Por Daniel Cholakian
Los jurados de la competencia nacional tienen una interesante empatía personal y un gran trabajo por delante: reconocer con la máxima posibilidad de premios y menciones los méritos de muchos de los 25 cortometrajes presentados en la sección que les corresponde juzgar. La amplitud de criterios y la democratización de los reconocimientos serán sin dudas los parámetros principales con los que destacarán a las obras presentadas.
La segunda jornada de proyecciones deparó un día más acorde con lo esperado que lo ocurrido en la primera. Si el jueves vimos una muestra de un nivel parejo, sin obras que decepcionaran ni puntos extremos en cuanto a su calidad -con un altísimo nivel de la competencia internacional- la segunda fue mucho más despareja en la competencia nacional y mucho menos lucida en la sección de películas extranjeras.
De las buenas piezas presentadas en la internacional destacaremos un par de cuestiones. La primera es lo interesante en cuanto a temáticas y propuestas narrativas del cine colombiano. Tres películas presentadas en las dos jornadas dieron cuenta de unas variadas propuestas plásticas y temáticas. La violencia, la trata de mujeres de etnias sobreexplotadas y la ecología, con un marcado interés en la mirada infantil, se nutre de narrativas diversas, en clásico realismo como el juego de fantasías o la animación. La segunda mención que hoy hará el fantasma, que con un gran sentido de la oportunidad ingresó a la sala en el preciso momento que su proyección daba comienzo, es a la película de animación A shadow of blue, la película animada de Carlos Lescano, que sería una obra maestra de no mediar un desenlace algo melodramático, que es totalmente inútil en esta película que cuenta con la sombra de una niña dibujada y un ballet clásico donde vigilia, ensueño, amenaza mortal y triunfo se suceden como coreografía de una música especialmente compuesta, dando lugar a una película que el fantasma asegura haría emocionar y llorar hasta las lágrimas a nuestro señor editor Mex Faliero.
Pero no sólo de cine extranjero vive el UNCIPAR. Es más, vive sus mejores momentos en la sección competitiva nacional. Nutrida de las películas argentinas, los programas del viernes han sido muy desparejos entre sí. El fantasma, que sabe por crítico pero más por viejo y fantasmagórico (valga la tautología), revisó las notas de colegas y todos ellos apenas podían encontrar puntos elogiables en el primer programa del día.
Dos películas muy interesantes toman como eje la relación actor director dentro de la filmación. Completamente diferentes en sus temáticas y sus estrategias narrativas Ojos de Pablo Pérez y En carne viva de Federico Esquerro, plantean conflictos dentro del propio mundo de la realización entre el actor y el realizador. Con un solo plano fijo de los ojos del actor, la discusión se centra entre el nosotros y el yo, el creador y el actor, los egos y los saberes. Comedia rápida, inteligente y extremadamente austera en la narración -un plano, unos ojos y voces en off- Ojos logra construir un universo concreto que refiere al modo en que el cine se hace. Con un eje similar, pero un despliegue constructivo exactamente opuesto, En carne viva presenta las distancias entre un actor “de teatro”, el modo en que construye sus recursos expresivos, las demandas concretas de la producción del cine y las consecuencias de esa internalización del personaje. Ambas planteadas como excelentes comedias negras, la una sin producción alguna, la otra con un despliegue que impresiona, ambas obras están llamadas a la premiación casi sin duda alguna.
Otra obra que estará en las consideraciones del jurado es María, el corto dirigido por Mónica Lairana, quien como actriz ha participado de La nube y La última parada. María es una mujer sometida a trato esclavo en un prostíbulo. La película está contada por los cuerpos fragmentados de María y los hombres que la someten (porque pagar por sexo con una mujer en esas condiciones es someterla). La decisión de qué mirar, cómo mirar y cómo construir el cuadro por parte de Lairana, no sólo es pudoroso y aleja toda sospecha de mirar sexuada, sino que además devuelve a los cuerpos masculinos toda la barbarie de su acometer. Notable, severa y sencilla, María trabaja en un registro similar, aún cuando mucho más violento sin serlo físicamente que el de la película colombiana Eckwe quiere decir colibrí, una narración casi en clave neorrealista también proyectada en esta jornada.
En un registro diferente, la muy buena Primera sangre remite sin tener relación alguna a la mejor novela argentina de 2012, La fragilidad de los cuerpos de Sergio Olguín. Los maquinistas de trenes en nuestro país saben, irremediablemente, que algún día le causarán la muerte a alguna persona. Y no será uno. Serán muchos. ¿Cómo es ese instante? ¿Cómo suena la muerte? ¿Cómo se vive cuando otro decide morir bajo el tren que el que sigue viviendo conduce? Intrigante, esta película de Ramiro Longo mira las vías y no deja de pensar en el próximo muerto, ese que está latente en cualquier pasaje entre dos estaciones.
Jornada desangelada o jornada realista, el dominio de algunas películas que parecen destinadas a la premiación de algún modo oculta los rasgos interesantes de películas como Caperucita que debe a su impresionante primer secuencia tanto un impacto importante en el espectador, como una caída del sentido posterior.
La regionalización de los escenarios y las producciones continúo en esta segunda jornada, tal y como lo habíamos señalado auspiciosamente luego de la primera.
En la jornada del sábado, y antes de informarse la premiación, se proyectarán los videominutos por Mariano Ferreyra, lo que será una cita ineludible para el fantasma. La misma será temprano por la mañana.
Y hasta el más pintado de los fantasmas merece unas horas de sueño.
Hasta mañana.