpelan; el espacio muta con sólo algunos trazos de tiza; los cuerpos representan al extremo la pasión, la soledad, el amor no correspondido, la tristeza casi infinita.
Mucho arrojo se exige por parte de los actores para comprometerse a fondo con un texto difícil, que exige una máxima prestancia y donde el error es una posibilidad más que cierta. Y el compromiso es físico, mental, espiritual, incluso moral.
Y ese coraje, ese valor, esa valentía, esa templanza, ese arrojo impactan de forma contundente en el espectador, obligado a ponerse a la altura. Porque Canción de cuna para un gato es una obra que da todo de sí, que no se queda con nada (exactamente como sus personajes, siempre al límite, siempre buscando ese amor que se escapa como arena entre las manos), pero que exige también a su público un compromiso similar. De ahí que estemos ante una experiencia extenuante, pero que a la vez deja lleno al que la experimenta. Canción de cuna para un gato se impone en consecuencia como una declaración de y sobre el amor, en el sentido de que sólo puede obtener amor amando.
FICHA TECNICA
Dramaturgia: Juan Arena en una versión libre de Así que pasen cinco años, de Federico García Lorca.
Dirección: Juan Arena.
Intérpretes: Matías Pellegrini Sánchez, Héctor Drachtman, Ezequiel Cipols, Ximena Seijas, Berenice Gandullo Piantino, Clara Hails, Fernando Pardo.
Vestuario: Jimena Luna.
Escenografía: Juan Guerrero, Juan Arena.
Música: Sonia Kovalivker.
Asistencia de dirección: Tomás Buccella.
Sala: Gargantúa (Jorge Newbery 3563, Ciudad de Buenos Aires). Sábados a las 21:00. Duración 80 minutos.